La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 52
Capítulo 52:
“Solo quiero ser feliz, Farid, solo quiero conocer ese tipo de sentimiento que se me ha negado por tanto tiempo”.
Farid tomó a su hermana y se permitió abrazarla, no era algo que haría en público, pero dadas las circunstancias, no importaba.
Mientras tanto, Hassan y Sienna daban la bienvenida oficial a Callie y Assim a su nueva residencia, la que seria su hogar a partir de ahora.
“Esta es tu habitación, Callie, si algo hay en ella que no te guste, siéntete libre de cambiarlo”, dijo Hassan abriendo las puertas de una lujosa recámara.
¿Qué había algo que no le gustase?
Callie no encontraba ni un solo defecto a la habitación, era lujosa y perfecta. Nada que desentonara, desde las sábanas vino tinto que hacían juego con las cortinas, hasta el cuarto de baño que era el sueño de toda mujer.
“Es perfecta”, dijo Callie, recorriendo cada rincón de nueva habitación.
“Me alegro de que te guste, cualquier cosa que necesites, solo tienes que pedírselo a Sienna, Assim o a mi”, declaró Hassan.
“Gracias, ¡Eres el mejor cuñado del mundo!”, gritó Callie emocionada, lanzándose sobre Hassan para darle un abrazo.
El Emir se tensó ante aquel gesto, pero no se apartó, tenía que acostumbrarse a las demostraciones de amor. Sienna se mordió el labio al ver a Callie y Hassan, por un momento llegó a pensar que él iba a rechazarla, pero cuando Hassan correspondió el abrazo, su corazón saltó de alegría al darse cuenta de que Hassan estaba dispuesto a ceder en algunas cosas por ella.
Luego de dejar a Callie, Hassan llevó a Sienna a conocer la habitación principal, la que ocuparían a partir de ahora.
“Si hay algo que…”, empezó a decir Hassan, pero el dedo de Sienna sobre sus labios le hizo callar.
“Estoy segura de que todo me encantará”, pronunció Sienna, mirando a Hassan fijamente a los ojos.
“¿Sienna?”
“Te amo”, respondió.
Hassan le sonrió, llevó su mano bajo el mentón de Sienna, mientras bajaba sus labios y la besaba de manera ardiente y apasionada. Tratando de olvidar todos los acontecimientos de ese día.
La felicidad de Hassan habría sido completa, si la boca de Sienna no se hubiese apartado de manera abrupta de la suya.
“¡Sienna!”, gritó al verla desmayarse entre sus brazos
El corazón de Hassan estuvo a punto de detenerse dentro de su pecho al sentir el cuerpo de Sienna aflojarse entre sus brazos.
“¡Sienna!”, volvió a gritar, mientras la llevaba a la cama.
“Por favor, no me hagas esto”, susurró.
Hassan colocó el cuerpo de Sienna sobre la cama, apartó el mechón de su rostro y miró a la puerta, con la esperanza de que alguien hubiese escuchado su grito de angustia, pero nadie se asomó.
“¡Assim! ¡Callie!”, gritó a todo pulmón mientras la angustia se apoderaba de todo su ser.
Hassan pocas veces había sentido miedo, quizá, nunca antes de conocer a Sienna. Sin embargo, ahora que la tenía, temía perderla.
“¡Assim! ¡Callie!”, volvió a gritar, esperando esta vez tener éxito.
La puerta se abrió de manera abrupta mientras el consejero y la rubia hacían acto de presencia en la habitación.
“¡Señor!”
“¡Sienna!”, gritó Callie al ver a su amiga desmayada.
“Llama un médico, Assim, dile que es urgente”, ordenó Hassan.
Mientras Callie corrió al cuarto de baño, ya se había percatado de que cada habitación tenía un botiquín de primeros auxilios, cuando se fijó en ese pequeño detalle, había pensado que era una exageración, ahora estaba agradecida.
Callie volvió junto a Sienna en la cama, mojó un par de gasas con el alcohol y se la colocó cerca de la nariz de su mejor amiga.
“¿Qué haces?”
“Trato de que recupere la conciencia”, respondió sin apartarse.
“El médico está de camino”, interrumpió Assim, entrando a la habitación.
Hassan no lo miró, su atención estaba puesta en Callie y Sienna.
“Vamos, nena, no me hagas esto”, susurró Callie, abriendo el alcohol para humedecer una nueva gasa, sin embargo, no llegó a ser necesario, en ese momento Sienna abrió los ojos.
“¿Qué ha pasado?”, preguntó llevándose una mano a la cabeza.
El Emir la ayudó a sentarse sobre la cama y se colocó detrás de su espalda para servirle de respaldo.
“¿Hassan?”, preguntó viendo a su esposo.
“Te has desmayado”, susurró.
Sienna abrió los ojos al escucharlo.
“¡¿Mientras nos besábamos?!”, exclamó.
Hassan asintió, mientras Callie sonreía y Assim giraba el rostro, saber la vida íntima de su jefe no era parte de su trabajo.
“Sienna”, murmuró Hassan con los colores subiéndole al rostro.
Siena sonrió al verlo.
“¿El gran Emir se ha sonrojado?”, preguntó acariciando la mejilla de Hassan, la piel se tiñó de rojo carmesí bajó la espesa barba del hombre.
“Si no te hubiese sostenido entre mis brazos, juraría que te has pegado en la cabeza”, dijo Hassan, no sabía qué otra cosa decir ante las palabras traviesas de Sienna.
Unos suaves toques a la puerta fueron la salvación del Emir y no dudó en dejar entrar a la persona que interrumpía aquel incómodo, pero bonito momento.
“Señor, el médico llegó”, anunció una de las muchachas del servicio.
“Déjalo pasar”, indicó Hassan con prontitud, mientras Assim y Callie dejaban la habitación.
Hassan se apartó de Sienna lo necesario para saludar a su médico de cabecera, le platicó la situación y esperó a que el galeno hiciera su trabajo. Todo sin abandonar la habitación, como si fuera un perro guardián.
Entre tanto, Sienna respondió las preguntas del médico en la medida en que las fue haciendo. Evitó platicarle sobre los últimos acontecimientos, pues consideraba que era un tema exclusivo de la familia y si iba a enterarse no sería por ella.
“El desmayo ha podido ser por distintos motivos, desde el clima hasta presentar un cuadro de estrés severo”, dijo el galeno.
“Le recomiendo descansar estos días, si los malestares continúan o se presenta algún otro evento, como el de hoy, tendremos que hacerle una serie de estudios para descubrir la causa”, explicó.
“¿No puede hacerlo ahora?”, preguntó Hassan con rapidez.
“Vamos a probar con el descanso, si lo amerita iremos a la clínica”, respondió el médico.
“Si usted lo desea…”
“Me tomaré unos días de descanso, quizá el médico tenga razón y se trate de estrés por todo lo que hemos pasado”, respondió Sienna.
El médico asintió.
“De cualquier manera, estaré al pendiente”, expresó el galeno.
Hassan se vio obligado a aceptar la situación y no presionar a Sienna para ir a la clínica en ese mismo momento. Despidió al galeno y se quedó a solas con su esposa.
“Me habría gustado que te hicieras un chequeo general”, mencionó sentándose a su lado.
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