Capítulo 51:

“No eres la única que está sufriendo, Callie, no he podido dejar de pensar en ti”.

Callie se levantó como un rayo y se giró para mirar al dueño de aquellas palabras.

“Farid”, susurró con el corazón latiéndole a mil por hora.

“Callie”.

La joven sintió un vacío abrirse en la boca de su estómago, las manos empezaron a temblarle y tuvo que apretarlos con fuerza en dos puños para que Farid no se diera cuenta del poder que ejercía sobre ella.

Callie no se sentía particularmente emocionada como debería estarlo, se había enamorado, quizá por primera vez en su vida experimentaba aquellos sentimientos tan fuertes y aquellas emociones que en momentos como esos la sobrepasaban. El problema no era su amor por Farid, el principal problema era Farid.

“Callie”, volvió a llamar el hombre al ver que ella se quedaba inmóvil y en completo silencio.

“No deberías estar aquí”, soltó Callie, el ala norte estaba prohibido para todo aquel que no aceptara a Sienna como esposa de Hassan, una decisión muy sensata por parte de Hassan, aunque un poco tarde.

“Quería verte”.

“Ya me has visto, ahora puedes irte”, soltó Callie sin piedad.

Farid apretó los puños ante la frialdad de la muchacha, quería, deseaba tomarla entre sus brazos y hacerse perdonar, pero ¿Cómo podría explicarle los hechos? ¿ Cómo podía decirle que no era tan malo como ella creía que lo era?

“Si no puedes irte, lo haré yo”, dijo Callie, caminando y pasando de él para abandonar el lugar.

Sin embargo, la mano de Farid fue mucho más rápida y la sostuvo del brazo, la arrastró detrás de unas grandes columnas para esconderse del ojo público.

El cuerpo de Callie se tensó, el contacto entre ellos no había sido parte de su “relación” Callie no podía ponerle nombre. Sus primeros días juntos habían sido bonitos, él se convirtió en su salvador en más de una ocasión.

Callie recordó que no lo había hecho porque le nacía hacerlo, sino porque le convenía hacerlo y eso distaba mucho de una relación. Farid únicamente la usó a su conveniencia.

“¿Qué haces?”, preguntó Callie al sentir su espalda chocar contra la columna de concreto y su cuerpo ser cubierto completo por el cuerpo de Farid.

“No soy el malo de esta historia, Callie”, dijo sin saber exactamente qué decir o cómo convencerla de sus palabras.

“¿No?”, preguntó Callie casi sorprendida.

Farid negó.

“¿No fuiste tú quien viajó a Nueva York para averiguar sobre Sienna y su matrimonio con Hassan?”, cuestionó mirándolo con enojo.

“¿No fuiste tú quien se hizo pasar por mi amigo para tener más información de ellos?”

“Callie…”

“¡Fuiste tu quien le sugirió a Hassan reunirse con los padres de Nayla y de esa manera propiciar la trampa que le pusieron! ¡No debió ser esa loca mujer la única en recibir un castigo!”, gritó Callie elevando la voz y tratando de empujar el fuerte cuerpo de Farid para apartarlo de ella.

“Solo le dije a mi madre que se llevaría a cabo la reunión, no es como si no fuera a saberlo. ¡No se mueve de lugar un solo jarrón en este palacio sin que ella lo sepa!”, explotó.

“Jamás lo dije, ni pensé que Nayla tuviera sus propios planes”, añadió bajando el tono de voz.

“Me usaste”, susurró Callie.

“No le dije a mi madre más de lo que creí necesario que supiera. No era un secreto que Hassan se había casado por negocios, solo confirme que los hechos fueron de esa manera”, dijo bajando su cabeza y colocando la frente sobre la frente de Callie.

“No le dije nada de lo que me dijiste, Callie, por favor créeme”, rogó.

Callie trago el nudo formado en su garganta, mientras luchaba por controlar los latidos alocados de su corazón. ¿Cómo podía creerle?

“Lo siento, no puedo confiar en ti de nuevo”, dijo sintiendo que el corazón se le partía en dos.

El dolor le dio a Callie la fuerza necesaria para apartar a Farid de su cuerpo o quizá fue Farid quien aflojó su agarre al escucharla, como fueran las cosas, ella se vio libre y huyó desesperadamente con lágrimas en los ojos, dejando a Farid con un agudo dolor en el pecho.

Farid cerró los ojos y una traviesa lágrima corrió por sus mejillas, deseaba ir tras Callie y convencerla a punta de besos de su inocencia, sin embargo, sabía que no tenía sentido. Ella no confiaba en él y no podía culparla por eso; después de todo, nadie tenía porque saber que había sido él quien convenció a Halima de contar la verdad y de que le pagó una buena suma de dinero como compensación, pues no dudaba de que su madre la echaría ala calle luego de su declaración y de arruinar todos sus planes.

Entre tanto, Hassan miró a su padre, no podía creer que estuviera hablando en serio.

“¿Te vas?”

“He solicitado el divorcio ante la corte de la Sharia, no tiene ningún caso que permanezca en este palacio”, dijo Abdel, el hombre colocó las manos tras su espalda y caminó al ventanal desde donde podía ver la ciudad.

“Es el palacio de su familia”, replicó Hassan.

“Mis hijos son mi familia y tu tarde o temprano serás mi heredero. Nada me haría más feliz que tus hijos nacieran y se criaran aquí”, dijo girándose para mirar a Hassan.

“Sin embargo, mientras tu madre viva bajo este techo, no creo que les deje ser felices”, añadió.

“Padre”.

Abdel levantó la mano para silenciar a Hassan, ahora mismo no era capaz de hablar sobre sus sentimientos por Zaida, la había amado con locura por tantos años, tanto que había sido demasiado blando con ella y estos eran los resultados de sus permisiones. El viejo Emir no podía dejar de sentir culpa.

“Me iré al palacio de Abu Dabi, necesito un poco de paz y pensar”, dijo.

Hassan asintió, no podía imaginarse lo mal que su padre se sentía con todo esto, no debía ser nada fácil para él tomar aquella dura decisión.

“Si es lo que necesitas, padre, hazlo”, apoyó él.

Abdel sonrió.

“Eres un buen hijo, Hassan”, murmuró en tono bajo, tan bajo que Hassan casi no comprendió muy bien sus palabras, pero no le hizo repetirlas.

Solo le quedaba desearle a su padre una buena vida y un nuevo comienzo.

“Ve con cuidado, padre”, dijo.

Abdel asintió, tomó la maleta que ya tenía preparada y salió de la habitación, dejando todo atrás.

Abdel no fue el único que dejo el palacio ese día, por la tarde Hassan, Sienna, Callie y Assim dejaron la residencia y se trasladaron a una de las casas de Hassan en la ciudad, la más alejada del palacio de la Familia Rafiq, abriendo una brecha insalvable entre madre e hijo.

Farid observó la partida de Callie con el corazón hundiéndose dentro de su pecho, una traviesa lágrima rodó por su mejilla, mientras pensaba en una manera de volver a verla.

“Nuestra familia se ha roto”, dijo Jenna parándose junto a Farid, él se limpió la mejilla con rapidez al escuchar su hermana.

“Quizá siempre estuvo rota, lo que sucedió solo fue el detonante”, respondió.

Jenna quería llorar y gritar, ver a Assim marcharse y sin despedirse de ella dolía demasiado, sin embargo, no podía arriesgarse a que los descubrieran, menos cuando su madre estaba tan furiosa por la partida de su padre y hermano.

“Hay momentos en lo deseo haber nacido en otro país y en otra cultura. Tener la oportunidad de elegir mi propio camino, de ser yo y no lo que otros quieran para mí, de elegir a quien amar y hazlo con plena libertad”, soltó sin poder contener el llanto.

Farid miró a su hermana, su voz estaba cargada de dolor.

“Jenna”.

“Quiero ser libre, Farid, vivir mi vida con quien yo quiera y con quien me quiera de la misma manera”, sollozó Jenna, sintiéndose incapaz de soportar más.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar