Capítulo 47:

Sienna negó, estaba a punto de reclamarle, pero su vejiga volvió a convertirse en protagonista y tuvo que salir de los brazos de Hassan, quién en esta ocasión la dejó partir.

Hassan abrió los ojos cuando escuchó la puerta del baño cerrarse, se sentó sobre la cama, meditó lo que estaba a punto de hacer y antes de poder arrepentirse fue tras ella, dejando caer sus prendas en el camino.

Sienna dio un ligero brinco al sentir la presencia de Hassan a su espalda, ella ya estaba bajo la lluvia artificial, su cuerpo estaba húmedo por el agua. Sin embargo, el calor de las manos de Hassan le quemó la piel y su boca tocando su piel fue como un cerillo incendiando su deseo.

“Lo siento”, murmuró Hassan, escondiendo su rostro entre el cuello y el hombro de Sienna, atrapando su cintura con sus manos y pegando su cuerpo desnudo contra el suyo.

“¿Por qué te disculpas?”, preguntó Sienna, cerrando la llave y limpiándose el rostro.

“Por todo lo que te he hecho pasar, te prometo que pronto terminará”, dijo.

Sienna se giró entre sus brazos, llevó su mano hasta el mentón de Hassan y lo miró a los ojos.

“Sé que nada en la vida es fácil, Hassan, que quizá esta no sea la única prueba que tengamos que enfrentar, pero mientras nuestro amor sea fuerte y verdadero, estoy segura de que vamos a superarlos siempre”, dijo con seguridad.

Sienna no se engañaba y sabía muy bien que, si algo iba mal con la investigación, Hassan podía terminar casándose con Nayla, aun asi, ya no estaba dispuesta a darle tregua a la hiena de su suegra y a la arpía que había tratado de venderse como buena.

“Asi será, nuestro amor será más fuerte que el tiempo”, murmuró.

“Si después de la muerte existe otra vida, quiero vivirla siempre contigo, Sienna”, añadió.

Sienna cerró la distancia entre ellos, sus labios se unieron a los labios de Hassan fundiéndose en un apasionada beso.

Hassan sintió un profundo alivio en su corazón, tomó el cuerpo de Sienna haciendo que enredara sus piernas en su cintura y la sacó de la ducha, la llevó a la cama sin importar que sus cuerpos estuvieran mojados, él no pensaba en nada más que demostrarle a Sienna todo su amor.

Sienna se abrió para Hassan, dejó que sus besos la llevaran a tocar el cielo con las manos, mientras sus caricias la hacían arder como si fuera un trozo de leña seca en la hoguera.

Hassan abandonó los labios de Sienna, se deslizó por su mentón y cuello, acarició sus dos redondos pechos, dejando un sendero por su pecho, deleitándose en su v!entre plano antes de perderse en su intimidad. Sienna apretó las sábanas al sentir la lengua de Hassan tocar su feminidad, la manera que le hacia el amor con la boca fue arrebatador, sentir sus dedos, abrirse paso en su interior la llevó su primer org%smo.

“¡Hassan!”, gritó enloquecida por la fuerza de su liberación, por el placer que le recorrió cada centimetro de su cuerpo. Hassan gruñó al sentir las paredes intimas de Sienna cerrarse sobre sus dedos.

“Sienna”, susurró abandonando aquel calor e irguiéndose sobre ella para tomar sus labios.

La joven echó la cabeza atrás al sentir los labios de Hassan reclamar su boca, abrió sus labios y lo recibió con gusto y placer, mientras sus pieles se restregaban entre sí, sus partes íntimas entraron en contacto y todo lo demás desapareció por completo.

Hassan penetró aquella intimidad, haciéndose un solo ser, entregándose por completo a su amor y al placer que solamente ellos juntos podían experimentar. Sienna se perdió y dejó que Hassan la llevara a donde quisiera, entregó su voluntad por completo mientras olas y olas de placer barrían por su cuerpo, erizando su piel como si tuviera frío, cuando en realidad era un horno ardiendo en su máximo esplendor.

Pronto la habitación se convirtió en una ardiente hoguera, los g$midos roncos y apasionados junto a los golpes de dos cuerpos golpeándose entre si era todo lo que podía escucharse. Los amantes se entregaron por completo cabalgando juntos en busca del éxtasis que no se les negó por mucho tiempo y cuando llego fue como una bomba nuclear que barrió con todo pensamiento y razonamiento, dejando en su lugar placer y gozo.

Sienna se aferró a la espalda de Hassan, mientras el la penetró un par de veces más hasta vaciarse en su cálido interior, haciendo que de sus gargantas saliera un g$mido ronco y salvaje. Cayendo sobre las sábanas húmedas por el agua y su placer.

“Te amo”, susurró Sienna.

Hassan la miró con amor infinito.

“Y yo te amo a ti, Sienna. Es por eso que te prometo amarte apasionadamente, en todas las formas posibles, ahora y para siempre”, pronunció Hassan.

Sienna le sonrió, en su boda él no había hecho ningún voto, pero esta promesa que le hacía era la más hermosa de todas.

“Para siempre”, susurró Sienna, buscando sus labios nuevamente, mientras un par de lágrimas se derramaban de sus ojos, pero no eran de tristeza ni de dolor. Eran de felicidad.

En los siguientes días, Hassan se dedicó a amar a Sienna y tal como había prometido, se entregó en cuerpo y alma. Se ocupó de complacerla en todo, hasta sus más mínimos deseos con tal de verla feliz.

Entre tanto, Sienna comprendía que esa paz que estaba viviendo podía ser efímera, pues el asunto de Nayla seguía siendo un problema grave. Era como la espada de Damocles que se balanceaba con peligro sobre sus cabezas, pero fuera lo que fuera estaba dispuesta a enfrentarlo como una fiera, no estaba dispuesta a entregarle a Hassan por nada del mundo.

“¿Hassan?”, pregunto Callie aquella tarde, mientras Sienna miraba la impresionante ciudad desde su alcoba.

“Tuvo que irse a la fábrica, no podemos olvidar que tiene compromisos”, respondió con una ligera sonrisa en los labios, pues esa mañana, antes de irse, habían hecho el amor como dos locos que no podían apartar las manos de sus cuerpos.

“¿Eres feliz, Sienna?”, preguntó la joven, sentándose al lado de su amiga.

“Como nunca imaginé que lo sería, Hassan es el amor de mi vida”.

“¿Eres consciente que las cosas pueden ponerse feas?”

Sienna se giró para ver a su amiga, sabía que su pregunta no llevaba maldad, sino una dosis de realidad.

“Lo sé y estoy dispuesta a luchar. Si Nayla y la hiena se salen con la suya y Hassan termina casándose con ella, no seré un problema, seré una solución. Hassan es mío y puedo compartir su apellido con otra, porque sé que su cuerpo y su corazón solo me pertenecen a mí”, aseguró.

Callie parpadeó.

“¿Lo dices en serio?”

Sienna se apartó del balcón, caminó a la sala de su habitación y asintió.

“Hassan es mío de la misma manera que yo soy de él, confío en su amor”, reiteró.

Callie asintió.

“Estoy segura de que habrán de encontrar una buena salida a todo esto, Sienna, las hienas no pueden salirse con la suya. No pueden ir por la vida manipulando a la gente y comprando voluntades. ¡Merecen un castigo por sus acciones!”, exclamó Callie.

Estaba molesta por el trato que le habían dado a Sienna, molesta por la participación de Farid en todo eso. Sobre todo, molesta consigo misma porque, a pesar de todo, no dejaba de pensar en él.

Callie gruñó sin poder evitarlo.

“¿Qué pasa?”

“Nada, no es nada”, respondió Callie.

Sienna asintió, caminó hacia su tocador y cogió una pequeña caja que guardaba en el cajón.

“Ten”, dijo extendiéndola en dirección de su mejor amiga.

“¿Qué?”

“Hassan la compró para ti”, dijo.

“Aunque fui yo quien la eligió”, añadió con una ligera sonrisa.

Callie tomó la pequeña cajita en sus manos y abrió la tapa, en ella había un collar de jade en forma de una gota de agua.

“Es precioso”, murmuró la chica.

“Es la manera de Hassan para decirte ´gracias´”, susurró Sienna.

“No tienes nada que agradecerme, Sienna. Vine porque me preocupaba no saber de ti, no para que me compraras regalos”.

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