La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 45
Capítulo 45:
“No fue mi intención, padre, te juro por mi vida. Jamás haría algo que te llenara de vergüenza ante nuestra sociedad”, chilló.
“¿Me estás diciendo que te ha forzado a yacer con él?”, preguntó Anás apretando los puños.
Nayla asintió.
“¡¿Cómo pudo suceder?!”, gritó Anás rompiendo el primer jarrón que se encontró a su paso.
Nayla se encogió sobre sus pies y miró a su padre.
“Te lo juro, padre”.
Anás miró a Azahara.
“Exigiré que se repare esta falta”
“No creo que Hassan quiera casarse con Nayla”.
“¡Entonces tendrá que asumir las consecuencias de sus actos, pondré una demanda por abuso en su contra!”, sentenció, haciendo que el rostro de Nayla perdiera todo el color.
“¡No! ¡No, por favor, padre, no lo hagas! Pide que se celebre la boda, pero no hagas nada más”, rogó.
“Nayla”.
“No quiero que nadie más sepa lo que ha pasado, padre. Si llevas esto a la justicia, estaré en boca de todas las personas. Todos me mirarán y señalarán, no podré seguir viviendo con la vergüenza, ¡Antes prefiero morir!”, gritó levantándose del piso y corriendo por los pasillos de su casa para encerrarse en su habitación.
Anás y Azahara se vieron detenidamente.
“Hassan tiene dinero suficiente para arruinarnos”, susurró Azahara.
“No debí aceptar ese trato absurdo con Zaida, solo me ha traído problemas y me ha llenado de vergüenza”, se lamentó Anás.
“Siempre existe la posibilidad de que Nayla mienta”, dijo Azahara.
“Basta, Azahara, no sabes lo que dices”, la interrumpió Anás antes de que ella dijera algo más.
“Hassan está investigando, hay hombres preguntando aquí y allá, no sé exactamente lo que buscan. Me preocupa Nayla, la condena por mentir y lanzar falsas acusaciones es severa, desde flagelaciones a prisión”, dijo.
“He dicho que ha sido suficiente, antes de pensar en tu sobrino, deberías pensar en mi hija, mi única hija”, gruñó Anás con enojo y cierto rencor en la voz.
Azahara se llevó la mano a su v!entre y sollozó, su matriz estaba seca y solo la crianza de Nayla la hizo sentir mejor, le ayudó a no perder su lugar como esposa de Anás y no ser repudiada por su incapacidad de darle hijos.
Azahara sollozó, no creía a su sobrino capaz de una bajeza como esa, pero su lealtad debía estar con su marido y su hija. Por lo que caminó a la habitación de Nayla, tenía que tranquilizarla y prometerle que iba a ayudarle. Sin embargo, Azahara se llevó el susto de su vida al encontrar a Nayla sobre la cama y manchas de sangre junto a ella.
“¡Nayla!”, gritó.
…
Hassan contempló el rostro sereno de Sienna, se había quedado dormida al final de la tarde luego de probar bocado.
“Hay que dejarla descansar, la ha pasado realmente mal”, dijo Callie en tono bajo, mientras Hassan cubría el cuerpo de Sienna con una fina sábana.
“Todo esto es mi culpa, no debí traerla y lo peor es que cuando me di cuenta de que no debí hacerlo, no hice nada por llevarla de aquí. No hice nada para protegerla de mi madre”, comento.
“Tendrás que perdonarme por lo que voy a decirte, pero como dice el dicho, el casado casa quiere. No puedes vivir bajo el techo de tus padres toda la vida, Hassan. Tienes que saber quién es más importante en tu vida, Sienna o la hiena de tu madre”, pronunció sin que le temblara la voz, aun sabiendo que podía ser reprendida o incluso castigada por sus palabras.
Sin embargo, Hassan ni siquiera se molestó, sus ojos estaban fijos sobre el rostro de Sienna.
“Nos iremos de aquí, obviamente no puedo dejar el país hasta que descubra quien ha organizado toda esta farsa y limpiar mi nombre”, dijo Hassan poniéndose de pie.
“Entonces, ¿A dónde irás?”
“Iremos, tu vienes conmigo, prepara la maleta de Sienna, apenas despierte, estaremos volando de regreso a Abu Dabi, me la llevaré de aquí”, ordenó.
Callie asintió, miró a Sienna y se puso manos a la obra.
A la mañana siguiente y antes de que Sienna abriera los ojos a la luz de un nuevo día que presagiaba ser un mejor día que los anteriores, Hassan se reunió con Assim, solicitó todo lo que necesitaba para demostrar su inocencia.
“Entonces, ¿Se marchará?”, preguntó Assim tras recibir las órdenes de Hassan.
“No puedo dejar el país, viajaré a Abu Dabi, no quiero someter a Sienna a más de toda esta m!erda que nos rodea, necesito que también tengas listo los papeles de las empresas fuera del país”, dijo.
Assim anotó todo, tal cual como Hassan lo solicitaba.
“Me reuniré con usted apenas tenga toda la información, señor”, indicó Assim con prontitud.
“No es necesario, una vez tenga todas las pruebas que necesito volveré y haré que el peso de la ley caiga sobre todos los que han confabulado en mi contra con la intención de herir a Sienna”, anunció.
Assim asintió.
“Los papeles de las empresas extranjeras…”
“Envíalos en formato digital, es todo lo que necesito”.
“¿Qué es lo que hará, mi señor?”, preguntó Assim ante el misterio de Hassan.
“Ya te lo diré una vez que llegue el momento”, aseguró.
Assim asintió, hizo una ligera reverencia y salió de la habitación, mientras Farid entraba en ella.
“¿Qué es lo que haces aquí?”, preguntó Hassan con prontitud, aún no descartaba la ayuda de su hermano en todo ese embrollo en el que lo habían metido.
“Lo siento, mi idea no resultó ser lo que esperaba”.
“Parece que tu colaboración con nuestra madre es mucha más intensa y grave de lo que pensé”, dijo Hassan levantándose de la silla.
Farid carraspeó.
“No tuve nada que ver con lo sucedido, Hassan”, replicó.
“¿Esperas que te crea?”
“No me afecta si no lo haces, Hassan. Sin embargo no tengo motivo alguno para mentirte”.
“¿No le dijiste a la hiena de nuestra madre que iba a reunirme con Anás esa noche?”, preguntó directo a la yugular.
Farid bajó la cabeza.
“Tenía que hacerlo, de una u otra manera iba a enterarse, no es como si ella no fuera a enterarse”, respondió.
“¡Eres peor de lo que imaginé, no te creí capaz de tal bajeza!”, gritó Callie detrás de él.
Farid cerró los ojos al escucharla, mientras Adila entraba a la habitación.
“El señor Anás pide verlo con urgencia”, dijo la mujer.
Hassan se paró como un rayo, caminó hacia la puerta, salió y dejó a Farid y Callie solos.
“Callie”, dijo Farid al ver las intenciones de la joven de abandonar la habitación.
“No me toques”, pidió Callie al sentir la mano de Farid sobre la suya.
“Escúchame”, pidió.
“No tengo nada que hablar contigo, no hay nada que puedas decirme que me haga pensar diferente, tú solo te has encargado de dejarme claro la clase de hombre que eres. ¿Sabes el dolor por el que Sienna ha pasado gracias a tu amable “colaboración”?”, preguntó con mordacidad.
Farid negó.
“No participé en nada más, de verdad pensé que estaba ayudando a Hassan”.
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