La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 39
Capítulo 39:
“¡No puedes obligarme a hacer algo que no quiero! ¡No hablaré con un hombre que solo me ha usado para sus propios planes!”, gritó Callie perdiendo la paciencia.
Farid se apartó de la cama y la joven salió de tras de él, teniendo una ligera esperanza en el corazón, deseando que todo fueran ideas suyas, pero él se mantuvo callado, cosa que desesperó a Callie.
“Niégalo, Farid. Dime que no te acercaste a mi sabiendo que era la amiga de Sienna y que no me hiciste todas esas preguntas para saber de ella y las condiciones de su matrimonio”, pidió.
Farid se alejó otro paso de ella, pues desde el momento que ambos subieron al avión había sabido quien era Callie Costner y cuál era su motivo de viaje a Los Emiratos Árabes, incluso había despedido al capitán de su avión privado para volver en un vuelo comercial.
Sabía más de lo que Callie podía imaginar.
“Estás alterada, no creo que entiendas razones”, comentó.
“Eres un cobarde y yo considerándote bueno”, murmuró Callie con lágrimas en los ojos.
Farid no se giró, no pudo hacerlo, así que, optó por marcharse. Luego encontraría una manera de disculparse con Callie, las cosas no eran como ella las pensaba, por lo menos no todas.
Entre tanto, Callie cayó sentada sobre la cama, gruesas lágrimas se desbordaron por sus mejillas, mientras se llevaba una mano sobre su pecho. Dolía, su corazón se estremeció cuando fue embargado por el sabor amargo de la desilusión, ella tontamente había imaginado que le gustaba a Farid, incluso se había hecho su propio cuento.
El sollozo que dejó escapar de su garganta fue abrumador y Farid estuvo tentado a volver a la habitación, pero sabía que sería otro error que no debía cometer, por lo que se retiró a su habitación.
Farid nunca se arrepentía de sus acciones, pero en esta ocasión estaba seguro de que si podía retroceder el tiempo haría mejor las cosas. Callie se había metido bajo su piel sin siquiera tocarla, era su sonrisa, su manera de ser y sus atenciones.
“¡Maldición!”, exclamó una vez que estuvo en la privacidad de su habitación, donde no había quien lo vigilara y controlara. El segundo lugar donde se sentía libre, el primero era al lado de Callie.
A la mañana siguiente, Callie, Sienna y Hassan se reunieron para el desayuno antes de que el Emir volviera a ocuparse de los negocios.
“Disfruta tu día”, dijo Hassan para despedirse de Sienna.
Ella le sonrió.
“Te estaré esperando ansiosa”, respondió, acercándose a él para darle un beso en los labios.
A Sienna no le importó si eso era correcto o no, tampoco si su suegra la estaba mirando o alguien le fuera a contar. Ella estaba haciendo exactamente lo que hace un matrimonio occidental, despedir a su marido con un beso y que se escandalizara quien quisiera. Ella era la esposa y todos los demás solo les quedaba soportar.
“Volveré”, prometió Hassan dándole otro beso.
“Ten un buen día, Callie”, añadió antes de retirarse.
Callie suspiró.
“Ahora entiendo por qué te has enamorado de él”, dijo.
Sienna sonrió.
“Ni siquiera sé cómo sucedió, cuando me vine a dar cuenta, Hassan estaba metido en mi corazón”, comentó.
“¿Y qué piensas hacer si tu suegra insiste con la boda?”, cuestionó Callie.
“Solamente me queda confiar en Hassan, sé que no va a defraudarme”.
“Le tienes mucha fe”, comentó al tiempo que Farid aparecía en su campo de visión, pero estaban lo suficientemente lejos como para intercambiar palabra alguna.
“Le tengo confianza, Callie, confianza y amor”, confesó.
Callie sonrió, apartó la mirada de Farid y se concentró en Sienna.
“Tu suegra es una auténtica bruja, no creo que te deje el camino fácil y menos con todo lo que me has contado de ella”, dijo.
“Lo sé, Callie, pero todo lo que Hassan y yo podemos hacer es esperar que nuestros sentimientos sean más fuertes que los intentos de Zaida por separarnos”, respondió.
Callie asintió.
“¿Volvemos?”, preguntó la joven al darse cuenta de que Farid seguía viendo en su dirección.
Sienna asintió, también habían visto a Farid, pero no quería tocar de nuevo el punto con Callie, ya Hassan estaba haciendo sus propias investigaciones.
Entre tanto, Zaida se apartó de la ventana y miró a Halima, su fiel criada.
“¿Lo ha besado?”
“Si, mi señora”, respondió de inmediato.
“Esa mujer no tiene ni una sola pizca de vergüenza, no es la mujer adecuada para mi hijo”, pronunció con enojo.
“Lo sé, mi señora, pero el Señor Hassan está embrujado por ella, si quiere.. yo puedo ayudarle”, comentó.
Zaida se giró para mirarla.
“¿Ayudarme?”
“Sí”.
“¿Cómo puedes ayudarme?”, cuestionó.
Halima miró a todos lados, como si alguien pudiera llegar a escucharla, se acercó a su señora y le susurró al oído.
El rostro de Zaida cambió varias veces, pasó de la sorpresa a la complicidad, pues no le importaba lo que tuviera que hacer con tal de echar a Sienna de su casa y de la vida de su hijo.
“¿Sabes que si llegan a descubrirlo, puedes perder la cabeza?”, preguntó Zaida.
“Lo sé, aun asi, confío en usted”, respondió.
Zaida asintió.
“Esperaremos el mejor momento, mantente al tanto”, ordenó.
Halima hizo una reverencia y se marchó de la habitación de Zaida, mientras la mujer sonreía.
“Disfruta mientras puedas Sienna Mackenzie”, susurró con regocijo.
Horas más tarde, Jenna se encontró con Nayla, su prima y mejor amiga la había citado en su casa, no sabía exactamente para qué, pues ella no podía hacer nada para ayudarle.
“Tienes que ayudarme, Jenna. Hassan no puede romper el compromiso entre nosotros, seré el hazmerreír de toda la sociedad y ningún hombre volverá a tomarme en serio como esposa”, lloró.
Jenna sintió pena por Nayla, su corazón dolió por ella.
“No puedo hacer nada”.
“¡Eres mi mejor amiga!”, refutó Nayla, caminando de un lado a otro con desesperación.
“No puedo intervenir en la vida de Hassan, mi madre no debió hacer lo que hizo y tus padres no debieron aceptar, la culpa no es de mi hermano”, recalcó Jenna.
“Habla con Sienna, dile que no seré un obstáculo entre ellos, que aceptaré vivir sola, pero no quiero ser rechazada por Hassan, no podría vivir con la vergüenza, Jenna. ¡Preferiría estar muerta!”, gritó Nayla echándose a llorar con más drama que antes.
Jenna se asustó al escucharla.
“No puedes hablar a la ligera, Nayla”.
“No soportaré vivir señalada como la rechazada, ¡Ayúdame, Jenna, por favor!”, suplicó.
Jenna trató de calmarla, pero nada sosegó a Nayla y su llanto cada vez fue más escandaloso.
“Nayla”.
“Ayúdame, así como yo lo he hecho contigo, Jenna”, dijo de repente.
“Tu secreto ha estado a salvo todo este tiempo”.
Jenna sintió un nudo crecer en su garganta y robarle el aire.
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