Capítulo 37:

Sienna no se convenció de sus palabras.

“No nos engañemos, Nayla…”

“Te juro que es la verdad, papá se negó a entregarme y mi tía pidió hablar a solas con él y antes de que pudiera saber lo que hablaron, mi padre ya había cedido ante los deseos de mi tía. ¡No fue mi culpa! No quiero ser una piedra entre tú y Hassan”, aseguró.

Sienna la miró, Nayla lloraba como una Magdalena, una sensación de molestia se instaló en su pecho, ella también había llorado así cuando su madre la había presionado a aceptar el trato con Hassan Rafiq. Había renegado de su suerte, de su vida y se había sentido traicionada por su padre por haber hecho las cosas a sus espaldas.

“En este país no tengo ninguna otra opción, Sienna, mientras viva estaré sometida a voluntad de mis padres o de mi marido, nunca seré libre”, lloró.

Sienna no podía negar la veracidad de sus palabras, por lo menos con lo referente a las leyes y la cultura.

Nayla estaba obligada a obedecer a sus padres, incluso si no estaba de acuerdo. Ni siquiera se les permitía trabajar sin el permiso debido del hombre que estuviera con ellas, sea padre o esposo.

“Si Hassan y yo llegamos a casarnos, te prometo que estaré alejada de él tanto como pueda, no voy a molestarlos”, insistió.

Sienna la miró y salió de la habitación, dudaba mucho que Nayla siendo la esposa de Hassan cumpliera su promesa, aun así, esperaba que su marido lograra echar por tierra ese compromiso. Él se lo había prometido y ella no estaba dispuesta a compartir con nadie, ni siquiera su apellido de casada.

Mientras tanto, Hassan esperó a que su madre dijera algo, cualquier cosa, sin embargo, ella estuvo callada y lo miraba con severidad.

“Me has humillado”, dijo finalmente.

“¿Humillarte? No hice nada, madre. Todo lo has hecho tú, ¿Qué te ha hecho pensar que necesito una segunda esposa? ¡¿Qué te hace suponer que la quiero?!”, exclamó perdiendo la paciencia.

“¡Ten cuidado con el tono en el que me hablas, Hassan, sigo siendo tu madre!”, gritó Zaida perdiendo la compostura.

“Ahora mismo te veo como mi enemiga y no como mi madre”, soltó.

Zaida se encogió como si Hassan la hubiese golpeado y su rostro fue de evidente dolor.

“¿Cómo puedes hablarme de esa manera?”preguntó.

“Soy tu madre y todo lo que quiero es lo mejor para ti, toma a Nayla como tu esposa y terminemos con las habladurías de la gente por tu matrimonio con esa extranjera”.

“Sienna, se llama Sienna, mamá. No esa mujer, ni la extranjera ¡Su nombre es Sienna Rafiq!”, gritó.

Zaida se mordió el interior de su mejilla, apretó los puños y luchó por controlarse.

“El compromiso ha sido anunciado y tanto Anás como Azahara están de acuerdo, no voy a faltar a mi palabra”, dijo.

Hassan gruñó.

“No me importa lo que tengas o como tengas que hacerlo, madre, pero tienes dos semanas para liberarme de este compromiso que no quiero y tampoco necesito”, dijo antes de salir de la habitación.

Zaida gruñó.

“Te casarás con Nayla por las buenas o por las malas…”, juró.

Hassan salió de la habitación con la intención de encontrar a Sienna, no quería pensar en todas las ideas que podía estar pasando por la cabeza de su esposa, él no iba a permitirle siquiera dudar de su palabra.

“Hassan”, la voz temblorosa y el cuerpo de Nayla le impidió avanzar hacia su objetivo.

De todas las personas que deseaba ver a hora, su prima no era una de ellas.

“Apártate, Nayla”, ordenó, ella bajó la cabeza, pero no se movió.

“Necesitamos hablar, Hassan”.

“No hay nada que decirnos, mi madre y tú se han equivocado totalmente si creen que un anuncio oficial podrá obligarme a hacer algo que no deseo”, atacó sin piedad.

Hassan estaba lo suficientemente molesto por las acciones de su madre y el hecho de que Nayla lo aceptara, lo hacía mucho peor.

“Yo no decidí nada, solo me queda obedecer. No me culpes por favor”, rogó.

“Ahora mismo no tengo palabras buenas para decir y si insistes en retenerme solo conseguirás palabras hirientes de mi parte y te aseguro que no podrás olvidarlas jamás”, refutó Hassan, tenia prisa y verse privado de su objetivo, lo irritaba más.

“¡Hassan, por favor! No me mires como tu enemiga, no tengo más opciones y lo sabes”, sollozó Nayla tratando de convencerlo.

“No quiero hablar contigo”, espetó, moviéndose a un lado y pasando de Nayla, dejándola en el pasillo de camino a la biblioteca.

Nayla giró el rostro, achicó sus ojos que fueron como dos ardientes tempestades.

“Lo quieras o no, serás mío Hassan, ni el cielo podrá impedir nuestra unión. Así que disfruta de tu extranjera mientras puedas”, gruñó, limpiándose las lágrimas con molestia.

Nayla solo tuvo un objetivo desde niña y ese no era otro que convertirse en la esposa de Hassan y formar parte de la familia más prestigiosa del país.

Entre tanto, Hassan buscó a Assim, la situación con el consejero era tensa, pero decidido a darles una oportunidad, trató de que las cosas no parecieran tan formales y distantes.

“Señor”, dijo Assim poniéndose de pie tan pronto como lo miró entrar en su habitación.

“Averigua todo lo que puedas sobre Farid y su relación con Callie”, ordenó.

“Estoy en eso, señor, y le tengo noticias. El Señor Farid le ha dado la casa al norte de la ciudad para que pueda vivir, también le entregó una tarjeta para sus gastos, lo que parece extraño es que omitió su apellido, no sé cómo le hizo”.

“Como lo haría el presidente del banco”, respondió Hassan.

Farid estaba a la cabeza del Banco Central y era evidente que había hecho de las suyas imprimiendo un plástico que le dejara gastar dinero, sin que su nombre se vinculara a la Familia Rafiq y de esa manera mantener su identidad en privado. Aquel detalle solo aumentó las sospechas de Hassan, pensando que su madre tenía las manos metidas hasta el fondo en todo eso.

“A penas tenga algo más de información se lo haré llegar, señor”, dijo Assim ante el silencio prolongado entre ellos.

“Estoy contando con eso, Assim, no me falles”, dijo.

El consejero asintió e hizo una reverencia para despedir a su jefe, pero Hassan se detuvo frente a la puerta y con la mano sobre el pomo.

“Recuerda tener cuidado con Jenna, mi madre esta alborotada con el anuncio de la boda, pero no te confíes de ella, no permitas que mi hermana se vea envuelta en ningún escándalo”, agregó.

“Haré las cosas bien, señor”, aseguro.

Hassan quería confiar que su hermana y Assim tendrían tiempo para saber enfrentarse a lo que estaba por venir.

El Emir giró el pomo y salió, ahora sí, iba a buscar a Sienna y a convencerla de que solo era ella la única mujer que quería en su vida, así fuera a punta de caricias, pero lo haría. Sin embargo, no llegó a entrar por completo a la habitación cuando escuchó la voz de Callie.

“¡¿Cómo que fuiste condenada a recibir cinco latigazos?!”, gritó la joven escandalizada.

“No grites, no quiero que nadie más lo sepa, Callie”, dijo en un bajo susurro.

Hassan terminó de entrar y cerró la puerta detrás de su espalda, no quería arriesgarse a que alguien más escuchara a su esposa.

“Pero es algo atroz, Sienna, ¡Dios, no quiero pensar en todo lo que ese bruto te ha hecho!”, exclamó Callie.

Sienna sonrió.

“En realidad no pensaba decirte todo lo que hemos hecho”, convino la joven.

“¡Sienna!”

“Deja de gritar, Callie y escúchame”, pidió Sienna.

“Hassan no es el hombre que creí que seria. Es duro algunas veces, pero también puede ser un hombre dulce y amoroso”.

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