La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 33
Capítulo 33:
Hassan miró a Sienna de manera intensa, ella nunca le había dicho aquellas simples y profundas palabras, habían hecho el amor tantas veces, pero sus labios no habían pronunciado aquel “te amo” y él jamás imaginó que tan profundo podía llegar a sentir al escucharlo.
“Puedes cerrarlos ojos a la realidad, Hassan, pero no a la verdad”, dijo Sienna luego de que él no reaccionara ante su confesión.
Hassan parpadeó cuando Sienna se alejó de él con intención de abandonar la habitación.
“¡Sienna!”, gritó, haciendo que ella se detuviera frente a la puerta, pero sin girarse.
“Aunque los separes, aunque envíes a Jenna lejos o castigues a Assim, no podrás evitar que ellos se amen”, pronunció Sienna girando el pomo de la puerta.
Sin embargo, no llegó a salir, las manos de Hassan se aferraron a su cintura.
“No te vayas”, pidió, enterrando el rostro entre el cuello y los hilos de oro de Sienna.
“No puedo quedarme y compartir la cama con un hombre que no es capaz de sentir el dolor ajeno. Que no es capaz de comprender que para el amor no existe diferencias sociales, ni culturas, ni etnias. El amor es simplemente amor, Hassan”, pronunció antes de liberarse y salir de la habitación.
Sienna sabía que estaba poniendo en peligro su matrimonio, pero estaba dispuesta a hacerlo, ella no podía cambiar a una nación entera, pero podía intentar hacerle ver a Hassan que en el corazón no se podía mandar…
Entre tanto, Hassan se quedó parado en el umbral de la puerta, viendo como Sienna se alejaba, un par de lágrimas cayeron por sus mejillas. ¡Era la primera vez que lloraba por una mujer!
Sin embargo, el sentimiento de traición aún seguía siendo fuerte dentro de él y no se alejó durante toda la noche y así continuó durante los siguientes dos días y lo peor es que Sienna también lo había dejado. Ella no acudió más a su habitación.
Hassan echó la cabeza atrás sobre el respaldo de su silla, debían volver al día siguiente a Dubái, pero no quería hacerlo en aquellas condiciones, de hecho, llegó a considerar declinar la invitación de su madre. No obstante, su padre no se merecía quedar plantado por él.
Los pensamientos de Hassan se vieron interrumpidos cuando la puerta se abrió de manera abrupta, su corazón latió al imaginarse que se trataba de Sienna, sin embargo, no era su esposa, sino su hermana.
Jenna no sabía que más hacer con respecto a Assim, no tenía noticias de él y tenía miedo de que algo malo le sucediera. Tampoco podía soportar la culpa que pesaba sobre sus hombros, luego de saber que Sienna y Hassan se habían distanciado.
“¿Qué haces aquí?”, preguntó y sin dejarle responder añadió
“deberías estar preparando las maletas para volver a Dubái”.
Jenna miró a su hermano.
“Castígame todo lo que quieras, Hassan, pero no lo hagas con Assim”, dijo pese al miedo que sentía, su voz salió fuerte, natural y decidida.
Hassan se puso de pie y salió de detrás de su escritorio sin apartar la mirada del rostro de su hermana.
“¿Aceptarás la culpa y el castigo por sus actos?”, preguntó con seriedad, no como hermano sino como el jefe de familia.
“Haré lo mismo que tú hiciste por Sienna, si tengo que sacrificar mi piel, lo haré sin dudarlo”, aceptó la joven.
“Jenna…”
“Estoy enamorada, Hassan, exactamente de la misma manera que tú lo estás de Sienna, quiero protegerlo de la misma manera que tú lo haces con ella. ¡No fue su culpa, Hassan!”, gritó casi al borde de la desesperación, pues no encontraba otra manera de transmitirle a su hermano su sentir.
“i¿No fue su culpa?! Estaba a punto de…”, Hassan se detuvo abruptamente, porque la visión de su hermana sobre su escritorio habría sido demasiado y no tenía estómago para imaginarse lo que hubiera podido suceder si él no llegaba a interrumpirlos.
“Assim huyó de mí tanto como pudo, pero yo insistí e insistí hasta acorralarlo, no puedes culparlo y castigarle solo a él, Hassan”.
“¿Han tenido intimidad?”, preguntó, haciendo que Jenna se sonrojara.
Entre tanto, Sienna apretó los puños detrás de la puerta, había estado animando a Jenna a hablar con Hassan, pues se dio cuenta de que ella podía insistirle toda una vida, pero jamás sería lo mismo, porque ella no podía expresar el sentir ni de Jenna, ni de Assim. Sin embargo, no esperó que Hassan le hiciera una pregunta muy personal, no lo había contemplado y no la preparó para ello.
“Jenna…”, la voz seria de Hassan sacó a Jenna y Sienna de sus pensamientos.
Sienna detrás de la puerta, solo pudo esperar a tener la respuesta de su cuñada y la reacción de su marido. Odiaba estar en aquella encrucijada.
“No, no hemos intimado”, respondió, la voz de Jenna era temblorosa.
“¿Esperas que te crea?”, cuestionó.
Sienna bufó, ya le importaba poco si Hassan la escuchaba o no, su marido estaba comportándose como un idiota.
“Estoy dispuesta someterme a las pruebas que consideres necesarias hacer, Hassan”, se ofreció la muchacha y Sienna se quedó en la luna.
Hassan miró a su hermana y luego a la puerta, sabía que Jenna no habría tenido el valor de venir hasta él si Sienna no estuviera detrás de ella.
“¿Estás dispuesta a someterte a la prueba de virginidad?”, preguntó y el sonido que salió de la garganta de Sienna al otro lado de la puerta fue como un gruñido animal.
“¡Estás completamente loco, Hassan! ¡Se supone que debes velar y proteger a tu hermana, no someterla a un acto tan humillante!”, gritó Sienna entrando a la habitación.
Hassan miró con fascinación a Sienna, enfrentándose a él por defender a Jenna, una chica que no tenía ningún vínculo de sangre con ella, pero la defendía como una leona.
“¿Por qué me miras así?”, cuestionó Sienna al ver que la mirada que Hassan le dedicaba no era de enojo.
“¿Supongo que tengo que rendirme ante ti?”, preguntó Hassan dejando confundidas a ambas mujeres.
“¿De qué hablas?”
Hassan volvió a su silla y escondió su cuerpo detrás del escritorio, dos días habían sido suficiente castigo por parte de Sienna, no necesitaba más.
“No puedo luchar contra el amor, ¿No fue eso lo que me dijiste?”, cuestionó con seriedad.
“Exactamente”, respondió Sienna mirándolo con desafío.
“Bien, haré volver a Assim.”
“¡De verdad!”, gritaron las mujeres al unísono, interrumpiendo las palabras de Hassan.
“No canten victoria, porque las cosas no serán como antes. Assim volverá a ocupar el lugar que le corresponde y tú, Jenna, tendrás que mantenerte alejada de él.
“¡¿Qué clase de piedad es esa?!”, gritó Sienna, interrumpiendo a Hassan de nuevo.
“Guardarán las distancias necesarias hasta que Assim tenga el valor de hablar con nuestros padres y pedir su bendición para su unión”.
El color desapareció de las mejillas de Jenna, sabía que eso no iba a ser posible, su padre quizá podía aceptarlo, pero ¿Su madre?
“Estoy condenada”, susurró la joven.
“Eso no me parece tan justo”, intervino Sienna, no era su asunto, pero ella no podía dejar de opinar.
“Voy a apoyarte, pero no haré todo el trabajo. Si tu amor es tan fuerte como dices, podrá superar todas las pruebas que se atraviesen o nunca sabrás si es o no amor verdadero”, pronunció Hassan.
Sienna miró a su marido, él tenía sus ojos puestos fijos en ella y algo en el pecho de Sienna se calentó de una manera que jamás había experimentado.
“Gracias”, Jenna hizo una ligera reverencia que Hassan no miró.
“Puedes irte”, ordenó.
Jenna no escuchó dos veces la orden y salió corriendo de la habitación, Sienna por su parte estaba muy dispuesta a marcharse con ella.
“No he dicho que puedes marcharte”, soltó Hassan levantándose con la velocidad de un rayo.
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