Capítulo 32:

Como Emir y como hombre se sentía profundamente traicionado por Assim, a quien habría sido capaz de confiarle su vida…

Assim hizo una profunda reverencia que Hassan no se molestó en mirar, sus ojos estaban puestos sobre las luces que se filtraban por el ventanal.

“Assim”, sollozó Jenna al verlo marcharse sin verla. El consejero salió y cerró la puerta detrás de él, dejando escapar un par de lágrimas cuando el grito de Jenna llegó a sus oídos.

“¡No! ¡No te vayas, Assim! ¡No!”, sollozó, dejándose caer por completo sobre el piso, ante los pies de su hermano.

Hassan tuvo que mantenerse firme para no inclinarse y tomarla entre sus brazos, pero Jenna no tenía ni idea de lo que sus acciones podían provocar a Assim y a ella misma.

“Levántate”, ordenó con voz neutra.

“Hassan, por piedad, no me hagas esto. No ha sido su culpa”, sollozó, sin embargo, Hassan no quería escuchar, salió de la biblioteca y se dirigió a su propia habitación, mientras Jenna se convirtió en un mar de lamentaciones y llanto.

Hassan hizo un esfuerzo sobre humano para no volver y sostenerla entre sus brazos, apresuró los pasos y se alejó para buscar un poco de paz en los brazos de Sienna.

A la mañana siguiente y sin contar con Assim, Hassan se vio obligado a salir a tempranas horas del palacio, razón por la cual no quiso molestar a Sienna y se marchó sin despedirse, tenía que resolver el asunto de su consejero, aunque ahora mismo no quería a ningún intruso en su casa.

Mientras tanto, Sienna se sorprendió al descubrir que estaba sola en la habitación, pero no llegó a tener ningún mal pensamiento, Hassan seguramente tenía muchas cosas de las cuales ocuparse y ella claramente no iba a ser un impedimento para su trabajo.

Sienna se dio una rápida ducha, se vistió y preparó para tomar el desayuno en la terraza, lo hizo sola, pues Jenna no apareció y cuando preguntó por ella, las mujeres del servicio no supieron responder.

Ella desayuno y caminó a la biblioteca, recordaba haber visto una computadora en el lugar, así que decidió que iba a enviarle un mail a Callie y otro a Scarlett, no podía pasar más tiempo sin saber de ellas.

Cuando terminó de escribir los Mensajes, se puso de pie y observó por la ventana y pensó de nuevo en lo mucho que su vida había cambiado. Solo esperaba que Scarlett tuviera un buen futuro en Nueva York, en cuanto a su madre, era mejor no tener contacto con ella. Sienna seguía molesta, pues el enamorarse de Hassan no cambiaba en nada lo que su madre había hecho. Sienna suspiró y decidió dejar de pensar en ella, no tenia Caso, después de todo, Fiona quizá ni pensaba en ella.

El sonido de la puerta abrirse y cerrarse hizo que Sienna se girara, la mujer se asusto al ver el rostro pálido y ojeroso de su cuñada y un mal presentimiento le atravesó el corazón

“¿Jenna?”

“Lo sabe, Sienna. Hassan sabe de mi relación con Assim y lo ha echado sin ninguna contemplación”, sollozó la joven derrumbándose de nuevo.

Jenna no había dejado de llorar, tenía miedo por su futuro, pero temía más por lo que podía pasarle a Assim y todo por su culpa, por ser la princesa de una familia que no le importaba sus sentimientos sino la posición social.

El rostro de Sienna palideció ante las palabras de Jenna.

“Habla con Hassan, convéncelo de traer a Assim de regreso, él no es culpable, Sienna, te juro que trató de mantenerse alejado de mí, pero fui yo quien no se lo permitió. ¡Estoy enamorada de él!”, gritó antes de echarse a llorar de manera desconsolada.

El corazón de Sienna dolió al ver a Jenna en aquel estado, pero hablar con Hassan era ponerse la soga al cuello, dudada mucho que a su esposo le hiciera mucha gracia descubrir que ella lo sabía y que se había callado; sin embargo, ¿Cómo podía mantenerse al margen? ¿Cómo podía fingir que no le dolía el dolor de Jenna? No podría llamarse humana si no era capaz de sentir la tristeza y la angustia que manaba de la joven.

“No te prometo nada, Jenna, pero trataré de hablar con Hassan”, susurró, envolviendo sus brazos alrededor del cuerpo de la joven que temblaba como una hoja.

“Gracias, Sienna, gracias…”, susurró con dolor.

Sienna cerró los ojos y rogó al cielo poder hablar con Hassan sin llegar a discutir, aunque sinceramente lo dudaba, si Hassan había corrido a Assim era imposible que pudiera hacerlo cambiar de parecer.

Las siguientes horas se fueron en un abrir y cerrar de ojos, Sienna estaba nerviosa, pero tenía que intentarlo por Jenna y Assim. Sin embargo, Hassan no llegó a la hora acostumbrada y Sienna se quedó dormida sobre el futón.

Hassan entró a su habitación pasada la medianoche, se sorprendió al ver a Sienna recostada sobre el futón, caminó hasta ella y la tomó en brazos. El movimiento despertó a la joven mujer.

“Llegaste”, susurró con voz adormilada.

“Lamento la demora, tenía muchos pendientes de los cuales debo ocuparme”, dijo, depositando el cuerpo de Sienna sobre la cama.

Ella asintió hasta que recordó el motivo por el cual se quedó dormida en el futón.

“Tenemos que hablar”, dijo Sienna.

“Lo haremos mañana, hoy ya es tarde y debes descansar”, aconsejó Hassan.

“No, Hassan, mañana puede ser muy tarde. Por favor, habla conmigo”, pidió sentándose sobre la cama.

Hassan suspiró, pero asintió.

“¿De qué quieres hablar? ¿Qué te roba el sueño, mi pequeña esposa?”, preguntó en un tono meloso.

Sienna tembló.

“¿Sienna?”

“Jenna y Assim”, susurro, fue tan bajo que la joven pensó que Hassan no la había escuchado.

El silencio se hizo en la habitación, Hassan se apartó de Sienna y la miró.

“¿Jenna y Assim?”, cuestionó.

“No debiste despedirlo, ellos están enamorados”, dijo armándose de valor.

“¿Lo sabias?”, preguntó Hassan.

Sienna asintió, no tenía sentido mentirle.

“¿Qué?”

“Lo descubrí por accidente, y…”

“¿Por qué no me dijiste nada, Sienna? ¿Por qué me has ocultado algo tan importante como eso?”, preguntó pasando su mano sobre su rostro con evidente frustración.

“Hassan…”

“Assim se ha estado burlando de mi todo este tiempo, no puedo entender como no has sido capaz de ponerme al tanto, ¡Le has ayudado, has sido su cómplice!”, gritó.

Sienna se puso de pie.

“¡No soy el cómplice de nadie, Hassan! Ellos se aman, tienen derecho a vivir su vida y ser felices, ¿Quién eres para impedírselo?”, cuestionó Sienna apuntándole con el dedo.

“Son de diferentes clases sociales”.

“¡Son lo mismo que tú y yo, Hassan! Somos de mundos distintos, de culturas abismalmente distintas, sin embargo, juntos estamos buscando tener un buen equilibrio, una oportunidad. Se puede cuando hay amor de por medio”.

Hassan gruñó.

“Assim es simplemente un empleado, ¿Qué futuro podrá darle a Jenna?”, cuestionó.

“Tus pensamientos no son muy distintos a los de tu madre, Hassan. No puedes anteponer el dinero a la felicidad de tu hermana. ¡Ellos se aman de la misma manera que yo te amo a ti!”, gritó.

Hassan sintió que su corazón se detuvo en ese momento al escuchar las palabras de Sienna y por un momento no supo responder.

“¿Qué?”

“Te amo, Hassan, y en nombre de ese amor te lo pido. Te suplico, dales a Assim y a Jenna una oportunidad para ser felices”, pidió.

Sin embargo, Hassan ya no estaba escuchando, su mente solo podía pensar en la confesión de Sienna.

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