La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 29
Capítulo 29:
“¡Hassan, por favor!”, gritó ella desesperada mientras su cuerpo explotaba en miles de fragmentos, pero que sentía que aún podía tener mucho más de aquel exquisito placer.
Hassan aprovechó ese momento de éxtasis para abrirse paso en el cuerpo de Sienna y en una sola embestida se fundió con ella.
El grito que Sienna dejó escapar fue tanto de dolor como de placer, haciendo que Hassan se quedara inmóvil dentro de ella, esperando y soportando la presión que ejercían las paredes íntimas de Sienna alrededor de su dureza, Hassan no supo cuánto tiempo permaneció quieto, lo único que podía escucharse en la habitación eran sus respiraciones agitadas, hasta que Sienna impulsó sus caderas arrancando un sonoro g$mido en ambos.
“¡Sienna!”, gritó Hassan al sentir cómo era presionado por la intimidad de su esposa, que era terrible y deliciosamente apretada, tanto que moverse suponía un gran esfuerzo.
“¡Dame todo lo que tengas, Hassan!”, gritó Sienna perdida en el placer.
Hassan no se hizo esperar, arremetió contra la intimidad de Sienna y la penetró una y otra vez. Sienna se olvidó del dolor inicial y se aferró al cuerpo de Hassan, abrió los labios cuando él demandó un beso y se abrió para él como un girasol lo hace para recibir los rayos del sol.
“Siento que tocas cada centímetro de mi”, g!mió.
Sienna cuando Hassan la levantó entre sus brazos para quedar sentados sobre la cama, enroscó las piernas en la cintura de Hassan e iniciaron una nueva y enloquecedora cabalgata en busca del éxtasis.
La habitación se llenó de g$midos y del sonido de dos cuerpos golpeándose entre sí, consumidos por la pasión. Sienna sintió el placer naciendo en su bajo v!entre y correr por su cuerpo como una corriente eléctrica. Mientras Hassan golpeaba su cl!toris y apretaba sus nalgas haciendo que su cuerpo explotara de nuevo en olas y olas de placer.
Sienna se rompió una tercera vez y sintió que no podía aferrarse a nada ni siquiera a su propia voluntad, estaba a merced de Hassan, a merced del placer, de la pasión y del amor que sentía por ese hombre. Estaba enamorada y esta entrega solo le confirmaba lo que se había negado a aceptar en esos días.
La revelación de sus propios sentimientos, lejos de asustar a Sienna, le impulsó a mover las caderas y a salir al encuentro de las embestidas de Hassan, hasta sentir cómo él se tensaba y se hundía un par de veces más en su interior antes de sentir un nuevo calor extenderse dentro de su cuerpo. Hassan se estaba corriendo en su interior, la estaba llenando de él y un nuevo org%smo la atravesó…
El g$mido de Hassan surgió desde lo más profundo de su garganta al sentirse libre, las paredes íntimas de Sienna se cerraron sobre su dureza hasta tener la última gota de su esencia.
Hassan sostuvo el cuerpo de Sienna entre sus brazos, ella lo miró con ojos de amor y él la besó en respuesta. Cuando se separaron sus respiraciones eran agitadas, su pecho subía y bajaba. Sus cuerpos cayeron sobre la cama y sin separarse se quedaron profundamente dormidos.
A la mañana siguiente, Hassan y Sienna volvieron a hacer el amor, el Emir estaba enloquecido y no deseaba dejar a su esposa sola, lamentablemente no podía durar para siempre, él tenía responsabilidades que no podía evadir y por la tarde tuvieron que volver al palacio.
“Ve a descansar, me uniré a ti, apenas resuelva algunos pendientes”, dijo Hassan besando la frente de Sienna.
Sienna asintió, estaba lo suficientemente cansada y satisfecha como para oponerse, quería una ducha tibia y dormir un par de horas, quizá esa noche ella y Hassan volvieran a hacer el amor… Y Sienna no estuvo equivocada, aquella noche Hassan volvió a su cama y le hizo el amor hasta el amanecer.
Los siguientes días fueron una bruma de completa felicidad para la pareja, Sienna se sentía en las nubes y cada día más segura del amor que sentía por Hassan.
Sobre todo, luego de enterarse de que había declinado por completo el trato con Ayad, eso le demostraba que ella estaba por encima de cualquier negocio y acuerdo.
Sienna no esperó que eso se diera, pero agradecía profundamente que Hassan se mantuviera firme en su promesa, no fue el caso de Jahir, quien aceptó el trato con Ayad y en dos días celebraría un nuevo contrato y una nueva boda, pero ese no era asunto suyo.
“Sienna”, llamó Hassan, luego de un día arduo de trabajo, reuniones y papeles, llegar a casa y encontrar a su esposa esperando por él con la cena y el postre servidos era una delicia.
“¡Volviste!”, gritó ella como si hubiese pasado mucho tiempo sin verse.
Hassan sonrió.
“Siempre volveré, Sienna, sin importar nada, siempre vendré a ti”, dijo acariciando los cabellos rubios de la mujer y besándole la punta de la nariz.
Sienna arrugó la frente.
“Me haces cosquillas”, se quejó.
“¿De verdad?”
Sienna se sonrojó.
“Ven, te preparé un baño de agua tibia y esencias, te relajará y luego podemos disfrutar de la cena”, dijo Sienna arrastrándolo al cuarto de baño.
Hassan se dejó hacer. Dejó que Sienna lo desvistiera y cuando entró a la tina, no esperó que ella hiciera lo mismo, finalmente ambos se dieron más que un baño.
Hassan disfrutó del postre antes que la cena.
A la mañana siguiente, los golpes a la puerta despertaron a la pareja, Sienna gruñó y se aferró a la cintura de Hassan para no dejarlo salir de la cama.
“Llaman a la puerta”, susurró Hassan al verla con los ojos cerrados.
“Que sigan llamando”, respondió ella, acomodándose en el pecho del hombre.
El Emir sonrió. Hassan conocía la faceta rebelde de Sienna y le encantaba, también conocía la faceta sumisa y lo derretía, pero verla tan pegajosa como un chicle, simplemente le conquistaba de todas las maneras posibles, estaba rendido.
“Cariño, tumbarán la puerta si no me levanto”, dijo.
“Que la tumben y luego que la reparen”, masculló Sienna haciendo un ligero puchero.
Hassan dejó escapar una ligera carcajada, algo impropio de él.
“Puede ser urgente”, insistió, tratando de salir de los brazos de Sienna.
Ella bufó y se apartó de los brazos de Hassan.
“Si sales no vuelves a entrar”, lo amenazó.
Hassan negó.
“Volveré, te lo he dicho antes”, respondió poniéndose de pie y colocándose una bata sobre el cuerpo para atender a Assim, era el único que se atrevía a interrumpirlo.
Assim hizo una rápida reverencia, apenas la puerta se abrió, sabía que no debía interrumpir al Emir cuando estuviera con su esposa, era una orden que él pensaba cumplir, pero con un mensaje de Dubái tenía que arriesgarse.
“Lamento la interrupción, señor”, dijo entregándole el sobre que traía entre las manos.
“¿Qué es esto?”
“Su madre lo ha enviado, pide que no se olvide del cumpleaños de su padre”.
Hassan asintió, estaba tan feliz con Sienna que se le había olvidado que su padre cumplía años ese mes, exactamente en una semana.
“Retrasaremos el viaje hasta un día antes de la celebración”, ordenó Hassan.
“¡Señor!”
“Es una orden, Assim, no hay nada más importante para mí que la tranquilidad y felicidad de mi esposa”, aseguró.
Sienna sonrió al escuchar las palabras de Hassan y cualquier duda que aún tuviera en el fondo de su corazón, quedó disipado por completo ante aquella declaración.
Hassan cerró la puerta y se giró para encontrarse con Sienna y una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
“¿Estabas espiándome?”, preguntó él acercándose a ella.
Ella negó.
“No podía seguir en la cama si tú no estás en ella”, respondió lanzándose a los brazos de Hassan.
“Me encantaría pasar el día contigo, pero el deber me llama. Además, tendrás que salir de compras”.
“¿Compras?”
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