La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 28
Capítulo 28:
“Tienes que ayudarme, madre, quiero ser la esposa de Hassan”, rogó.
“No seré yo quien le lleve la contraria a tu padre y si eres lista, tampoco lo harás”, señaló Azahara.
Nayla apretó los puños, pero asintió.
Entre tanto, Hassan y Sienna salieron a dar un paseo por las playas privadas del Emir, era un hermoso lugar y Sienna sintió paz por primera vez. Su vida había dado un giro de ciento ochenta grados en un abrir y cerrar de ojos y a pesar de las semanas que ya llevaba en Los Emiratos Árabes, aún echaba en falta su país, su gente y Callie.
“¿Por qué suspiras?”, preguntó Hassan sentándose junto a ella a la orilla de la playa.
“Extraño a Callie, era mi única amiga”, susurró mientras tomaba un puño de arena entre sus dedos y esparcía sobre el agua que llegaba a mojarle los pies.
“Lo siento, Sienna”, se disculpó.
“Y ahora, ¿Por qué te disculpas?”, preguntó Sienna dándole toda su atención.
“Por la manera abrupta que cambié tu mundo, estaba tan enfadado por lo que ocurrió entre nosotros y pensé que todo era un plan de tu parte”, dijo finalmente tocando el tema que lo había hecho comportarse de manera atroz con Sienna.
“Reconozco mi error, Hassan, no debí estar en ese lugar y menos haberme ido contigo”, aceptó, haciendo que el hombre sintiera una punzada en el corazón.
“¿Te arrepientes?”
Sienna lo miró a los ojos.
“Tú… ¿Te arrepientes?”, cuestionó Sienna.
“No”, respondió sin titubear.
“¿De verdad?”, Sienna no podía creerle, no luego de cómo la trató.
“Estaba dispuesto a romper mi compromiso por ti”, dijo con una sonrisa en los labios.
Esta vez Sienna se sorprendió.
“¿Qué?”
“Cuando me desperté esa mañana no tuve ningún otro interés que buscarte, Sienna, entonces no tenía idea de que horas más tarde te encontraría convertida en mi prometida”.
“Y la idea te desagradó”, le recordó Sienna sin miramientos.
“No por las razones que tú crees”, comentó él.
Sienna esperó a que él continuara.
“Cuando descubrí que eras tú, no supe cómo actuar, creí que había sido una trampa de tu parte”.
“Y te comportaste como un auténtico idiota”, refutó Sienna.
“Técnicamente, es lo que hice”, aceptó Hassan.
Sienna sonrió.
“No me dejaste escapatoria, Hassan. Ni tú ni mi madre me dieron tregua, pero mis votos son todo lo que no puedes olvidar, porque eso es lo más sincero que he pronunciado ese día”, dijo Sienna.
Hassan no iba a olvidarlos por el simple hecho de que quería tener más que unos besos apasionados con Sienna, él era incapaz de escapar del encanto de su esposa y pensaba convertir su matrimonio en uno verdadero. Ejercer sus derechos de esposo y colmar a su mujer de todas las atenciones que le debía…
“Hassan”.
“No voy a olvidar tus palabras, Sienna, pero tampoco olvides las mías. No quiero otra esposa que no seas tú”, aseguró antes de tomar sus labios y darle un beso, ahí bajo la luz de la luna y el inmenso mar, cómo únicos testigos…
El cuerpo de Sienna chocó contra la fina y bonita madera de la puerta, no sabía cómo había hecho para volver al hotel y mantener sus manos apartadas del cuerpo de Hassan y tampoco le interesaba saberlo, pues los labios de Hassan le robaban todo pensamiento y sus caricias todo razonamiento.
Sienna g!mió al sentir la fuerte rodilla de Hassan colarse entre sus piernas. La túnica era una mala cosa, pero Hassan no tuvo ningún reparo en subirla hasta su cintura y dejar expuestas sus largas y esbeltas piernas, mientras dejaba un sendero de caricias con la yema de sus dedos, haciendo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Sienna y deseara más de lo que recibía.
Hassan profundizó el beso, enredó la lengua con la de Sienna, saqueó la boca femenina, mientras la joven enredó sus dedos en los cabellos cortos del hombre, atrayéndolo mucho más a ella.
Sienna sintió el mismo deseo que muchas noches atrás, la misma pasión corrió por sus venas como lengüetas de fuego, como si la sangre se convirtiera en lava ardiente, haciéndola desear más que aquellos besos y aquellas caricias que parecían poco.
Hassan rompió el beso por la falta de oxigeno y porque necesitaba más de lo que tenía, por lo que giró el cuerpo de Sienna y le ayudó a quitarse la prenda, dejándola en ropa interior y fue la visión más er%tica que pudo ver, el conjunto que Sienna llevaba debajo de aquella holgada ropa era un pecado.
“¿Vas a verme toda la noche o piensas hacer algo al respecto?”, le provocó Sienna con la respiración agitada y los ojos velados por el deseo y la pasión de la cual era presa.
Hassan tragó, se apartó de Sienna, una distancia suficiente no solo para apreciarla, sino también para despojarse de sus propias prendas.
Sienna g!mió ante la visión del cuerpo de Hassan, aunque ya lo había visto varias veces, no había sido suficiente y tampoco era lo mismo verlo que gozarlo…
Hassan cerró de nuevo la distancia entre ellos, tomó los labios de Sienna en un acalorado beso y la pasión estalló en ellos, convirtiéndose en un mar bravo y salvaje de deseos, emociones y sentimientos.
Un beso que despertó un lado salvaje que Sienna no sabía que tenía, pero que no deseaba privar de la libertad.
Las manos de Hassan se deleitaron con la piel exquisita de su esposa, acariciaron el costado de la joven de arriba abajo, provocando espasmos de placer en el cuerpo de Sienna, provocando que deseara más y más. Hassan llevó el cuerpo de Sienna hasta la cama, la recostó sobre las delicadas sábanas y abandonó sus labios, se deslizó desde la boca de Sienna hacia su cuello, mientras sus manos apartaban el delicado brasier negro.
Sienna se convirtió en un mar de temblores incontrolable, la lengua de Hassan recorrió su yugular, se deslizó centímetro a centímetro por su piel mientras sus manos se deleitaban jugando con sus p$zones.
“¡Hassan!”, exclamó la joven al sentir como los dientes del hombre raspaban su piel y corrían sin prisa y con calma a apoderarse de sus duros botones, dejando un sendero húmedo y ardiente sobre su piel.
“Eres la mujer más ardiente que he conocido en mi vida, Sienna, y deseo fundirme en tu piel, en tu cuerpo y en tu sangre”, susurró Hassan con la voz cargada de excitación.
“Hazme tuya, Hassan, libérame de este fuego que me consume por dentro”, pidió Sienna, arqueando la espalda y ofreciéndose como tributo.
Hassan dejó escapar el g$mido que se abrió pasado por su garganta, antes de apoderarse de la boca de Sienna de nuevo.
Sienna g!mió al sentir las manos de Hassan, acariciar sus redondos y perfectos pechos, echó la cabeza atrás y apretó las sábanas con sus manos, mientras Hassan fue dejando un sendero de caricias por su cuerpo desnudo, haciéndola sentir maravillosamente bien, como si siempre hubiese pertenecido a su vida y a su mundo.
Los labios de Hassan descendieron por el v!entre plano de Sienna, mientras sus manos subieron suave y lentamente por el largo de sus piernas, buscando aquel precioso tesoro que se escondía entre ellas.
Sienna g!mió de placer al sentir los dedos de Hassan acariciar su intimidad, estaba excitada, empapada de sus jugos y la sensación la abrumó hasta casi hacerla enloquecer y cuando la boca de Hassan tocó su cl!toris la pasión estalló y corrió por su cuerpo como pólvora hasta estallar de manera brutal y alcanzar su primer org%smo.
Hassan levantó la mirada, fue breve, pero lo suficiente para saber que estaba haciendo las cosas bien. Los ojos de Sienna estaban nublados por el deseo y la pasión, por lo que sin dudar descendió de nuevo sobre su húmeda entrepierna y lamió aquel centro de placer, arrancando g$midos de la garganta de la joven.
Hassan se deleitó con aquel exquisito manjar. Chupó, lamió y succionó aquel dulce e hinchado cl!toris mientras sus dedos penetraban aquellos íntimos pliegues. El tirón de su miembro dentro de su bóxer fue doloroso y placentero a la vez, él estaba listo para unirse a Sienna y reclamarla como suya. No obstante, Hassan no quería apresurar las cosas, él quería que ambos disfrutaran del momento, por lo que bajó la boca y comenzó un ritmo enloquecedor sobre su cl!toris y sus dedos se movieron dentro de ella, preparando el camino y haciendo que un segundo org%smo atravesara el cuerpo de Sienna.
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