Capítulo 27:

Sienna acarició el dorso de la mano de Hassan, se acercó a él y le dejó un corto beso en los labios.

“Volvamos a casa y olvidemos este asunto, sobre todo, la parte donde el señor Ayad te ofrece una esposa”, dijo.

Hassan asintió y le regaló una ligera sonrisa.

“No voy a tomar una segunda esposa, te lo prometo”, dijo besando los labios de Sienna con pasión y devoción.

Los siguientes días fueron para Sienna lo más parecido a una luna de miel, aunque no había vuelto a intimar con Hassan, disfrutaba cada oportunidad que tenía para aprovechar su compañía. Así también lo acompañó a varias actividades a las que fueron invitados y él no tuvo ningún inconveniente con presentarla como su legítima esposa.

Sienna no solo compartía el tiempo con Hassan, también compartió algunas de sus ideas y la inquietud de abrir su propia ensambladora en Abu Dabi, una oportunidad de crecer fuera y dentro de sus fronteras.

Algo que Hassan no había pensado, puesto que él era un inversionista y aprovechaba las mejores ofertas del mercado. Compraba desde pequeñas cantidades de acciones hasta empresas completas y dejaba a cargo a personas capaces de manejarlas. Todo lo contrario de Sienna, por su trabajo hecho en los últimos años al frente de la ensambladora Mackenzie, podía decir que su esposa sabía muy bien del tema y de lo que hablaba.

“¿Una extensión de la corporación Mackenzie?”, preguntó Hassan, mientras caminaban por los pasillos del Joumana, hotel y spa, propiedad de Hassan.

“No exactamente, pero si voy a participar en su nacimiento, no te llevarás todos los méritos”, respondió ella con jovialidad.

Hassan sonrió.

“Por supuesto que no, Sienna, sé valorar mucho tu trabajo y tu ayuda”, aseguró el hombre deteniéndose frente a la puerta de la suite, donde pasarían la noche.

Sienna negó.

“Estoy encantada de ayudarte, quedarme dentro de una habitación y ver el tiempo pasar no es lo mío”, aseguró ella tocando su mano, aprovechando que no había público presente.

Hassan empujó la puerta y antes de que esta se cerrara ya tenía a Sienna contra la pared más cercana y reclamando sus labios con ferocidad. Ajenos a los nuevos planes de Zaida, la mujer había leído varias veces el informe que Farid le había conseguido.

“Un divorcio podría ser el principio del final”, susurró.

Zaida no era muy inteligente y le costó varios días darse cuenta de que, en efecto, el contrato tenía un punto ciego, si uno de los dos pedía el divorcio, perdería absolutamente todo. A ella no le molestaba, ni le inquietaba que Hassan perdiera un poco de dinero si a cambio podía echar a Sienna de su vida.

“¿A dónde vas?”, preguntó Farid al ver a su madre salir de la casa con dos de sus fieles criadas y el chofer.

“Iré de visita, con todo este asunto de Hassan y su extranjera me he encerrado en las cuatro paredes de mi habitación y no tiene sentido que me esconda como una tortuga”, mencionó haciendo una señal a las mujeres para que se adelantaran.

“¿Estás segura de que estás bien?”, preguntó Farid.

“Lo estoy, gracias por preocuparte tanto por mí y mi bienestar. Ojalá tu hermano sintiera un poquito de lo que tú sientes”, dijo con voz rota.

Farid asintió.

“Ve con cuidado y no te olvides de hacerle llegar la invitación a mi hermano para el cumpleaños de papá”, le recordó.

“No tienes ni que decirlo, ya lo he hecho esta mañana a primera hora”, aseguró ante de despedirse y subir a su auto, tenía prisa por echar andar sus planes.

Farid miró a su madre partir y suspiró. Era una suerte no haberle dicho nada sobre como su hermano y Sienna se habían conocido y menos lo abrupto que fue la boda.

Pensar en Sienna y su hermano le hizo recordar a Callie, la guapa extranjera que aguardaba por él y a quien había prometido ayudar para encontrar a su amiga. Por supuesto que eso iba a demorar un poquito más, el tiempo suficiente para el regreso de Sienna.

Farid cerró los ojos por un breve momento, pensando en lo pequeño que era el mundo. Jamás hubiera imaginado que Callie y Sienna se conocieran, que fueran mejores amigas, pero tal parecía que el destino estaba ensañándose con su madre, pues él se sentía realmente fascinado por la rubia, pero no sabía hasta qué punto.

Entre tanto, Zaida bajó del auto para reunirse con su hermana y cuñado.

“Zaida”, saludó la más joven haciendo una reverencia ante su hermana mayor.

“Azahara, Anás”, saludó Zaida a su hermana y cuñado.

“¡Tía!”, exclamó Nayla al verla.

“Mantén la serenidad”, le recomendó Zaida al ver la efusividad en la voz de su sobrina política, no quería que todo fuera tan evidente.

“¿Qué te trae por aquí?”, preguntó Anás al ver a su hija y cuñada.

“No es un tema que podemos conversar en el patio de tu casa y que todos puedan escuchar”, comentó Zaida, caminando al interior de la lujosa residencia, mientras Nayla apretaba sus dedos, quería imaginarse que la visita de su tía tenía relación con lo que conversaron días atrás.

“Por favor, siéntate”, pidió Anás cuando estuvieron en el lujoso salón de la sala.

Zaida asintió y palmó a su lado para que Nayla ocupara el lugar junto al suyo.

“Hay muchas cosas por las cuales debemos conversar, Anás, pero la única importante que ha sido capaz de traerme hasta tu casa es Nayla”.

“¿Qué pasa con Nayla?”, preguntó Anás con seriedad.

“Quita esa cara, Nayla no ha hecho nada malo. De hecho, todo en ella es perfecto para convertirla en la esposa de Hassan”, dijo dejando mudos a los padres de Nayla.

“¡¿Qué?!”

“Lo que han escuchado, estoy aquí para arreglar el matrimonio de Hassan y Nayla, nada me complacería más que tener a tu hija como esposa de mi Hassan, el primogénito y primer heredero en la línea del Emir”.

“¡Debes estar bromeando!”, bramó Anás con enojo e indignación.

“¿Qué te hace pensar que estoy bromeando?”, cuestionó Zaida con seriedad y mostrando un rostro

pétreo.

“¡Mi hija no fue criada para ser la segunda esposa de nadie, ella fue educada para ocupar el lugar de la esposa principal y favorita de su marido! ¿Cómo te atreves a…?”

La mano de Zaida elevándose en el aire hizo callar a Anás.

“No he dicho que Nayla vaya a ser la segunda esposa de Hassan”, señaló.

Anás la miró como si la mujer tuviera dos cabezas.

“Toda la ciudad de Dubái sabe que Hassan se casó con una extranjera ¡Incluso están enterados que ha sido castigada por actos inmorales!”, gritó el hombre.

“Hassan y esa mujer se han casado por el civil, bajo las leyes extranjeras. No es lo mismo que casarse bajo nuestras leyes y costumbres, el matrimonio de Hassan no ha sido bendecido por el cielo, no es válido ante los ojos de nuestra sociedad”, aseguró.

“Quiero ser la esposa de Hassan”, intervino Nayla ante la discusión entre su tía y su padre, mientras su madre escuchaba sin intervenir.

Azahara había criado a Nayla desde que tenía cinco años, pero no era su madre biológica, ella era la hija de la primera esposa de Anás, por lo que ella solo podía esperar a que su esposo se negara o aceptara darla como esposa a su sobrino.

“Guarda silencio, Nayla”, ordenó Anás a su hija.

“Tranquilo, Anás, no tienes que gritarle. Vamos a hablar tú y yo en privado”, pidió.

Anás asintió y guio a Zaida hasta su despacho privado, mientras Nayla miró a Azahara.

“Aceptarás la voluntad de tu padre, Nayla, no discutas con él”, pronunció Azahara.

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