La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 25
Capítulo 25:
El almuerzo continuó en completo silencio, Hassan y Sienna se dedicaron miradas que no necesitaban palabras, sus cuerpos podían interpretar muy bien lo que deseaban decirse.
“Tengo una invitación de la tribu Murrah, para esta noche, me preguntaba…”
Hassan hizo una pausa.
“¿Quiere venir conmigo?”
La mano de Sienna se detuvo en el aire, ¿Hassan realmente la estaba invitando a venir? Sienna no sabía si el nudo que se formó en su garganta era por la sorpresa, la invitación o la emoción de asistir a una cena en calidad de esposa.
“Sienna”.
“¿Quieres que vaya contigo?”, preguntó sin responder como Hassan lo esperaba.
Él le sonrió.
“Lo añoro”, respondió.
Sienna asintió.
“Entonces iré y trataré de hacer mi mejor papel como tu esposa”, dijo.
Hassan estaba completamente seguro de que sería así, Sienna era una mujer que se apegaba a sus promesas, una mujer fiel a su palabra.
En las siguientes horas, Sienna ocupó de la ayuda de Jenna, su cuñada se había esmerado en elegir el mejor traje, las mejores joyas, tanto que cuando la joven esposa se miró en el espejo hasta dudó en ser ella misma.
“Agáchate, te colocaré el hiyab, para que cubras esos rizos de oro o serán la perdición de más de un hombre”, dijo Jenna.
Sienna g!mió ante las palabras de su cuñada.
“¿No hay mujeres rubias en este país?”, preguntó Sienna.
“Quizá, no te sabría dar una respuesta exacta, todas las mujeres tenemos el cabello cubierto cuando salimos a la calle y en casa es poco probable que alguien más nos vea, pero, además, los tuyos no son cualquier cosa y tu belleza es algo digno de ver”, aseguró Jenna.
El rostro de Sienna se tiñó de rojo, últimamente se avergonzaba con rapidez, ¿Sería que estaba cambiando?
“¡Estás lista!”, exclamó Jenna luego de terminar su labor.
Sienna le agradeció y se giró al escuchar la puerta de su habitación abrirse y sin poder evitarlo salió al encuentro de Hassan.
El Emir se quedó de una pieza al contemplar a su esposa, parecía una auténtica mujer árabe, pero debajo de toda esa ropa y esas joyas, había una mujer rebelde y ardiente. ¡Y era suya!
“Te ves… hermosa”, dijo.
Sienna bajó los ojos, fue un breve parpadeó, pero terriblemente seductor. Hassan no estaba seguro de poder llegar a Murrah sin ponerle las manos encima a su esposa y de lograrlo, sería el sacrificio más grande de la historia, pues todo lo que deseaba ahora era tomarla entre sus brazos y hacerle el amor hasta el amanecer…
“¿Hassan?”, llamó Sienna al escucharle g$mir.
Jenna no esperó a que su hermano reaccionara y huyó de la habitación, pues había situaciones en las que no se debería tener ningún espectador.
“Estoy bien”, mintió.
“¿Nos vamos?”, preguntó Sienna con docilidad.
Hassan ya no sabía si deseaba a Sienna siendo rebelde o a Sienna siendo sumisa, las dos versiones de ella eran cómo lava cayendo en su cuerpo, el Emir solo pudo pedir ayuda al cielo, porque de una u otra forma estaba perdido con Sienna.
El viaje hasta la tribu de Murrah fue tan largo y poco placentero y no era el camino, tampoco el clima. Era esa tensión se%ual que podía sentirse en la parte de atrás del auto, eran los ojos de Sienna que lo seducían como si fuera una hechicera.
Hassan tuvo que apretar los puños y morderse el labio, había perdido la batalla y cuando se preparaba para asaltar a Sienna, el auto se detuvo y la voz de Assim se escuchó.
“Hemos llegado, señor”, anunció.
Hassan se relajó y esperó a que uno de sus hombres abriera la puerta para salir y ayudar a Sienna a bajarse. Nunca antes el toque de una mujer le había afectado tanto como el de Sienna. Ahora tenía que esperar y aguardar el momento de su regreso al palacio.
El Emir adoptó una postura seria, pero sus ojos hablaban por él.
“Bienvenidos, Señor, señora Rafiq”, saludó el jefe de la tribu.
“Señor Ali”, saludó Hassan haciendo una ligera inclinación, pues estaba ante el jefe de la tribu y el respeto que el hombre se merecía era similar al suyo, sin mencionar que el hombre era ya un anciano.
“Ayad, para los amigos”, mencionó el hombre con rapidez.
Hassan asintió.
“Mi esposa, Sienna Rafiq”, presentó Hassan y el corazón de Sienna latió locamente dentro de su pecho, esta era la primera vez que él la presentaba como su esposa y con su nombre.
“Señora”, saludó de nuevo el hombre.
Sienna bajó la mirada e hizo una ligera inclinación en señal de respeto.
“Tiene una hermosa esposa”, dijo el hombre mientras los guiaba al interior de una pequeña, pero lujosa vivienda.
Lo que Hassan no esperaba era encontrarse con nada más y nada menos que Jahir Ahmad, el hombre a quien consideraba responsable de lo ocurrido en las bodegas de aluminio.
“Hassan”, saludó Jahir, sin embargo, su mirada brilló al posarse sobre la figura exquisita de Sienna.
“¿Tu esposa?”, preguntó, haciendo que el cuerpo de Hassan ardiera de celos y enojo…
La pregunta de Jahir hizo tensar cada músculo y tendón en el cuerpo de Hassan, la manera que su primo miraba a Sienna era molesto y provocador.
“Ella es Sienna Rafiq”, respondió él más por educación que por cortesía, Jahir no era su persona favorita.
Jahir se puso de pie, hizo una ligera inclinación ante Sienna, un saludo que ella tuvo la cortesía de responder, pero la mano de Hassan se lo impidió.
“No lo hagas”, susurró.
Sienna no comprendía nada de lo que estaba pasando y menos de la tensión que manaba del cuerpo de Hassan, aun así, obedeció.
“Por favor, tomen asiento”, pidió Ayad, totalmente ajeno a la rivalidad que existía entre los primos.
Al fin de cuentas, él era un hombre de negocios y el bienestar de su gente era lo más importante.
Hassan ayudó a Sienna a sentarse y la colocó a su lado derecho, ya que Jahir estaba a su izquierda y por nada del mundo iba a dejar a su esposa al alcance de su primo. Jahir sonrió, era evidente que su presencia no era bien vista por su primo, pero no tenía opciones, él fue invitado y asistió. Era un hombre de negocios en busca de hacer crecer sus empresas y fortuna, nada más.
“Mis esposas han preparado un aperitivo antes de cenar”, dijo Ayad, al tiempo que tres mujeres mayores entraban y una cuarta mujer más joven y embarazada las acompañaba. Ayad las presentó como sus esposas, algo que no debió sorprender a Sienna, sin embargo, lo hizo.
“¿Esposas?”, susurró en tono muy bajo para que no se viera como una falta de respeto.
“SÍ”.
“¿Las cuatro?”, cuestionó aún asombrada.
“Sí, las cuatro”, confirmó Hassan, girando su cabeza para ver el rostro pálido de Sienna.
“¿Cómo pueden compartir un hombre?”, preguntó.
“Si tienes las posibilidades de mantener a más de una esposa, la ley te lo permite”, comentó Hassan viendo los ojos de Sienna.
“La ley, pero yo no”, refutó.
Hassan se mordió el interior de su mejilla ante la afirmación de Sienna.
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