La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 24
Capítulo 24:
“Gracias, Assim”, pronunció ella, dándole permiso al hombre para retirarse.
Assim asintió e hizo una pequeña reverencia ante Sienna y otro un tanto más inclinado ante el Emir.
“Gracias, Hassan”, pronunció la joven.
“¿Por qué me agradeces?”, preguntó él, mirándola fijamente.
“Por cumplir con tu palabra, te has hecho cargo de la empresa y de mi familia”, dijo.
Hassan asintió.
“Tu familia se convirtió en la mía el día que me casé contigo”.
“Me gustaría decir lo mismo de la tuya, pero es evidente que sería una mentira”, refutó.
Hassan negó.
“Eres un alma rebelde, Sienna”, pronunció acercándose a ella.
“Debería sentirme ofendido, sin embargo, me haces sentir como un predador que desea cazarte y someterte cada vez que me desafías, me haces sentir… diferente”, añadió.
Sienna se mordió el labio.
“Te prometí ser obediente en medida de lo posible, lo que significa que lo haré en público, pero puedes cazarme en privado”, dijo Sienna con la pasión reflejada en la mirada.
El cuerpo de Hassan tembló al escucharla, él estaba más que dispuesto a convertirse en predador si su presa era Sienna Mackenzie…
Mientras tanto, y con varios días de ausencia, Farid volvió al palacio de sus padres, había retrasado el momento tanto como pudo, sin embargo, no podía darse el lujo de que Zaida supiera que estaba en la ciudad desde días atrás y menos que descubriera que la razón era una mujer extranjera.
Pensar en Callie le hizo suspirar discretamente antes de aparecer delante de su madre, Zaida lo esperaba impaciente, anhelaba encontrar una solución pronta al tema de Sienna Mackenzie.
“Madre”, saludó, haciendo una ligera reverencia.
“¡Farid!”, expresó Zaida al ver regresar a su hijo, su voz estaba llena de esperanza más que de emoción.
“Lamento mi demora, madre”, respondió.
“No importa, no importa. Sé que tu misión no debió ser nada fácil, pero estás de regreso y yo muero por conocer las noticias que me traes”, expresó mostrando su ansiedad.
Farid asintió.
“¿No vas a ofrecerme algo de beber?”, le preguntó al ver a Zaida parada delante de él.
Zaida se impacientó, pero no lo demostró y ordenó a una de sus sirvientas que le trajera una copa de vino a su hijo.
“Soy descortés”, dijo, mientras le indicaba a su hijo sentarse y ella hacía lo mismo.
“A ti te perdono todo, madre”, respondió el hombre.
Zaida sonrió, amaba a Farid por cómo era con ella, era todo lo que Hassan no era. Mientras Farid era domesticable, Hassan se convertía en una fiera y se revelaba ante su propia cultura. Pensar en Sienna le hizo revolver el estómago.
“¿Hassan?”, preguntó Farid de repente, cortando el hilo de pensamientos y lamentaciones de su madre.
Zaida se levantó del sillón y se paseó delante del joven.
“Se ha marchado a Abu Dabi con la extranjera, se ha alejado de mí y no sabes cuánto lo echo de menos. Quisiera tenerlo de regreso, y…”
“Quizá puedas conseguirlo, el cumpleaños de mi padre está pronto a celebrarse y Hassan jamás se lo perdería”, le recordó.
Zaida ni siquiera se acordaba del cumpleaños de su esposo por estar pensando en Sienna y en el tipo de hechizo que le había hecho a Hassan.
“Tienes razón, le enviaré una invitación”.
“Vendrá madre, no lo dudes, pero tienes que tener cuidado y no alejarlo de nuevo. Hassan y Sienna están casados legalmente en el extranjero”, comenzó a decir Farid.
“Pero no hay matrimonio bajo nuestras leyes”, refutó.
“Con esa actitud no vas a hacerlo volver”, le recordó Farid.
Zaida bufó.
“¿Qué fue lo que averiguaste?”, preguntó yendo al punto.
“Hassan cerró un acuerdo bastante bueno con Steven Mackenzie, inyectó una cantidad considerable de dinero y firmó un acuerdo matrimonial para su hija bastante decente, técnicamente Hassan se llevó una oferta. Ahora mismo la ensambladora Mackenzie es una de las más prósperas de la ciudad y eso ha sido gracias a la gestión de Sienna, la mujer ahí donde la ves, rebelde e indomable, es una mujer muy inteligente”, señaló Farid.
Zaida apretó los puños, ella no quería alabanzas para Sienna, lo que quería era encontrar una grieta en esa mujer, pero hasta Farid parecía impresionado con sus logros.
“¿Qué más conseguiste?”, preguntó para cortar los elogios que pudieran salir de la boca de Farid.
“Nada más. Sienna es una chica de casa, su única preocupación fue su padre durante su enfermedad y mantener el negocio familiar a flote”, dijo, contándole a Zaida la mitad de la verdad.
Zaida arrugó el rostro en un gesto molesto.
“No puede ser tan perfecta, algo debe de haber…”
“Deja a Sienna en paz, madre. Si quieres que mi hermano regrese a este palacio, tienes que aceptar que ha elegido a la extranjera como esposa”, le recomendó.
Zaida negó.
“Mientras Hassan y esa bruja no estén casados bajo nuestras leyes, tengo esperanzas, Sienna no será la primera esposa de mi hijo y el harén está permitido por la ley. Hassan puede tomar a cualquier otra mujer”, gruñó antes de dejar a Farid solo en la habitación.
“Siempre que él lo desee”, murmuró Farid para sí mismo.
Mientras tanto, Hassan y Sienna dieron un pequeño tour por todo el palacio. Hassan le contó la historia de cada pintura, de cada estatua colocada en los pasillos de la lujosa residencia, hasta terminar en el exterior, desde donde se podía ver la ciudad.
“Es un país arquitectónicamente hermoso”, dijo Sienna sentándose en la silla que Hassan le ofrecía.
El Emir sonrió.
“¿Solo la arquitectura?”, cuestionó.
Sienna se encogió de hombros.
“No voy a mentirte y menos a decirte las cosas que quieres oír únicamente por compromiso. Emiratos Árabes es un país hermoso, pero sus leyes y costumbres son temas que no pienso discutir contigo. Las respeto porque son de tu país, mas no las comparto, aunque esté atrapada aquí”, respondió.
Hassan colocó sus dos manos sobre los hombros de Sienna.
“Comprendo y aprecio mucho los esfuerzos que has estado haciendo durante los días que he tenido que ausentarme del palacio, tiene un significado importante para mí, Sienna”, dijo bajando el rostro sobre la cabeza de Sienna y dejando en ella un corto beso antes de ocupar su asiento.
Sienna lo miró y sonrió, desde sus besos apasionados de la noche anterior, las cosas parecían abismalmente distintas, Hassan se veía y sentía diferente. Esa sonrisa en su rostro le hacía ver mucho más atractivo.
“Deberías sonreír siempre”, comentó sin poder evitarlo.
Hassan casi se atragantó con el primer bocado que se había llevado a la boca.
“¿Qué?”
Sienna se mordió el labio.
“Te ves guapo cuando sonríes”, confesó luchando para que los colores no se le subieran al rostro.
Hassan sintió algo cálido colarse en su corazón ante las palabras de su esposa, era la primera vez que alguien se fijaba en su sonrisa y no tenía reparos en decírselo. ¿Por qué era Sienna la mujer que presionaba los botones correctos en él?, era una pregunta que quizá no tendría respuesta pronto, pero le gustaba de sobremanera que fuese así.
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