Capítulo 19:

“Estoy herido aún”, le recordó Hassan.

Sienna tragó, ¿Cuánto tiempo más iba a poder tocar la piel de Hassan sin desear hacerlo como aquella primera vez?

“Sienna”, llamó Hassan.

Ella se sonrojó.

“Descansa un poco, luego vendré para mi dosis del día”, le pidió.

Ella asintió incapaz de responder, mientras Hassan sonreía ante el comportamiento de su esposa, mientras tanto, Jenna miró a Assim.

“Lo siento, no debí obligarte”, dijo.

Él negó.

“Ha sido para ayudar al Señor Hassan, estoy bien, no es como que me vaya a morir”, comentó Assim.

“Aun así, lo siento”, insistió Jenna.

Assim se acercó a ella, se había asegurado de tener la puerta cerrada, aunque era un riesgo y lo sabia.

“Haría eso y más por ti, lo sabes”, le susurró.

Jenna se sonrojó, estaba enamorada de Assim desde que llegó a trabajar para su hermano, fue una chispa que se prendió en su corazón y desde entonces fue creciendo a pasos agigantados. Tanto que cada vez que Assim tenía que viajar con su hermano por negocios, ella esperaba ansiosa el día de su regreso solo para verlo.

“Ojalá tuviera la valentía de Hassan”, dijo.

“Vivo con el miedo de que mis padres me ofrezcan en matrimonio, apenas cumpla los veinte”.

Assim tembló, vivía con la misma angustia.

“Supongo que tendré que resignarme a ser tu amigo”, dijo.

“No es tu amistad lo que quiero, Assim, y lo sabes”, refutó ella.

“Si pudiera llevarte lejos y esconderte en el rincón más alejado del mundo lo haría sin dudarlo, Jenna. Pero me temo que no seré un buen hombre si lo hago”, admitió con pesar.

Jenna se atrevió a tocar su mejilla y Assim cerró los ojos al sentir la mano de la joven sobre su piel.

“Assim”, susurró mirándolo con ojos de amor.

Él no pudo pronunciar palabra, pues el sonido de la puerta les interrumpió.

“¿Assim?”, llamó Hassan golpeando nuevamente la madera.

Jenna abrió los ojos, estaba asustada.

“Es Hassan”, susurró en tono bajo.

Assim le hizo una seña para que callara.

“¿Qué haremos?”, preguntó.

Assim miró su habitación y antes de poder pensarlo la llevó hasta el clóset y la escondió allí, todo con tal de que no los alejaran.

“¡Assim!”, urgió Hassan ante el silencio de su hombre de confianza.

“Señor”, dijo abriendo la puerta.

“Lo siento, necesitaba usar los servicios”, añadió a manera de disculpa.

“Acompáñame, tenemos que hablar”, dijo, poniendo nervioso al consejero.

Entre tanto, en el aeropuerto internacional de Dubái una hermosa rubia buscaba conseguir un taxi para llegar al hotel. Callie no había dudado en ir tras Sienna luego de descubrir que se había casado y contra todo pronóstico había viajado en caso de que su amiga necesitara ayuda. En ese momento y con la cabeza caliente, no pensó que la que necesitaría ayuda sería ella. No conocía la ciudad.

La joven se dirigió a uno de los taxistas, había buscado algunas palabras básicas en el internet para poder sobrevivir en Dubái, aprendió lo básico, pero cuando descubrió que se hablaba inglés con fluidez un alivio llegó a su alma.

La chica abrió la puerta, al mismo tiempo que un hombre alto y con una fina y delicada barba abría el otro lado, Ella frunció el ceño.

“Es mi taxi”, dijo Callie con rudeza.

El hombre la miró.

“¿Extranjera?”, preguntó el hombre.

“¿Algún problema?”, refutó Callie con el ceño fruncido.

Farid sonrió, esa chica le recordaba a la nueva esposa de su hermano…

Callie frunció el ceño al ver que el hombre sonreía. La joven trató de ser prudente y educada en medida de lo posible, pero la sonrisa idiota del hombre finalmente la rompió.

“¿Se puede saber qué es lo que le causa tanta gracia?”, preguntó.

Farid parpadeó.

“Ha sido usted quien se ha subido a mi taxi, señorita”, dijo.

Ella lo miró y negó.

“Yo he subido primero, usted llegó más tarde, así que, tendrá que disculparme, pero este es mi taxi”, debatió.

Farid suspiró, el auto ni siquiera era un taxi, ¿Cómo es que la chica no podía verlo? ¿O cómo era posible que no se diera cuenta de que él no era un extranjero?

“¿Señor?”, llamó el chofer al escuchar la discusión en la parte de atrás del auto.

“Llevemos a la señorita a su hotel y luego puedes llevarme a casa”, ordenó.

Callie frunció el ceño ante la orden del hombre.

“¿No piensa bajarse? ¿Es normal compartir taxi?”, preguntó confundida.

Farid negó.

“Este es mi auto, pero puedo dejarla en su hotel”, aseguró.

Callie se sonrojó hasta la raíz del cabello.

“¿Su auto?”, cuestionó en un bajo susurro.

“SÍ”.

“¡Es imposible, estaba aparcado en la zona de taxis!”, exclamó Callie.

“En realidad, señorita, está en la zona de parqueo privado, el taxi que estaba aparcado delante debía tener algún encargo especial”, murmuró.

Callie tragó e hizo ademán de bajarse.

“¡Espere!”, dijo estirando la mano, pero sin llegar a tocarla.

“Tomaré un taxi”, pronunció Callie sonrojada y apenada por su reciente comportamiento.

Ya lo decía su madre, cuida tu carácter y tu boca, pueden meterte en grandes problemas.

Ella entonces no había creído que fuera a suceder, pero aquí estaba, en un país que no era el suyo y discutiendo con un desconocido.

“Permita que mi chofer la lleve a su hotel”, insistió Farid.

El segundo heredero no tenia razones para detenerla, de hecho, estaba rompiendo una que otra regla, pero sin guardaespaldas y sin testigos que pudiera delatarlo con su madre.

“Ya lo he importunado suficiente”, se disculpó Callie.

“Entonces, no tengo ningún inconveniente en que me moleste un poco más. ¿Puedo tener el nombre de su hotel?”, cuestionó en tono ligero y más amable que antes.

Callie tragó, le tendió la dirección y él asintió.

“Al Desert Resort”, ordenó Farid tras leer la dirección y el nombre del hotel.

El chofer asintió y se dirigió a la primera parada de la tarde.

Entre tanto, Callie miró de reojo al hombre, no portaba túnica como el resto de los habitantes, por lo que se preguntó si también era un extranjero en el país. Su inglés era perfecto y sin un acento especifico.

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