La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 170
Capítulo 170:
Su vida entera se resumía en su familia y en lo que ahora tenía en brazos: su primera nieta, la primera princesa de la Familia Rafiq.
La pequeña Fatima fue pasando de brazo en brazo, recibiendo las bendiciones de todos los presentes. Era una niña afortunada, nacida en una era de cambio, donde los hombres de la Familia Rafiq estaban dispuestos a reformar algunas leyes de su país para darle oportunidades que muchas antes no tuvieron.
La pregunta de Amira sobre el nombre de la bebé tomó por sorpresa a Assim y Jenna, quienes no habían pensado en ello, ya que habían decidido esperar para conocer el se%o del bebé.
“Bueno…, no habíamos pensado en un nombre”
Admitió Jenna con un ligero sonrojo.
Tras un breve silencio, Abdel propuso:
“Tendremos que pensar en un nombre para la pequeña princesa”. Pero Azahara intervino con ternura, recordándole que debían ser los padres quienes eligieran el nombre.
Assim y Jenna, sin embargo, pidieron ayuda.
“¿Nos concederías el honor de nombrarla, papá?”, preguntó Jenna. Abdel, visiblemente emocionado y sorprendido, aceptó el honor y, después de un momento de reflexión, dijo:
“Fatima”.
Todos asintieron, y así quedó decidido que la niña se llamaría Fatima.
La llegada de Fatima causó gran alegría en el Emir de Dubái, quien mandó a buscar al mejor pintor de Europa para inmortalizar a sus tres nietos en un cuadro que colgaría en el salón principal, como recordatorio de que su familia era lo primero, por encima de todo.
Azahara, en un momento de intimidad con Abdel, se preguntó qué haría cuando llegaran más nietos. Abdel, con una sonrisa, aseguró que mandaría a pintar más cuadros, llenando el salón si era necesario, porque ellos eran su razón de ser.
“Te has vuelto loco, Abdel”, dijo Azahara, a lo que él respondió que quizás un poco, pero era por ellos, por su felicidad.
Abdel entonces expresó su deseo de tener un retrato junto a Azahara, para que sus nietos siempre los recordaran y supieran cuánto los amaban.
Esa noche, Abdel y Azahara se amaron en cuerpo y alma, reafirmando su amor y compromiso el uno con el otro.
Mientras tanto, Sienna y Callie esperaban fuera de la habitación de Scarlett, quien estaba en trabajo de parto.
Jahir, Emir de Abu Dabi, estaba al borde de la histeria, incapaz de mantener la calma ante los gritos de su esposa.
Su madre intentaba tranquilizarlo, recordándole que el bebé llegaría en su momento, pero eso no calmaba al Emir, que se enfrentaba a una de las pruebas más difíciles de su vida.
“Calma, Jahir”, dijo Callie, intentando apaciguar los nervios de Jahir, quien estaba al borde de la desesperación.
Sienna, que había estado controlando la situación, ahora también mostraba signos de ansiedad.
La tensión era palpable en el aire, y todos los presentes sentían la carga emocional del momento. Scarlett había pedido a Sienna que se ocupara de Jahir en lugar de acompañarla, una petición que parecía una locura en medio de la situación.
Pero entonces, el llanto de un bebé resonó en el pasillo, y todos los corazones se aceleraron al unísono.
“¿Nació?”, preguntó Jahir con la voz entrecortada, incapaz de contener su emoción.
Sienna asintió, su mirada era un torbellino de sentimientos. Sabían que debían esperar un poco más antes de poder entrar a ver a Scarlett y al recién nacido.
Jahir no pudo contenerse y gritó:
“¡Nació!”, un grito que sorprendió a todos y que coincidió con la llegada de Hassan y Farid.
Ellos también estaban ansiosos por conocer al nuevo miembro de la familia, cuyo se%o habían decidido no conocer hasta el nacimiento, aunque ya tenían pensado un nombre.
Cuando Kalila abrió las puertas, Jahir se quedó paralizado, no de miedo, sino de emoción al ver a Scarlett sonriéndole mientras sostenía a su hijo.
Era el fruto de su amor, el regalo más precioso que Alá les había dado.
“Vamos, hijo, ¿No quieres conocer a tu bebé?”, preguntó Kalila, con lágrimas de felicidad en sus ojos.
Jahir, superando su temblor, se acercó a Scarlett y a su hijo. Al ver el rostro de su hijo por primera vez, se sintió abrumado por la perfección, era tan parecido a Scarlett que no pudo evitar sonreír.
“¿No es hermoso?”, preguntó ella, y Jahir solo pudo murmurar en acuerdo, maravillado por la perfecta combinación de ambos en su hijo.
Mientras tanto, Sienna encontró consuelo en los brazos de Hassan, y Callie felicitó a la pareja.
Todos se reunieron alrededor de Jahir y Scarlett para darles la bienvenida a Karim Jahir Ahmad, el nuevo heredero de la ciudad.
La familia se reunió en Abu Dabi para celebrar la llegada de Karim y otros acontecimientos felices. Ahmed y Nayla anunciaron que esperaban su primer hijo y su regreso definitivo a Dubái, mientras que Amira recibió una propuesta de matrimonio del príncipe más joven de Qatar.
La fiesta duró una semana, una pausa en las responsabilidades diarias para disfrutar de la familia. Pero la última noche, Sienna, Callie, Scarlett, Jenna y Nayla fueron secuestradas de sus habitaciones y llevadas a una habitación alejada del palacio.
“¿De qué se trata todo esto?”, preguntó Scarlett, confundida y un poco emocionada.
“No tengo idea”, respondió Callie, compartiendo la confusión y la expectativa.
Sienna, medio en broma, medio en serio, amenazó con hacer dormir a los príncipes árabes en el futón si esto resultaba ser una broma de mal gusto.
De repente, Hassan susurró al oído de Sienna, quitándole la venda de los ojos.
Las mujeres, al ver la habitación decorada y preparada especialmente para ellas, se quedaron sin aliento, incapaces de describir con palabras la sorpresa y la belleza de lo que veían ante ellas. Era un momento de pura magia, un instante de esos que se graban en la memoria para siempre.
El salón estaba adornado con una opulencia que desbordaba los límites de la imaginación. Listones rojos danzaban desde el techo y las velas aromáticas esparcían su perfume por cada rincón. Las mujeres, aunque confundidas por la sorpresa, no pudieron resistirse al espectáculo que capturó sus sentidos.
Los cinco hombres frente a ellas, esposos venerados, se presentaron como visiones de un cuento oriental.
Vestían pantalones flojos y cinturones repletos de perlas, mientras los brazaletes de oro y los turbantes adornaban sus figuras.
Con sus ojos delineados, ofrecían miradas que prometían misterios por desvelar.
La música comenzó y con ella, un baile de caderas que encendió el deseo en el corazón de sus esposas. Los movimientos de los hombres eran un canto a la sensualidad, diseñados para deleitar exclusivamente a las dueñas de sus almas.
Sus pectorales danzaban al ritmo, y cuando flexionaron sus vientres marcando cada músculo, sus esposas quedaron sin aliento.
Esta danza era una declaración, un acto privado de amor y pasión.
Era la celebración de un amor que había quebrado la armadura de sus corazones tradicionales, el amor que las había convertido en sus mundos, sus razones de ser.
Sienna irrumpió en la oficina de Hassan sin aviso previo, llevando consigo un plan de venganza por el secuestro juguetón que había tenido consecuencias inesperadas.
“¿Sienna?”, preguntó Hassan, sorprendido por la visita inusual de su esposa.
Él pensó en su familia, en todos los posibles problemas, pero sabía que si fuera algo grave, Sienna no estaría allí con tal tranquilidad.
“Cancela todo lo que tenga pendiente para el resto de la tarde”, ordenó a su asistente, quien obedeció y se retiró, dejándolos a solas.
“¿Sucedió algo, cariño?”, preguntó Hassan, preocupado, pero Sienna respondió con una pregunta retórica y una sonrisa seductora.
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