La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 171 (FIN)
Capítulo 171: (FIN)
“No importa lo que tengas planificado en mi contra, podría perdonarte todo”, afirmó Hassan, su voz llena de una firmeza que contrastaba con el juego de seducción en el que ambos parecían entrar.
“No soy tan mala como quiero ser”, musitó Sienna, y se fundieron en un beso apasionado interrumpido solo por la necesidad de aire.
Hassan sugirió una cena en Mosphete, un restaurante en lo alto del Burj Khalifa, y Sienna, aunque deseosa de más intimidad, aceptó la propuesta.
Juntos, de la mano, se dirigieron al estacionamiento del icónico rascacielos.
El restaurante Mosphere les esperaba en el piso 122, ofreciéndoles una cena con vistas espectaculares y una promesa de una noche inolvidable.
La cena en lo alto del Burj Khalifa había sido un compendio de romanticismo y sutileza, acorde con lo que se espera de un matrimonio sólido.
Los gestos de afecto se limitaron a toques de manos bajo la mesa, sonrisas cómplices y el deleite de un buen vino.
Hassan, sin embargo, pensó que la velada no terminaría ahí y que quizás se desembocaría en una noche de pasión.
Pero cuando abandonaron el rascacielos, Sienna tenía otros planes y no regresaron a su hogar.
“¿A dónde vamos?”, preguntó Hassan, mientras el auto tomaba un camino desconocido.
“¿Confías en mí?”
Inquirió Sienna.
“No tienes que preguntarlo”.
Replicó él de inmediato, a lo que Sienna insistió, buscando una confirmación más firme.
“Con mi vida”
Afirmó Hassan, y a petición de ella, cerró los ojos y se dejó vendárselos con un pañuelo de seda.
El vehículo se detuvo y Hassan sintió la arena bajo sus pies descalzos.
Sienna lo guió en silencio hasta que la fría brisa del desierto les envolvió por completo.
“¿Llegamos?”, preguntó él, a lo que ella, con un susurro que erizó su piel, le indicó que se detuvieran y le desató la venda.
La sorpresa de Hassan fue mayúscula al descubrir un corazón formado por faroles en la arena, un cómodo sillón y una mesa exquisitamente preparada.
“¿Lo preparaste tú?”, preguntó él con asombro.
“Por supuesto, cada cosa loca que te sucede es idea mía”, respondió Sienna con una sonrisa traviesa.
La noche se llenó de un nuevo significado con ese gesto pensado y ejecutado por ella.
Hassan, más feliz que nunca, se dejó mimar.
Mientras Sienna cortaba las uvas y las depositaba ante él, él reflexionaba sobre si había olvidado alguna fecha importante.
Pero ella le tranquilizó, evocando el momento, dos años atrás, en el que sus miradas se encontraron por primera vez y cómo aquello que comenzó como una aventura se transformó en algo mucho más profundo y duradero.
La conversación fluyó entre bocados de fresas y uvas, y Hassan, luchando contra los impulsos de deseo que le provocaba la visión de Sienna mordiendo la fruta, bromeó sobre su rebeldía.
“Sigues siendo una esposa rebelde”, le dijo, a lo que Sienna respondió negando, pero con acciones que decían lo contrario, sentándose sobre él y provocándolo aún más.
Entonces, Sienna le presentó una pequeña caja, y le pidió que la abriera.
Dentro, Hassan encontró un papel que inicialmente le hizo pensar en un divorcio, una broma pesada de Sienna.
Pero al desplegarlo, sus temores se desvanecieron y fueron reemplazados por una emoción abrumadora.
“¿Estás, estás…, estás embarazada?”, balbuceó con la voz entrecortada.
Sienna confirmó la noticia, y Hassan, superado por la felicidad, la abrazó y la besó con todo el amor que sentía, sin importarle que se encontraran en medio del desierto nocturno.
Era un amor que parecía predestinado; un amor que desafiaba cualquier circunstancia y que, sin importar qué, siempre encontraba la manera de triunfar.
“Amarte no fue lo mejor, pero siempre fue perfecto”
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FIN
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