La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 17
Capítulo 17:
“Me has dejado plantada anoche, estuve aquí por horas”, dijo cómo explicación.
Hassan negó.
“¿Puedo saber el motivo por el cual deseas venir?”, cuestionó y sin dejarla responder agregó.
“Quiero la verdad, Jenna”, advirtió.
Jenna miró a Hassan y sin vacilación respondió.
“Quiero respirar un poco de tranquilidad, me gusta Dubái, pero vivir con nuestra madre cada día es más difícil y todo ha empeorado desde que volviste con Sienna como esposa, ella esperaba celebrar tu boda con…”
La mano elevada de Hassan la cayó.
“Estoy casado”, dijo él.
“Lo sé, nuestra madre también lo sabe, aun así, quiere controlarte como lo hace conmigo y Farid”, dijo en tono bajo.
Farid era el segundo hermano y quien siempre parecía estar ausente en el palacio, pero para Hassan no era un secreto que su hermano hacía todo lo que su madre le pedía con los ojos cerrados, no comprendía la razón y tampoco iba a preguntar. Su lema era vivir y dejar vivir, aunque con Sienna se había negado a practicarlo, ella tenía algo que lo enloquecía. Desde la primera noche supo que la quería y la había tomado sin vacilación.
´Esa mujer debe tener sus artimañas, seguramente te engañó´.
Las palabras de su madre le atravesaron como un rayo, él apartó aquel recuerdo y se concentró en Jenna.
“¿Estás segura de que no serás los oídos, los ojos y boca de nuestra madre?”, preguntó sin vacilar.
“Te prometo que todo lo que suceda en Abu Dabi, se quedará en el palacio de Abu Dabi”, dijo.
“Espero que sea cierto lo que dices, Jenna, sabes que la mentira puede ser castigada y si descubro que tu intención es herir a Sienna, no voy a perdonarte”, le amenazó.
Jenna tragó saliva.
“¿Estás enamorado de ella?”, preguntó Jenna.
Hassan la fulminó con la mirada.
“Lo siento, no debí preguntarte por algo tan personal”, se apresuró a decir antes de que su hermano decidiera jamás llevarla lejos de Dubái.
“Nos marcharemos en unas horas, ten todo listo”, dijo antes de salir de la habitación y solicitar un nutritivo desayuno para Sienna y él.
Entre tanto, Zaida se puso de pie como un rayo al escuchar las palabras de Adila, la mujer había escuchado a Hassan solicitar comida para sus aposentos, cosa que molestó a la matriarca del palacio, pues desde que Sienna llegó, su hijo no compartía la mesa con ellos.
“Dile a mi hijo que quiero verlo”, ordenó a Adila.
“Si, señora”.
“¿Qué es lo que tratas de hacer, Zaida?”, preguntó Abdel saliendo del cuarto de baño.
“En vista de que tú no quieres hacer nada, me obligas a hacerlo a mi manera”, respondió con rapidez.
“Deja a Hassan y a su esposa tranquilos o terminarás por alejarlo de nosotros”, dijo Abdel, conocía lo rebelde que era su hijo, pero tal como respetaba a su esposa, lo había dejado ser. Ese era uno de los motivos por los cuales su hijo conocía casi todos los países del mundo.
Desde que Hassan era muy joven, Abdel le había dado completa libertad para expandir los negocios y la fortuna personal de su hijo, superaba en demasía su fortuna por herencia, en realidad, Abdel creía que Hassan seguía con ellos por ser un buen hijo, porque él ya no los necesitaba.
“Somos sus padres y nos debe respeto, lo cual no hace por estar con esa extrajera”.
Abdel negó.
“¿Por qué mejor no me dices dónde está Farid?”, preguntó.
“No lo he visto desde hace varios días”, dijo.
Zaida lo miró y pensó antes de responder.
“Tuvo que hacer un viaje relámpago al extranjero, no te preocupes, él es un buen hijo y volverá cuando considere que tenga que hacerlo”, aseguró al tiempo que tres golpes se escucharon sobre la madera de la puerta.
“Adelante”, ordenó Abdel.
“Padre, madre”, saludó Hassan haciendo una ligera reverencia ante ellos.
“Hijo, ¿Cómo sigue tu esposa?”, preguntó Abdel para disgusto de Zaida.
“Mejor, me disculpo contigo de nuevo, padre. No debí exponerla de esa manera, fue mi culpa”, dijo haciendo una reverencia más demorada.
“Es de otra cultura, es lógico que desconozca muchas de nuestras costumbres, algo que debes corregir para evitar contratiempos”, pronunció Abdel.
“Lo haré, padre”, respondió.
“Acompáñanos a desayunar y dile a tu esposa que tenga la educación para acompañarnos, he invitado a Nayla y no quiero hacerle ningún tipo de desaire”, dijo Zaida.
“Sus heridas…”
“Es una mujer que presume de ser valiente, cinco golpes no deben significar gran cosa para ella”, espeto.
“Te admiro padre, debes ser un santo para soportar a mi madre por tantos años”, dijo Hassan antes de salir de la habitación, dejando a su madre indignada por sus palabras, mientras Abdel sonreía.
Entre tanto, Hassan cruzó un par de palabras con Assim antes de dirigirse a su despacho para buscar la información confidencial que guardaba en su caja fuerte, eran documentos que necesitaba para presentarse en Abu Dabi.
Una hora más tarde, Adila llamó a su puerta para avisarle que sus padres lo esperaban en el comedor junto a Nayla como invitada.
Hassan suspiró y se puso de pie para ir por Sienna a su habitación.
Sienna lo esperaba, ya ella había sido informada que tomaría el desayuno en el comedor principal como un miembro más de la familia. Claramente, Sienna sabía que era mentira, Zaida la odiaba tanto que más era imposible.
“¿Estás lista?”, preguntó Hassan.
“Nerviosa”, aceptó, no quería equivocarse de nuevo.
“Tendré que morderme la lengua para no responder sus ataques”, dijo.
Hassan negó.
“No voy a dejar que sobrepase los límites contigo nuevamente”, aseguró Hassan.
Sienna le sonrió y caminó junto al lado de Hassan, la túnica que llevaba era un precioso color lila, junto a un collar de piedra amatista. Ella había investigado lo que significaba la joya, la cual era conocida como la piedra de la protección, Sienna esperaba que funcionara, pues lo iba a necesitar cada vez que estuviera frente a la hiena.
La pareja entró al salón y la mirada de Zaida y Nayla se posó justamente sobre el collar que colgaba del cuello de Sienna, pues significaba que aquella quién la poseyera tendría el favor del Emir por encima de todo.
“Tomen asiento”, ordenó Abdel.
Hassan haló la silla para Sienna, ella se sentó con lentitud, como si todo el cuerpo le doliera y cuidó de no recargar su espalda contra el lujoso respaldo de la silla, una acción que no pasó desapercibida para Zaida y Nayla.
“Bismi Allah”, pronunció Abdel con reverencia.
La comida fue en completo silencio, nada cómo Sienna o Hassan se lo habían imaginado, por un lado, estaban agradecidos, pues entre menos se hablara menor riesgo existía de darle a Zaida una excusa para maltratar a Sienna.
Sin embargo, la mujer no necesitaba ninguna excusa y cuando Hassan se levantó para ayudar a Sienna, ella lo hizo primero y se acercó a la pareja con toda la mala intención del mundo.
“Espera”, dijo golpeando la espalda de la muchacha.
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