La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 16
Capítulo 16:
“No somos extraños, Hassan”, susurró Sienna casi sobre el oído del Emir.
Hassan cerró los ojos sin poder evitarlo, las caricias y palabras de Sienna eran como el embrujo de una sirena, no había otra manera de explicar lo que ella le hacia sentir, Hassan no quería darle nombre, pues temía que no fuera a gustarle.
“Deja que te ayude, por favor”, pidió Sienna sin romper el contacto de sus pieles, ella estiró una mano, enjabonó la esponja y con una delicadeza que ni ella misma sabía que tenía, lavó los hombros, la espalda baja de Hassan y cuidó las heridas, las cuales lavó con su mano, sin nada más que el jabón entre ellos.
Hassan apretó los dientes, no sabía si era debido al dolor o a la sensación apabullante que sintió al tener la mano de Sienna acariciando su piel con tal dedicación, como si él fuera algo realmente importante para ella.
Sienna lavó el cuerpo de Hassan cómo si fuera una pieza delicada de cristal, tuvo mucho cuidado de no herirle más y cuando terminó, fue por la bata de Hassan para que se la colocara y por respeto apartó la mirada del cuerpo de su esposo.
“Prepararé la medicina, te espero en la cama”, dijo ella, escapando como si el diablo le pisara los talones. Hassan trató de no pensar en las palabras de Sienna, por lo menos no de la manera que él quería imaginársela, ató su elegante bata y salió detrás de su esposa, ella lo esperaba en la cama tal como había prometido.
“Acuéstate”, pidió Sienna.
“¿Es una petición o es una orden?”, preguntó Hassan parado delante de ella, mientras desataba su bata.
Sienna tragó.
“Por favor”, dijo como respuesta.
Hassan se rió internamente, se abrió la bata y la dejó hasta el inicio de sus redondas nalgas, se hincó a la orilla de la cama antes de extender su cuerpo por completo.
Sienna hizo un esfuerzo sobre humano para controlar el temblor de sus manos y se concentró en curar la espalda de Hassan. Él apretó los dientes, pero no hizo sonido alguno, dejó que Sienna trabajara sobre él y esperó a que ella le dijera que había terminado, lo cual no sucedió hasta varios minutos más tarde, pues ella se había tomado su tiempo.
“Espero que mañana tenga un mejor aspecto”, dijo con un nudo en la garganta.
Hassan no respondió, tenía los ojos cerrados y su respiración era pausada, como si estuviera profundamente dormido.
“En verdad lo siento”, susurró Sienna, mientras cubría la espalda de Hassan con su bata.
Sienna suspiró y se deslizó hasta quedar sentada en el piso, se arrastró ligeramente para quedar cerca del rostro de Hassan, muy cerca para su gusto, pero se sintió a gusto.
“No te prometo dejar de ser rebelde porque parece algo natural en mi, pero sí comportarme y tratar de evitarte más problemas. Después de todo no sé quién es más culpable, tú por presionarme o yo por acceder a esta boda”, dijo, acercándose hasta el rostro de Hassan, hasta que sus labios se rozaron entre sí, fue un beso inocente, pero que estremeció a Sienna de pies a cabeza.
La impresión de lo que había hecho le hizo levantarse del piso y correr al cuarto de baño con las mejillas encendidas, mientras Hassan sonreía.
…
A la mañana siguiente, Assim llamó a la puerta de Hassan con más ímpetu que de costumbre, los golpes fueron tan ruidosos que despertaron al Emir antes de su hora acostumbrada. Hassan frunció el ceño, se giró ligeramente y chocó contra el cuerpo de Sienna.
La visión de la hermosa rubia en su cama habría sido la cosa más bella de ver si su espalda no hubiese golpeado en el proceso. Hassan apretó los dientes y se apartó con lentitud de ella y se levantó con cuidado para no despertarla, se colocó una doble bata en caso de que se tratara de su amadísima madre, ya no sabía qué esperar de ella.
Hassan caminó a la puerta, se cuadró los hombros y colocó un semblante frío y distante antes de abrir la preciosa y lujosa madera para encontrarse con el rostro preocupado de Assim.
“¿Por qué no entraste?”, preguntó al verlo, el hombre negó.
“No quiero ser inoportuno”, dijo.
Hassan bufó, algo impropio de él.
“¿Qué sucede?”, cuestionó, echando un ojo al interior de la habitación.
“La señorita Jenna se quedó esperando por usted”.
Hassan se había olvidado de la cita con su hermana y es que nadie podía culparlo. Había tenido un día cansado, un baño de ensueño y unas manos delicadas curando sus heridas, se había quedado dormido.
“¿Señor?”
“Dile que enseguida voy”.
“Sí, señor”, Assim, giró sobre sus pies y se alejó por los pasillos para encontrarse con Jenna.
“¿Quién era?”, preguntó Sienna al sentir a Hassan volver a la habitación, ella había escuchado los golpes a la puerta, pero no había logrado escuchar la conversación entre Hassan y la persona que llamó.
“Assim, ayer me quedé dormido y olvidé que debía hablar con mi hermana”, dijo, mientras se despojaba de las batas.
Sienna tragó en seco mientras se preguntaba: ¿Era necesario que Hassan se desnudara delante de ella? ¿Lo hacía a propósito? ¿Estaba tratando de provocarla? Ella carraspeó.
“¿Te estás ahogando?”, preguntó Hassan girándose, dejando ver su bien formado abdomen.
Sienna negó.
“Tengo sed”, mintió.
Sienna de repente se había sentido hambrienta de algo que no sabía explicar, su cuerpo reaccionaba ante Hassan de una manera que le hacía humedecer, pero las cosas entre ellos aun eran muy complicadas y aunque Sienna no tenía mucha experiencia en el amor y en los hombres. No se atrevía a dar un paso sin saber si pisaba tierra firme. Lo último que necesitaba era enamorarse de un hombre que quizá no la amaría jamás.
“En la mesa junto a la cama hay agua”, dijo, ocultando una sonrisa traviesa en los labios.
Hassan no era tonto y su vasta experiencia le gritaba que algo pasaba con Sienna cada vez que él exponía un poco de su piel y no podía negar que le fascinaba verla sonrojada.
Entre tanto, Sienna se giró para buscar la jarra con agua, tenía la garganta reseca y le dificultaba tragar, culpó al calor, aunque a esa hora la habitación estaba fresca.
“¿A quién quieres engañar, Sienna?”, susurró mientras se llevaba el vaso con agua a los labios.
“¿Dijiste algo?”, preguntó Hassan detrás de ella, provocando que el agua pasara con mayor rapidez y casi la ahogara.
Hassan se apresuró a ir a su lado, golpeó con suavidad su espalda.
“Eleva el cuello”, le susurró junto al oído.
Sienna pensó que iba a morir en ese momento, no sabía si por el agua, por la voz de Hassan junto a su oído, o quizá por su cuerpo pegado al suyo.
Hassan llevó sus manos al cuello de Sienna y le ayudó a elevar el mentón, aunque en ese momento ya no era necesario, ella ya no se ahogaba, pero si dejó escapar un suave g$mido en el momento que sus pieles entraron en contacto.
“Tu hermana espera”, dijo Sienna, ella tenía los ojos cerrados, pero el g$mido que sus labios había dejado escapar le había dejado sin defensa, tenía que sacarlo de la habitación y tratar de recuperarse.
Hassan se alejó.
“Vuelve a la cama, cuando regrese te traeré el desayuno”, indicó, dando unos pasos para alejarse de ella.
“Recuerda, Sienna, no le abras a nadie”, pidió.
Ella asintió, esta vez y por su seguridad, ella iba a obedecer.
Hassan salió de la habitación para dirigirse a su despacho y hablar con Jenna, le causaba cierta curiosidad la insistencia de su hermana por venir con ellos, quizá aún podía disuadirla de querer acompañarlos, esperaba poder hacerlo. Quería un tiempo de paz con Sienna.
Jenna se puso de pie al escuchar la puerta abrirse.
“Hassan”, dijo a manera de saludo.
“¿Tan temprano despierta?”, preguntó Hassan al verla, ella se sonrojó ligeramente y le sonrió.
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