Capítulo 15:

Hassan solo quería recostarse sobre la cama y que Sienna curara sus heridas, estas ardían debido al calor y porque estaban muy frescas. El trayecto a casa fue realmente corto, tal como él había deseado, cuando el chofer estacionó frente al palacio, todo lo que Hassan quería era no encontrarse con su madre, para su mala suerte eso no fue posible, era como si lo estuviera esperando, Zaida era lo más parecido a un perro de caza.

“Hijo”, dijo la mujer.

“Estoy cansado, ha sido un día durísimo y no quiero saber nada más por el resto de la tarde”, dijo pasando de ella.

“¡Espera!”, gritó Zaida cuando Hassan le dio la espalda.

“¿Madre?”

“¿Por qué hay sangre manchando tus ropas?”, preguntó.

Hassan se tensó como la cuerda de un violín ante la pregunta de Zaida, su madre no podía descubrir la verdad, por el bien de Sienna, de Assim y de sí mismo, pues su reputación no podía ser puesto entredicho.

“¿Sangre?”, preguntó dejando ver la sorpresa en su rostro.

Zaida asintió.

“No tengo idea, madre, he estado todo el día en reuniones y apenas he tenido tiempo de nada, ahora mismo me haré cargo”, dijo dando un paso al frente.

Zaida frunció el ceño, estiró la mano y golpeó la espalda de Hassan.

Hassan se detuvo, se giró y miró a su madre con el ceño fruncido y unos ojos penetrantes.

“¿Qué es lo que estás haciendo?”, preguntó con seriedad.

Zaida dio dos pasos atrás, ella esperó que su hijo dejara escapar algún tipo de lamentación, g$mido o queja. Lo que fuera para demostrar sus sospechas, sin embargo, ni la túnica se manchó más de sangre, ni Hassan demostró sentir ningún dolor. Más bien, parecía furioso.

“Hijo…”

“Hay límites para todo, madre. Entiendo que mi padre no sea cómo el resto de hombres, pero debes aceptar que estás llevando esto a niveles que hasta el hombre más paciente y noble del mundo puede perder la paciencia”.

“Hassan”.

“Se terminó, madre. Deja a Sienna tranquila, es mi esposa, te guste o no y cuidaré de ella y de sus heridas”.

Zaida caminó otros dos pasos atrás, cómo si Hassan la hubiese golpeado, su rostro mostró incredulidad, pena, dolor y tristeza.

“Soy tu madre y mi única preocupación eres tú, no quiero que esa extranjera arruine tu vida y tu reputación, quiero lo mejor para ti”.

“Si en verdad quieres lo mejor para mi, deja de perseguirme y tratar de comprobar si ejercí el castigo de acuerdo a la ley, porque no es Sienna quién pone en tela de juicio mi nombre, sino tú al desconfiar de mi autoridad como Emir, como esposo y como hombre”, dijo Hassan para seguir con su camino.

El Emir apretó los dientes, el golpe que su madre le había dado hizo arder sus heridas y el dolor se había extendido desde su espalda hasta su pecho, incluso pensó que no iba a lograr engañar a su madre, pero finalmente, le había dicho lo que tenía que decir.

Hassan camino por los pasillos del palacio, pensó en quedarse en su despacho para terminar el trabajo, pero tenia que medicarse y limpiar las heridas, temía que estuvieran a punto de la infección debido a que estuvieron cubiertas todo el día.

Entre tanto, Sienna se puso de pie tan pronto como el sonido de la puerta llegó a sus oídos, por un momento pensó que se trataba de Assim, luego del desafortunado descubrimiento de Jenna, no había regresado y eso le preocupaba.

“Hassan”, dijo al verlo.

“¿Assim?”, preguntó tan pronto miró la bandeja tirada en el suelo, por un momento pensó que Sienna había hecho de las suyas y discutido con su consejero, algo dentro de él se agitó ante la posibilidad de que su esposa no se comportara como debía.

“Salió, Jenna entró sin llamar y…”

“¿Sabe que no estás herida?”, preguntó con prontitud.

Sienna asintió.

Hassan apretó los dientes y los puños, controlar a su hermana no era tan difícil, pero sabía que, si su madre apretaba un poco los botones adecuados, Jenna terminaría por contarle la verdad.

“¿Has preparado el equipaje?”, preguntó Hassan, mientras pensaba en una manera de convencer a Jenna, aunque primero tenia que encontrarla.

“Sí, Assim dijo que tenías negocios en Abu Dabi y que debíamos marcharnos”, confirmó Sienna.

“Será una especie de luna de miel, Sienna, aprovecharemos para cerrar algunos negocios y para que las heridas vayan sanando completamente”, dijo girándose sobre sus pies para ir en busca de Assim y Jenna.

“¡Espera!”, gritó Sienna dando un par de pasos y tomándole del brazo.

Hassan sintió una nueva corriente recorrer su cuerpo, esta vez era algo muy distinto al dolor, era la mano de Sienna sobre su brazo y pese a la tela que los separaba él no pudo evitar estremecerse.

“Sienna”.

“Voy a curarte, tienes sangre y alguien puede darse cuenta”, le dijo en tono bajito, por temor a que Hassan se soltara de su brazo.

“Me daré un baño, luego podrás curarlas”, dijo.

Sienna asintió y lo liberó de su toque, sin embargo, ninguno de los dos se movió ni medio centímetro, sus ojos se encontraron y un sinfín de emociones les atravesó, pero fue Sienna quién apartó la mirada cuando la puerta volvió a abrirse.

“Señor”, llamó Assim tan pronto entró.

“¿Jenna?”, preguntó con prontitud, era un cabo suelto que debía atar.

“Pude convencerla de guardar silencio, sin embargo, ha solicitado algo a cambio del favor”, dijo Assim apenado, pues Jenna no hubiese entrado a la habitación si él no le hubiese dejado la puerta abierta.

“¿Qué ha solicitado?”, cuestionó Hassan, odiaba tener que esperar cuando se trataba de un tema importante.

“Venir con nosotros a Abu Dabi”, dijo.

Hassan maldijo por lo bajo, todo lo que él quería era tener privacidad y no tener que preocuparse de tener un espía de su madre metiendo las narices en su diario vivir, pero ¿Estaba en posición de negarse? ¡Jodidamente que no!

“¿Qué le respondo a la señorita Jenna?”, preguntó

Assim ante el silencio de Hassan.

“Dile que prepare su equipaje y que la veré antes de que el sol se oculte “, respondió Hassan.

Assim asintió, hizo una reverencia y se marchó.

“¿Crees que…?”

“No lo pienses mucho Sienna, hablaré con Jenna y viajará bajo mis condiciones. Todo lo que te pido es que por favor en las horas que nos restan en este palacio, no digas nada que pueda meterte en problemas. Cuando estemos en Abu Dabi, voy a enseñarte lo que debí hacer antes de traerte”, dijo girándose y caminando en dirección del cuarto de baño.

Sienna lo miró entrar al cuarto de baño, la puerta se quedó entre abierta y gracias al espejo pudo ver el momento en el que Hassan se despojó de sus ropas, su respiración se congeló en su garganta al ver lo rojo que estaban las heridas. Ella no pudo evitar que sus pasos se dirigieran a la ducha y menos pudo evitar entrar.

Hassan se metió en la tina, el agua no era fría, estaba a una temperatura que le haría desestresarse y también aliviar el dolor de sus heridas, ardía como el infierno, pero ya ni lamentarse era bueno, lo que Hassan no esperó fue sentir una ligera caricia sobre su hombro.

“Lo siento”, dijo Sienna con lágrimas en los ojos y el corazón estrujado dentro de su pecho.

“En verdad lo siento tanto, Hassan, no pensé que la situación fuera a llegar a este extremo, te juro que…”

“No digas más, Sienna, no deberías siquiera estar aquí”, dijo Hassan al sentir las manos de su esposa acariciar su piel, él no pudo evitar el estremecimiento que lo sacudió, era tan cálido.

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