Capítulo 14:

Entre tanto, Sienna esperó a que su esposo volviera a su lado.

“¿Puedo ir contigo?”, preguntó y él negó.

“Te quedarás en esta habitación y por lo más quieras, Sienna, no salgas de aquí y no le abras la puerta a nadie”, pidió.

Sienna asintió y cuando Hassan estaba a punto de alejarse, ella le tomó la mano.

“Gracias”, dijo de nuevo.

Hassan miró la pequeña y pálida mano sobre su grande y bronceada mano, el color de sus pieles también eran distintos. Ellos eran como el día y la noche.

“No salgas”, pidió antes de liberarse del agarre de Sienna y marcharse.

La joven se puso de pie, salió a la sala y miró todo lo que allí había, ella estaba hambrienta, de nuevo se había saltado la cena, pues no tenía idea de cómo terminó la fiesta de anoche y la verdad no estaba interesada, menos cuando el estómago gruñía de hambre.

“Quizá deba darme una ducha primero”, susurró, mirando la ropa que estaba sobre el lujoso sillón de piel, ella volteó el rostro y se encontró con las otras túnicas que Hassan le había hecho traer, decidió que era mejor usar los de Hassan, no debía confiar en Zaida por nada del mundo. Esa mujer era una auténtica bruja.

Una hora más tarde, fresca como una lechuga y con una túnica que le hacía ver extraña, ella se sentó sobre la cama a la espera que el tiempo pasara, tenia hambre, pero desconfiaba de la comida que Zaida le había traído.

Sienna caminó por la habitación, apreció el lujo, pero no se sintió seducida, ella no era tan asquerosamente rica, pero había tenido una vida digna. Trabajando arduamente para darse sus pequeños lujos.

Sienna no pudo negar que echaba en falta el ruido de la ensambladora, a sus colaboradores, a sus conocidos y a su amiga Callie, ni siquiera se había podido despedir de ella, no tuvo tiempo ni de contarle qué había decidido casarse con el socio de su difunto padre…

“Señora”, la voz de Assim le arrancó de sus recuerdos y pensamientos.

“Assim”, saludó, no lo había visto en toda la mañana, su corazón latió al pensar que Hassan venía con él.

“El señor le envía algo de comida y más ropa, espera que sea de su agrado. También ordena que pueda preparar una maleta de viaje, tiene pensado trasladarse a Abu Dabi mañana por la mañana.

Sienna miró a Assim.

“¿Él está bien?”, preguntó Sienna con voz ahogada.

“Trata de estarlo, sus heridas no son cualquier cosa, si alguien lo descubre…”

“No sucederá, tiene que evitarlo, Assim”, pidió colocando su mano sobre la mano del hombre.

Assim apartó la mano como si la piel de Sienna quemara.

“¡No vuelva a hacer eso!”, la reprendió él.

Sienna tragó y Assim negó.

“Lo siento, señora, no fue mi intención gritarle. Pero las demostraciones afectivas entre un hombre y una mujer son exclusivamente para los esposos y en privado, tiene que guardar la compostura en público, tratar por todos los medios evitar el contacto no solo con el Emir, también con cualquier otra persona a menos que alguien se lo autorice”, explicó con rapidez.

Sienna pensó que eso era totalmente ridículo, pero se abstuvo de ponerle voz a sus pensamientos, ya había hecho suficiente por el momento.

“¿Hassan podrá viajar?”

“Él lo hará de todas maneras y me parece que es lo mejor, de esa manera evitaremos que alguien descubra que fue él quien recibió los golpes por usted”, dijo al tiempo que un estrepitoso ruido se escuchó en la antesala.

Assim fue el primero en correr para tratar de evitar que la verdad se supiera, sin embargo, Jenna no se había movido de su sitio, estaba como una estatua de piedra con las manos extendidas y la bandeja regada en el piso.

“¿Qué fue lo que has dicho?”, preguntó.

“Señora”, dijo Assim al verla mortalmente pálida.

“Respóndeme, Assim, ¿Qué fue lo que Hassan hizo?”, insistió.

“No sé de lo que habla, señora”.

“¡Mientes!, te escuché decir que.”

Assim tomó la mano de Jenna y la atrajo a él para cubrirle la boca.

“No lo repita”, pidió, casi fue una súplica por parte de Assim.

Entre tanto, Sienna miró la escena en completo silencio, Assim la acababa de reprender por tocarlo, pero ¿El si tocaba a la hermana de Hassan más íntimamente?

“¿Cómo pudiste permitirle hacer esa tontería?”, preguntó en un bajo susurro para que nadie más pudiera escucharla.

“No lo comprendería”.

“Assim…”, Jenna olvidó momentáneamente el asunto de Hassan, esta era la primera vez que él la sostenía de aquella manera y se sentía tan bien.

“Por favor, no diga nada”, suplicó Assim, no solo Hassan podía ser castigado por desobediencia, el también podía ser condenado por golpear al Emir y a Sienna, posiblemente querrían castigarle en publico como escarmiento.

“No puedo no decir nada”, dijo.

“Guarda el secreto, por favor”, pidió Sienna interrumpiendo la conversación entre Assim y Jenna, él soltó a la joven como si fuera veneno y Jenna se sonrojó con violencia al darse cuenta de que alguien la había visto en aquellas circunstancias.

“Señora Sienna”, Assim trató de evitar que dijera nada más, sabía que la lengua de la esposa de su jefe no tenía hueso y cuando hablaba era como si le dieran cuerda.

“Jenna, ¿Verdad?”, preguntó Sienna, la joven asintió.

“Sé que cometí un terrible error, pero te juro que no fue con intención de ofender a nadie. Estaba abrumada por cómo se dieron las cosas con Hassan y el cambio drástico de mi vida, estar en un país que no es el mio, una cultura abismalmente distinta”.

Jenna escuchó las palabras de Sienna con atención, quería poner un corazón de piedra y no creer en nada de lo que dijera, pero se veía tan sincera que finalmente se sentó.

“Te prometo que no volverá a repetirse, de ahora en adelante trataré de evitar poner en vergüenza a tu hermano, pero por favor, no le digas a nadie lo que has escuchado”, pidió, ella no quería más castigos para Hassan o Assim, tenía que ser valiente y aceptar qué gran parte de la culpa era suya por no saber controlar su lengua.

Jenna la miró, no sabía si podía confiar o no en ella, aunque el cambio que le había hecho a la túnica la noche anterior había sido bonito, lastimosamente para ella, jamás podría utilizar uno de esos bonitos y llamativos vestidos occidentales.

“Yo no estoy muy segura”, dijo con vacilación.

“¿Por favor?”, insistió Sienna.

Jenna se levantó y salió de la habitación sin responder.

“Assim”, susurró la joven con preocupación.

“No se mueva de aquí, ahora regreso”, dijo saliendo detrás de Jenna.

Mientras tanto, Hassan dio por finalizada la reunión con varios empresarios importantes con quienes tenía negocios de alta gama.

“Esperamos verlo luego de su luna de miel”, expresó uno de los hombres al acercarse a Hassan.

El agradeció y así fueron felicitándolo por los negocios y por su matrimonio. Hassan no sabía si el castigo había sido de dominio público o su padre había logrado mantenerlo en familia, pero por la manera que algunos hombres hablaban ya no estaba tan seguro.

Hassan se sentía cansado y dolorido, su espalda había estado recargada sobre el respaldo de la silla casi todo el día, era una suerte no haberse quejado ni una sola vez.

“¿Lo llevo a casa, señor?”, preguntó el chofer mientras abría la puerta de la camioneta.

“No te detengas por nada”, ordenó.

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