La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 13
Capítulo 13:
“Sí, señor”, el consejero salió de la habitación a cumplir las órdenes de Hassan, mientras Sienna se levantó con dificultad del piso.
“¿Por qué?”, insistió de nuevo.
Hassan sonrió sin que la felicidad se reflejara en los ojos.
“Porque tienes razón, todo esto ha sido culpa mía. No debí traerte de esa manera, tampoco debí traerte sin que conocieras mi cultura y sus leyes”, dijo.
“Lo siento, Hassan, lo siento”, susurró.
El asintió.
“Me daré un baño, si alguien llama a la puerta, no abras”.
“Assim no necesita llamar”, dijo con brusquedad.
Sienna contuvo la respiración al ver la inmaculada túnica blanca de Hassan rota y llena de sangre. Ella jamás pensó que él se ofrecería como carne de cañón y menos para protegerla. Una ola de sentimientos encontrados barrió por su cuerpo y su corazón.
¿Cómo podría odiarlo ahora? ¿Cómo debía comportarse con él a partir de ese día?
Siena lloró por lo que Hassan había hecho, sintió culpa debido a su vena rebelde, por lo que se prometió en medida de lo posible aprender todo lo que necesitaba para comportarse de manera “decente” mientras estuviera en ese palacio y rodeada de gente que aprovecharía cualquier falta para pedir un castigo.
Entre tanto, Hassan cerró los ojos cuando el agua cayó sobre su espalda golpeada, el látigo había abierto su piel, su madre se había asegurado de que fuera un instrumento mortal.
Le dolió saber que de haber permitido que ella implementara el castigo, en este momento el cuerpo de Sienna estaría marcado…
Hassan golpeó la pared con su puño, apretó los dientes y terminó de bañarse, aún tenía que limpiar sus heridas para evitar alguna infección o todos se darían cuenta de que había recibido el castigo por Sienna.
Entre tanto, Sienna apartó los brazos de su rostro cuando los pasos llegaron junto a ella.
“¿El señor?”
“En la ducha”, dijo con la voz ronca por el llanto.
“Tengo que curarle las heridas”, dijo Assim.
“Deje todo sobre la mesa, me haré cargo de él”, susurró.
“No creo que…”
“Por favor, Assim, déjeme hacer esto por Hassan”, pidió Sienna sin mucha esperanza.
Assim dudó por un largo momento, pero finalmente decidió que era lo menos que Sienna podía hacer por su jefe, después de todo, él había azotado a Hassan por su culpa.
“Cuídelo y no deje que haga esfuerzos, él solo tiene esta noche para recuperarse. Mañana tendrá que asistir a diversos eventos”, dijo y advirtió.
Sienna asintió, mientras Assim hizo una ligera reverencia antes de retirarse de la habitación.
“¿Assim?”, preguntó Hassan saliendo del cuarto de baño.
“Se ha marchado”, respondió Sienna, girándose para ver a Hassan.
Sienna se quedó de piedra al ver el cuerpo de Hassan, su abdomen estaba bien trabajado y sus pectorales…
“¿Vas a verme todo el tiempo?”, preguntó él con seriedad.
Hassan habría deseado tener esa mirada ardiente de Sienna sobre él en otras circunstancias, ahora mismo estaba demasiado enojado para poder apreciarla, no era con ella, sino consigo mismo.
“Lo siento”, dijo, apartando la mirada,
“¿Quién autorizó a Assim marcharse?”, cuestionó, sentándose sobre la cama.
Sienna tragó.
“Se lo he pedido de favor”, aceptó.
Hassan asintió y se giró para recostarse sobre la cama.
“Hazlo”, pidió.
Sienna fue por las cosas que Assim había traído para la curación. Ella jamás había limpiado una herida, aunque debía decir que el agua había hecho un buen trabajo, sin embargo, aún necesitaba desinfectarlo.
Hassan apretó los dientes cuando la gaza tocó sus heridas, cerró los ojos y soportó todo cuanto pudo para evitar dejar escapar un solo g$mido, tal como lo había hecho cuando Assim lo había golpeado.
“No debiste”, susurró Sienna mientras pasaba la gaza con cuidado, no quería hacerlo sufrir más de lo que era evidente que lo hacía.
“No digas nada más”, pidió Hassan con los dientes apretados.
Sienna tuvo que morderse el labio para tratar de callarse, pero le era tan difícil y no sabía por qué sentía la necesidad de expresarse, de calmar el dolor de Hassan.
´Deja de pensar tanto, Sienna, de una u otra manera también fue su culpa. Él no debió dejarte sola y menos sabiendo que su madre es una verdadera hiena´, pensó para tratar de calmar su conciencia.
“Listo”, dijo cuando las cinco marcas del látigo estuvieron limpias y con el ungüento que Assim le había traído.
Hassan no respondió, él se había quedado dormido y esa noche, Sienna le devolvió el favor y veló sus sueños tal como él ya lo había hecho con ella. ¿En algún momento de la vida estaría dispuesta a hacer lo mismo que Hassan había hecho por ella hoy? Aquella pregunta la persiguió toda la noche…
…
Sienna abrió los ojos cuando unos golpes a la puerta se escucharon, pareció aturdida por unos pocos segundos, intentó levantarse de la cama, pero la mano de Hassan se lo impidió.
“No te muevas, Sienna, y por lo que más quieras hazme caso”, pidió con voz neutra.
Sienna asintió, fue en ese momento que se dio cuenta de que estaba acostada de medio lado sobre la cama, de tal manera que su espalda quedara libre de miradas curiosas.
Hassan se puso de pie, se cuadró los hombros pese al dolor y concedió el permiso para que quien fuera el visitante no tuviera ninguna mirada de Sienna.
“Hijo”, dijo Zaida entrando a la habitación con un séquito de mujeres, quienes traían ropa, comida y medicinas.
“Madre”, respondió él, mirando a las mujeres en su habitación.
“¿Qué haces aquí?”, preguntó ante el silencio que le concedió Zaida.
“Mi personal se hará cargo de curar las heridas de Sienna, la alimentarán y vestirán”, dijo mientras hacia una señal para que las mujeres pasaran de Hassan.
“¡Alto ahí!”, pronunció Hassan mirando a su madre con cierto enojo.
“Hassan”.
“Ayer fui muy claro cuando dije que me haré cargo de ella y es lo que haré. No te molestes con Sienna, es mi responsabilidad”, dijo tajante.
“Las heridas…”
“Se las he curado y están muy bien protegidas, no necesito del servicio de tus sirvientas”, respondió interrumpiendo las palabras de su madre.
“Hassan”.
“Deja a mi esposa tranquila, ya ha sido suficiente. Padre ordenó su castigo y se cumplió la ley, deja que me encargue de ella”.
“¡Hassan!”, gritó Zaida indignada por las palabras de su hijo y culpó a Sienna de nuevo por esa rebeldía en su primogénito.
“Si aún deseas ayudar, deja lo que has traído en la sala y márchate, tengo que vestirme”, pidió.
Zaida lo miró y ordenó lo que Hassan le había pedido.
“Espero que puedas controlar a esa fiera que tienes por esposa”, gruñó antes de girarse y salir de la habitación con recelo y culpando a Sienna por la actitud de Hassan.
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