Capítulo 168:

Mientras tanto, la fiesta continuaba y los novios, Nayla y Ahmed, se despidieron para trasladarse a la casa que Abdel les había regalado como presente de bodas.

“¿Estás lista para una vida conmigo?”, preguntó Ahmed.

“Tan lista como el día que te conocí”, respondió Nayla con ternura.

Al entrar a su nueva casa, Nayla fue recibida por arreglos florales que representaban la presencia de sus amigas Sienna, Scarlett y Callie.

Ahmed la guió a la habitación, donde un sendero de pétalos de rosas y la luz tenue de las velas creaban un ambiente romántico y prometedor.

“Esto es el principio”, susurró Nayla sintió su corazón martillarle dentro del pecho; los detalles de la habitación y las muestras de cariño y amor sobrepasaban lo que hubiera podido imaginar para su noche de bodas. Conmovida

hasta las lágrimas, se giró para encontrarse con el rostro de Ahmed, pero sus palabras quedaron silenciadas por un beso apasionado de su esposo.

Ahmed, que había contenido su deseo desde que la conoció, finalmente se permitió expresar la pasión que le consumía.

Mientras se besaban, Nayla abrió los labios, dejándose guiar por Ahmed en el descubrimiento mutuo de su amor.

Un g$mido se escapó de sus labios cuando la falta de aire les obligó a separarse.

Sus respiraciones eran agitadas y los corazones latían acelerados, pero Ahmed quería tomar las cosas con calma, consciente de la importancia del momento para Nayla.

“No corras prisa, lo que es será”, murmuró Ahmed con una voz ronca, apartando el hiyab de la cabeza de Nayla para dejar caer su hermosa cabellera.

No se detuvo ahí; se acercó de nuevo a ella para capturar sus labios en otro beso apasionado, mientras sus dedos deslizaban el cierre del vestido, trazando un sendero de caricias que la hacían estremecer de pies a cabeza.

“Ahmed”, susurró Nayla con voz temblorosa mientras su vestido se deslizaba por su cuerpo, dejándola en la delicada ropa interior que sus amigas le habían regalado.

La visión del cuerpo de Nayla dejó sin aliento a Ahmed por un instante.

Él le tendió la mano para ayudarla a salir del vestido, pero Nayla se detuvo abruptamente, asaltada por un recuerdo doloroso del pasado.

“Nayla”, la voz de Ahmed y sus caricias la trajeron de vuelta al presente.

“Ahmed, yo…”, comentó a decir, pero él le colocó un dedo sobre los labios, silenciándola.

“No hay pasado, Nayla, solo somos tú y yo”, dijo, llenando a Nayla de tranquilidad.

Ella tomó la mano que Ahmed le ofrecía y juntos se dirigieron a la cama.

Nayla se acostó suavemente sobre las sábanas y los pétalos de rosas, mientras Ahmed se despojaba de su ropa y se unía a ella, cubriéndola totalmente y permitiendo que sus cuerpos se rozaran.

“Solo somos tú y yo”, repitió él con voz ronca, sin permitirle responder, capturando su boca en un beso casto que poco a poco se transformó en una exploración más profunda y apasionada.

A medida que Nayla respondía al beso, Ahmed lo profundizó, entrelazando su lengua con la de ella, saqueando su boca con ternura y pasión.

Nayla, cada vez más animada, se aventuró a enredar los dedos en el corto cabello de Ahmed, atrayéndolo más hacia ella, intensificando el beso hasta convertirlo en un reflejo de su pasión creciente.

Nayla sintió el deseo correr por su cuerpo, era una sensación desconocida, abrumadora, pero adictiva, ella no quería dejar de sentir aquel fuego que nacía en su bajo v!entre y la humedad que mojaba sus bragas y le hacia desear cosas que no conocía.

Cuando Ahmed rompió el beso por falta de aire, ella protestó casi de inmediato, porque necesitaba sentir todo lo que estaba sintiendo, deseaba explorar todos los misterios del amor y de su entrega.

“Ahmed, por favor”

Pidió ella en tono ronco por la excitación.

Sus ojos también eran una muestra de lo que estaba sintiendo, pues estaban nublados por el deseo y la pasión.

Ahmed no puedo resistirse a la petición de Nayla y cerró de nuevo la distancia entre ellos, tomó los labios de Nayla en un acalorado beso y la pasión estalló en ellos, convirtiéndose en un mar salvaje de deseos, emociones y sentimientos.

Las manos de Ahmed se deleitaron con la piel exquisita de su esposa, acariciaron el costado de la joven de arriba abajo, provocando espasmos de placer en el cuerpo de Nayla, provocando que deseara más y más.

Nayla se convirtió en un mar incontrolable de temblores, la lengua de Ahmed recorrió su yugular, se deslizó centímetro a centímetro por su piel, mientras sus manos se deleitaban jugando con sus pezones.

“¡Ahmed!” exclamó la joven al sentir como los dientes del hombre raspaban su piel y corrían sin prisa y con calma a apoderarse de sus duros botones, dejando un sendero húmedo y ardiente sobre su piel.

“Eres tan perfecta, Nayla, no hay nada más que desee que fundirme en tu piel, en tu cuerpo y en tu sangre. Hacernos un solo ser hoy y para siempre” susurró Ahmed con la voz cargada de amor, pasión y excitación.

“Hazme tuya, Ahmed, enséñame a amarte con mi cuerpo y con mi carne” pidió Nayla, arqueando la espalda por mero instinto, Ahmed dejó escapar el g$mido que se abrió paso por su garganta, antes de apoderarse de la boca de su esposa.

Nayla g!mió al sentir las manos de Ahmed, acariciar sus redondos y perfectos pechos, echó la cabeza atrás y apretó las sábanas con sus manos, mientras Ahmed fue dejando un sendero de caricias por su cuerpo desnudo, haciéndola sentir maravillosamente bien, como si hubiese estado destinada para él desde el principio.

Quizá era así…

Los labios de Ahmed descendieron por el v!entre plano de Nayla, mientras sus manos subieron suave y lentamente por el largo de sus piernas, buscando aquel precioso tesoro que se escondía entre ellas.

Nayla g!mió de placer al sentir los dedos de Ahmed acariciar su intimidad.

Ella estaba excitada, empapada de sus jugos y la sensación la abrumó hasta casi hacerla enloquecer, y cuando la boca de Ahmed tocó su cl!toris, la pasión estalló y corrió por su cuerpo como pólvora hasta estallar de manera brutal y alcanzar su primer org%smo, una experiencia desconocida para Nayla, pero muy intensa y deliciosa a la vez.

Ella no tenía palabras para describir lo que sentía en ese momento.

Ahmed levantó la mirada, fue breve, pero lo suficiente para saber que estaba haciendo las cosas bien.

Los ojos de Nayla estaban nublados por el deseo y la pasión, por lo que, sin dudar descendió de nuevo sobre su húmeda intimidad y lamió aquel centro de placer, arrancando g$midos de la garganta de la joven.

Ahmed se deleitó con aquel exquisito manjar.

Chupó, lamió y succionó aquel dulce e hinchado cl!toris mientras sus dedos penetraban aquellos íntimos pliegues, preparándola para él.

El tirón de su dureza dentro de su bóxer fue doloroso y placentero a la vez, él estaba listo para unirse a Nayla y reclamarla como suya.

No obstante, Ahmed no quería apresurar las cosas, él quería que ambos disfrutaran del momento, por lo que, bajó la boca y comenzó un ritmo enloquecedor sobre su cl!toris y sus dedos se movieron dentro de ella, preparando el camino y haciendo que un segundo org%smo atravesara el cuerpo de Nayla.

“¡Ahmed, por favor!” gritó ella desesperada mientras su cuerpo explotaba en miles de fragmentos.

Ahmed aprovechó ese momento de éxtasis para abrirse paso en el cuerpo de Nayla y en una sola embestida se fundió con ella, llevándose con él su pureza.

El grito que Nayla dejó escapar fue tanto de dolor, como de placer, haciendo que Ahmed se quedara inmóvil dentro de ella, esperando y soportando la presión que ejercían las paredes íntimas de Nayla alrededor de su dureza.

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