Capítulo 167:

Jenna, buscando cambiar el tema, compartió noticias emocionantes sobre los distinguidos invitados que asistirían al evento, incluyendo realeza de países vecinos.

La conversación se desvió hacia los preparativos de la boda, un evento que prometía ser grandioso no solo por la unión de Ahmed y Nayla, sino también por ser una celebración que seguía las tradiciones como Alá manda.

La noche antes de la ceremonia, las mujeres de la familia se reunieron para la tradición de Al Zahba, donde Nayla mostraría los regalos de Ahmed.

“¿Nos harás esperar más tiempo?”, preguntó Scarlett con impaciencia, mientras Nayla, con manos temblorosas, se preparaba para abrir los regalos.

“Tranquila, Nayla”, la consoló Azahara, ofreciendo el apoyo maternal que toda novia necesita en la víspera de su boda.

“Mamá tiene razón, relájate”, secundó Amira, compartiendo una sonrisa tranquilizadora.

Nayla, con un suspiro que reflejaba una mezcla de nerviosismo y emoción, asintió y comenzó a abrir los regalos que Ahmed le había enviado.

Sus manos, húmedas por la ansiedad del momento, temblaban ligeramente al destapar la primera caja, la más grande de todas, que contenía telas de seda fina y exquisita.

Continuó con las demás cajas, descubriendo perfumes y joyas que simbolizaban el inicio de su nueva vida junto a Ahmed.

La noche previa a la boda pasó rápidamente para las mujeres, y desde la mañana siguiente, todas se prepararon para el gran día.

Vestidas para la ocasión, cada una lucía espléndida, pero ninguna lograba opacar a la novia.

Nayla estaba radiante con un vestido blanco adornado con brocados dorados y mangas que terminaban en encaje del mismo tono, resaltando su belleza y elegancia.

El hiyab que ella misma había tejido con tanto cuidado cubría su cabeza, completando su atuendo nupcial.

Sienna, conmovida por la visión de su amiga, no pudo evitar expresar su admiración:

“No me equivoqué al elegirlo, te ves hermosa”.

Nayla, con una sonrisa que reflejaba gratitud y felicidad, le respondió con un susurro:

“Tuviste un buen ojo”.

Un breve intercambio de sonrisas iluminó la habitación antes de que el reloj marcara la hora señalada para la ceremonia.

Todas salieron de la habitación y se dirigieron al salón donde se celebraría la unión.

Abdel había decidido romper con algunas costumbres y había reunido a más de trescientos invitados en un mismo lugar, un gesto que hablaba de la importancia del evento.

Al abrirse las puertas, Nayla avanzó hacia adelante.

A pesar de la multitud, su mirada estaba fija únicamente en Ahmed, quien la esperaba al lado de Abdel, vistiendo una kandoora blanca.

Mientras Nayla caminaba hacia él, su mente se inundó de recuerdos, pero el más significativo era el día en que conoció a Ahmed, el día en que supo que nunca más estaría sola y que había encontrado al amor verdadero.

Ahmed, al ver a Nayla acercarse, sintió una emoción tan intensa que su corazón parecía querer escapar de su pecho.

Estaba rodeado por el amor de su familia, incluyendo a Basima y Halima, quienes estaban presentes no como sirvientas, sino como parte de su familia, un acto noble de Azahara que lo llenaba de gratitud.

La ceremonia comenzó con las palabras de Abdel, quien habló sobre la importancia de casarse con una persona buena y piadosa, y cómo el matrimonio completaba la mitad de la religión de un hombre. Las manos de Nayla, adornadas con henna, se unieron a las de Ahmed, mostrando bellos diseños que simbolizaban su unión.

Hassan, el hermano de Ahmed, lo vistió con la tradicional capa negra ‘Bisht’, marcando su importancia dentro de la familia y la comunidad.

Abdel les permitió intercambiar palabras privadas, una concesión paternal más que una formalidad.

Ahmed le susurró a Nayla su compromiso de caminar juntos en la prosperidad y la adversidad, de ser cómplices por el resto de sus vidas.

Nayla, con una emoción que amenazaba con desbordarse, le declaró que su vida entera se había vuelto el centro de la suya y le pidió que siempre estuviera a su lado.

Abdel, con alegría en su corazón, los declaró marido y mujer ante todos los presentes.

Tomados de la mano, Nayla y Ahmed se giraron y caminaron por el pasillo, ahora no como dos individuos, sino como una pareja unida, como un solo ser.

Abdel había decidido cambiar la tradición de la walima, iniciando la celebración inmediatamente después de la ceremonia, sabiendo que la pareja probablemente no tendría apetito esa noche por la emoción del momento.

La celebración comenzó y las puertas del salón se abrieron para que los invitados disfrutaran del banquete.

Nayla y Ahmed apenas tuvieron tiempo de probar bocado, ocupados en conversar con los invitados.

Mientras tanto, Abdel aprovechaba la ocasión para presentar a Amira a sus amistades, sin ningún reparo en que el mundo conociera la existencia de su hija mayor.

Quizás esa noche, pensó, podría ayudar a su hija a encontrar un buen esposo, pero sin ofrecerla en el mercado del matrimonio.

“Felicidades, Abdel”

Saludó su homónimo.

Abdel se detuvo frente al Emir de Qatar, Tamim, con quien mantenía una amistad y algunos negocios desde hace años.

“Creí que no llegarías”, expresó Abdel con una sonrisa.

Tamim negó con la cabeza, explicando que habían tenido un pequeño inconveniente con el avión, pero que finalmente habían llegado.

Abdel le dio la bienvenida a su ‘humilde casa’ con cordialidad, a lo que Tamim respondió sintiéndose honrado por la invitación.

Abdel, con orgullo, presentó a su hija, Amira Rafig, quien saludó al Emir con una inclinación de cabeza, mientras él bajaba los ojos en señal de respeto.

Tamim, en un tono jovial, preguntó a Abdel cómo había logrado que todos sus hijos estuvieran correctamente casados.

“Dejarles elegir”, admitió Abdel, una respuesta que Tamim tomó a la ligera, sin prestarle mucha atención.

Mientras continuaban las presentaciones, Amira confesó a su padre sentirse abrumada por la multitud y la dificultad de recordar todos los nombres.

Abdel, percibiendo el malestar de su hija, le sugirió salir al balcón para tomar aire fresco.

Azahara, al notar la situación, confrontó a Abdel sobre lo que estaba haciendo.

“Has arrastrado a Amira por todo el salón”, señaló.

Abdel intentó disimular, pero Azahara ya había notado su intento de casamentero. Amira, buscando un respiro, aceptó el consejo de su padre y se dirigió al balcón.

En el balcón, Amira se encontró con Bashir Alhajri, un hombre guapo que le ofreció una sonrisa blanca y perfecta.

La situación era comprometedora, ya que podrían ser vistos conversando sin acompañante.

A pesar de la tensión, Bashir expresó su deseo de verla más adelante, sin tanta ceremonia. Amira, aunque nerviosa, se presentó y sintió un fuerte latido en el corazón, preguntándose si en la boda de su hermano había encontrado a su alma gemela.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar