La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 166
Capítulo 166:
“Todo está bien”, susurró él, consolándola mientras ella, abrumada por la emoción, escondía su rostro entre su cuello y hombro.
Mientras Scarlett se reponía, Hassan y Farid se reunían con sus esposas, y Abdel mostraba su afecto a Kalila.
Ahmed, aunque no conocía a Kalila como tía, no podía ser indiferente a la situación, dada la reciente pérdida de su esposa.
“Les agradezco por estar aquí y apoyar a mi hijo”, expresó Kalila en un tono bajo, agradeciendo la presencia de la familia en momentos tan cruciales.
Jahir, finalmente liberado del peso de su padre Amin, podía ahora dictar su propio camino.
“Ya todo ha terminado”
Afirmó Kalila con convicción, y Scarlett, aún entre lágrimas, expresó su alivio y angustia.
Jahir la tranquilizó, prometiendo que de ahora en adelante serían dueños de su propio destino.
La cena reunió a la familia, donde Abdel y sus acompañantes se preparaban para volver a Dubái al día siguiente.
Jahir agradeció la presencia y apoyo de su tío Abdel, y Hassan pidió disculpas por malentendidos pasados.
“Lo importante es que ahora nuestros lazos sean firmes y fuertes”, dijo Farid, proponiendo un brindis por la familia, al cual todos se unieron.
Después de la cena, cada uno se retiró a descansar de un día largo y agotador.
En la intimidad, Scarlett invitó a Jahir a la ducha para relajarlo.
A pesar de la confusión inicial, Jahir sonrió al entender que Scarlett no buscaba una noche de pasión, sino cuidarlo y hacerlo sentir amado.
Bajo el agua tibia y las manos cuidadosas de Scarlett, Jahir se relajó profundamente, disfrutando del mejor masaje de su vida y sintiendo el amor absoluto de su esposa.
“He terminado, cariño”, le susurró Scarlett al oído a Jahir, quien g!mió al sentir el calor de su aliento bañando su oreja y cuello.
Se movió en el agua, sin abrir los ojos.
“Jahir, he terminado, vamos a la cama”, le susurró de nuevo.
Jahir abrió los ojos lentamente, con una pereza que denotaba su estado de relajación. Scarlett ahogó una risita ante su reacción y le insistió en ir a la cama, apartándose de él.
Jahir protestó ligeramente, pero se levantó de la bañera, mostrando su espléndido cuerpo, mientras Scarlett lo observaba con detalle y se acercaba sin prisa para envolverlo en la bata que había preparado.
“Te he mojado”, dijo Jahir, sin estar seguro si era una pregunta o una afirmación al notar las mangas de la túnica de Scarlett húmedas. “
En más de un sentido”, respondió ella con una sonrisa pícara.
Un sonoro g$mido escapó de los labios de Jahir, que sin demora, tomó a Scarlett entre sus brazos, la cargó y la llevó a la cama, demostrando que quizás no estaba tan cansado después de todo.
Mientras la pareja se sumergía en la intimidad de su amor, Aida, la criada, se encontraba en una misión oscura.
Pagó a uno de los guardias para que le permitiera entrar a la celda donde Anisa aguardaba su condena.
“¿Aida?”, preguntó Anisa al verla acercarse.
“Sí, soy yo”, respondió Aida con seriedad. Anisa, con un atisbo de esperanza, se levantó intentando acercarse a ella.
Aida sacó el hiyab que Anisa le había regalado, y ante la pregunta de Anisa, confirmó que aún lo conservaba.
“Hay algo que tienes que saber, señora Anisa”, susurró Aida, asegurándose de que no hubiera guardias alrededor.
Reveló la noticia que cambiaría el destino de Anisa para siempre: Scarlett, la nueva esposa del señor Jahir, estaba embarazada y sería ella quien le daría un heredero al Emir.
Anisa, consumida por el resentimiento y la sorpresa, exigió a Aida que hiciera algo para evitar que el niño naciera.
Pero Aida, con una sonrisa de desafío, se negó rotundamente, declarando su lealtad a Scarlett y su posición como la única y legítima esposa del Emir.
Arrojó el hiyab a los pies de Anisa, un símbolo de su desprecio y rechazo.
Aida se marchó, dejando a Anisa con la peor de las condenas: la certeza de que el futuro Emir crecería en un v!entre que no era el suyo, y que su linaje moriría con ella en la tierra de Abu Dabi.
Los días que siguieron fueron tranquilos para Scarlett, protegida por Jahir de cualquier noticia indeseada. La invitación para la boda de Ahmed y Nayla llegó, y sin dudarlo, Jahir aceptó y planeó el viaje a Dubái junto a Scarlett y Kalila.
Nayla había pedido que Scarlett estuviera presente en la antesala de su boda, un evento que se celebraría en cuatro semanas.
Nayla bordaba su hiyab de boda, nerviosa por el día que se acercaba, mientras Sienna comentaba cómo Azahara, también emocionada, se ocupaba de los preparativos.
“Para ella, se le casan sus dos hijos, imagínate lo feliz y nerviosa que debe sentirse”.
Agregó Callie, refiriéndose a Azahara y la emoción que debía estar experimentando ante la boda de sus hijos.
“Lo bueno es que no está sola y Kalila se ha ofrecido a ayudarla”, le recordó Scarlett, intentando aliviar la tensión que se respiraba en la habitación.
Un silencio breve pero significativo se instaló, haciendo que Scarlett percibiera que algo no estaba del todo bien.
“¿Qué pasa?”, preguntó, interrumpiendo sus labores.
Nayla intercambió miradas con Sienna y Callie, como buscando aprobación para hablar.
“No es nada malo”, trató de asegurar Sienna, pero Scarlett frunció el ceño, intuyendo que había algo más.
“¿Nada malo, pero se lo piensan para hablar sobre el tema?”
Cuestionó con seriedad.
Callie carraspeó antes de revelar que Kalila y Zaida, la madre de Jenna, no se llevaban bien, lo que podría estar afectando la relación entre Kalila y Azahara, ya que eran hermanas.
“Es absurdo”.
Negó Scarlett, sin poder creer que las tensiones del pasado pudieran influir en el presente.
“Mamá es todo lo contrario a Zaida”, comentó Jenna, destacando las diferencias abismales entre su madre y su tía.
“Ser hermanas no siempre es sinónimo de ser exactamente iguales”, señaló Scarlett, compartiendo su propia experiencia con Sienna.
“Son pequeñas cosas las que las hacen diferentes”, añadió Callie, quien conocía a ambas mujeres.
“Son dos caras de una misma moneda”, dijo Nayla, resumiendo la situación.
“Entonces, espero que no estén asesinándose ahora mismo”, bromeó Scarlett, tratando de aligerar el ambiente.
Mientras tanto, Kalila y Azahara compartían un momento tranquilo, tomando té y dejando de lado las diferencias del pasado.
“Gracias por venir, tía”, agradeció Jenna, apreciando la presencia de Kalila.
“Es mi placer, querida. Hemos pasado tanto tiempo distanciadas”, comentó a decir Kalila, pero se detuvo al mencionar a Zaida, consciente de que su recuerdo no era grato para todos.
Azahara intervino, sugiriendo dejar el pasado atrás y centrarse en la felicidad del presente, especialmente con la boda de Ahmed y Nayla acercándose.
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