La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 164
Capítulo 164:
El médico salió de la habitación sin dar explicaciones, dejando a Scarlett molesta pero dispuesta a dejarlo pasar cuando vio a Jahir sentado en el sillón.
“Ve con él”, le instó Kalila, sabiendo que era Scarlett quien necesitaba estar allí con Jahir.
Con gratitud silenciosa hacia Kalila, Scarlett corrió hacia la habitación de Jahir y las puertas se cerraron tras ella.
“¡Jahir!”, lo llamó, a pesar de la cercanía entre ambos.
“Lo siento, Bonita, no quise asustarte”, susurró Jahir, acariciando con ternura las mejillas de Scarlett.
Ella cerró los ojos al sentir el suave contacto de Jahir, pero no era suficiente para calmar la angustia que sentía.
“¿Qué fue lo que sucedió?”, preguntó abriendo los ojos y mirando fijamente a Jahir.
“Una larga historia”, murmuró él con dificultad.
“Quiero saberla”, insistió Scarlett con firmeza.
“Dame unos minutos”, pidió Jahir, tomando aire profundamente.
Scarlett no lo presionó, simplemente esperó pacientemente.
Jahir comenzó a relatar lo ocurrido.
“Fui a la casa de Mohamed para proponer un nuevo acuerdo que me permitiera liberarme de mi matrimonio con Anisa. Acepté que se sometiera a una prueba de pureza como prueba de mi compromiso. Sin embargo, me tendieron una trampa”, dijo, haciendo una pausa para organizar sus pensamientos.
“¿Una trampa?”, la voz de Scarlett tembló al preguntar.
“Sí. Dr%ga. El médico no supo decirme qué tipo, pero sospecha que pudo ser Burundanga, casi imposible de rastrear. Aunque no lograron su objetivo conmigo, yo sí lo hice con ellos”, dijo con los dientes apretados por la ira.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Scarlett.
“Que Mohamed, Anisa y toda su familia y empleados están en manos de la policía y serán juzgados por sus crímenes lo antes posible”, aseguró Jahir.
Scarlett sabía que así sería. Jahir nunca vacilaba, siempre enfrentaba sus problemas de frente.
“En el futuro tienes que ser más comunicativo, no puedes tomar decisiones así sin más”, lo regañó.
“¿No estás molesta?”, preguntó Jahir sorprendido.
“Preocupada, sí, molesta no. Soy consciente de que hiciste lo necesario”, explicó ella rápidamente.
Jahir sonrió con gratitud.
“Lamento haberte preocupado, te aseguro que no fue mi intención”, dijo, besando la palma de la mano de Scarlett.
Ella le devolvió la sonrisa, aunque sus labios temblaban y las lágrimas brotaron de sus ojos al recibir el casto beso de Jahir.
Se desahogó en sus brazos, abrumada por los sentimientos, las emociones y los miedos que la asaltaban.
El resto del día, permanecieron juntos en la habitación, con Kalila trayéndoles las comidas.
Aún no se sabía si había aliados de Anisa en el palacio dispuestos a hacerle daño a Scarlett, especialmente porque la noticia de la detención de Anisa y su familia aún no se había hecho pública.
“¿Te sientes mejor?”, preguntó Scarlett, ofreciéndole agua a Jahir.
“Mucho mejor”, mintió Jahir, cuyos músculos aún estaban entumecidos y el estómago revuelto por los efectos secundarios de la dr%ga. No quería preocupar a su joven esposa, menos en su estado de embarazo.
“¿Cómo se ha portado mi bebé?”, preguntó, poniendo la mano sobre el v!entre de Scarlett.
“Bien, se ha portado bien”, musitó ella, quien no había mencionado que esa mañana había sentido al bebé moverse por primera vez.
En ese instante, el pequeño ser en su v!entre se movió de nuevo, dejando a Jahir en shock.
“¿Qué ha sido eso?”, preguntó con un nudo en la garganta.
“Nuestro bebé”, susurró Scarlett, colocando su mano sobre la de Jahir.
Jahir se acomodó mejor en la cama y atrajo a Scarlett a su lado.
Con ambas manos sobre el v!entre materno, experimentó la maravilla de sentir a su hijo por primera vez.
“No puedo creerlo, se siente…”.
No encontró palabras para describir el momento, un momento que pudo haberse perdido si las cosas hubieran salido de manera diferente esa mañana.
“Se siente bonito, casi mágico”, dijo Scarlett.
Jahir asintió, se estiró ligeramente y le dio un corto beso en los labios a Scarlett, agradeciendo a Alá por tener vida.
…
Al día siguiente, Abdel y su familia llegaron a Abu Dabi para entender lo sucedido con Jahir y Scarlett.
Los hombres se reunieron aparte, mientras Sienna y Callie se encontraban con Scarlett y Kalila en privado.
“Entonces, ¿Qué fue lo que sucedió?” preguntó Sienna con seriedad. Scarlett, tras recibir un gesto afirmativo de Kalila, les contó sobre los eventos recientes, sobre Anisa y Mohamed y las consecuencias de sus actos.
Sienna no podía creer cómo la soberbia y la ambición podían cegar a las personas, y Callie reflexionó sobre su propia situación familiar, agradeciendo, a su manera, no haber sido traicionada por su propia sangre.
La conversación entre las mujeres continuó y más tarde se unieron a los hombres para la cena, que transcurrió en un ambiente serio y casi tenso.
Al concluir, cada uno se retiró a sus habitaciones.
Al día siguiente, el Consejo se reunió en el palacio de Qasr, convocado de urgencia por el Emir de Abu Dabi.
“Y bien, ¿Qué es lo que tienen que decir?” preguntó Bahjat Fayed, sultán de Sharjah, mirando a Mohamed y Anisa.
Jahir, como demandante, no podía ocupar su lugar en el Consejo.
“Soy inocente”, alegó Anisa con una confianza que irritó a Jahir.
Afirmó ser víctima de la tiranía de Jahir, quien se había encandilado por una mujer extranjera y la repudiaba estando ella posiblemente embarazada de su heredero.
Cuando se le pidió una prueba, Anisa mencionó la sábana manchada con la sangre de su pureza, lo que provocó murmullos entre los miembros del Consejo.
Un silencio absoluto se apoderó del salón mientras Anisa pensaba que había sembrado la duda en el Consejo.
Abdel intervino, señalando que la sábana manchada con sangre no era una prueba condenatoria, ya que podría haber sido manipulada.
Anisa, inquieta, insistió en su inocencia y en su matrimonio con Jahir, pero cometió un error al detenerse, revelando que su matrimonio no se había consumado hasta ese momento.
El Sultán de Sharjah declaró que la evidencia presentada seguía siendo insuficiente.
Anisa, desesperada, proclamó que el hijo que llevaba era el futuro Emir y que no podían negarle su derecho.
Sin embargo, el Consejo señaló que no había certeza de su embarazo y que la infidelidad se paga con la pena máxima.
Le preguntaron si estaba dispuesta a jurar su inocencia sobre el libro sagrado, poniendo a Anisa en una posición comprometedora y a la espera de su respuesta.
El cuerpo de Anisa tembló y estuvo a punto de caer al suelo, pues de una u otra manera estaría condenada si alguien mostraba pruebas de sus acciones.
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