La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 159
Capítulo 159:
Callie se sobresaltó al escuchar la voz de Farid, quien bromeó diciendo que había escuchado su conversación gracias a las cámaras de seguridad y a la vigilancia de su teléfono móvil. Aunque al principio Callie se alarmó, Farid rápidamente le aseguró que confiaba en ella y que solo estaba bromeando. La conversación entre ellos se tornó juguetona y cariñosa, culminando en un beso apasionado.
El día de la cena familiar, el sol brillaba sobre Dubái, presagiando un día especial con el regreso de la otra mitad de la familia.
En la cocina del palacio, Azahara, Amira, Callie y Jenna se movían de un lado a otro, preparando todo para la bienvenida.
Mientras tanto, los hombres de la familia se encargaban de cuidar a los pequeños Hassan y Amir, quienes estaban llenos de curiosidad y energía.
Assim comentó que un día en la oficina era más tranquilo que cuidar a los niños, a lo que Farid respondió con humor, recordándole que pronto tendría su propio hijo y que no había devoluciones.
Abdel, observando a su familia, se sentía feliz pero preocupado por Amira y su deseo de formar una familia.
Farid notó la preocupación de su padre y le ofreció su ayuda, pero Abdel solo mencionó que eran preocupaciones de padre.
A pesar de la oferta de apoyo de Farid, Abdel decidió no hablar del tema en ese momento.
Conforme se acercaba la hora de la cena, los preparativos estaban casi completos, y Halima se encargó de los últimos detalles. Callie, Jenna y Amira se ocuparon de vestir a los niños, y hacia las cuatro de la tarde, una caravana partió hacia el aeropuerto. Abdel, Farid y Assim fueron los encargados de recibir a los recién llegados, completando así la reunión familiar.
Entre tanto, en el palacio, las mujeres se preparaban para el reencuentro.
Azahara estaba nerviosa, luego de varias semanas, por fin podría volver a abrazar a Nayla, había sentido tanta preocupación por ella y un terror horrible al pensar que Anás se saldría con la suya.
Afortunadamente, había contado con la ayuda de Abdel y de todos los miembros de la familia, Azahara creía que jamás podría pagarles por lo que habían hecho.
Ahora todo lo que deseaba era que Nayla y Ahmed fueran felices.
Callie por su lado, moría por abrazar a Sienna y apapachar a Scarlett, la pobre la había tenido difícil con esa mala madre que le había tocado.
“Abdel ha llamado, vienen de camino”.
Avisó Azahara cuando el reloj marcaba las seis de la tarde. Callie tomó a Amir entre sus brazos y Azahara se hizo cargo de Hassan, el niño se aferró al cuello de la mujer y así, caminaron a la sala donde se llevaría a cabo la cena.
Azahara había dispuesto la mesa más larga del salón para que todos los miembros de la familia estuvieran en un mismo lugar.
“Por fin”, dijo Callie, mirando desde el ventanal, la caravana que ingresó al patio del palacio.
Lo admitiera o no, había echado de menos a Sienna, la única vez que se habían separado por tanto tiempo, había sido cuando se casó con Hassan y sin despedidas se vino a vivir a Dubái, entonces se las había arreglado para venirla a buscar, jamás imaginó que terminaría casada con Farid y que pertenecería a la misma familia que su amiga.
Sin duda, Callie creía ahora que todo sucedía por algo y que su destino estaba sellado junto al de Farid, con quien tenía un hijo y esperaba tener un par de pequeños más.
Mientras Callie recordaba los motivos que la habían llevado a ese lado del mundo, Sienna bajó del auto, el calor la saludó y por un momento recordó la primera vez que estuvo allí, entonces había llegado a la fuerza, había sido llevada como si fuera un costal de papas.
Ahora caminaba sobre sus hermosos y altos tacones, dirigiéndose al interior del palacio de su suegro, esperando reunirse con el segundo hombre más importante de su vida, Hassan.
El pequeño príncipe agitó sus manos al ver a su madre, era como una pequeña ave que agita sus alas para querer volar.
Hassan solo quería ir a los brazos de su madre y Sienna no lo hizo esperar. Aquel fue el reencuentro más emotivo de la noche, una madre y un hijo volviéndose a encontrar.
“Mi pequeño pedacito de cielo”, murmuró Sienna, mientras Hassan los abrazaba a los dos.
Nayla buscó a su madre y se lanzó a sus brazos, buscando su calor que tanto había echado en falta, y Callie, quien recibió a Scarlett, la pequeña rubia, no dudó ni un solo momento en ir a los brazos de la muchacha y dejarse apapachar.
Los hombres esperaron su turno para saludar, apenas Azahara liberó a Nayla, Ahmed saludó a su madre con un abrazo y un beso sobre su frente.
“¿Qué?”
La confusión se reflejaba en el rostro de Azahara.
“Termina, Azahara”, le pidió Abdel con una voz que denotaba más que una simple solicitud.
Azahara tragó el nudo que se había formado en su garganta. Aunque sus hijos sabían que se habían casado y dormían en habitaciones separadas, ninguno tenía conocimiento de la intimidad que realmente compartían, de que su matrimonio había sido consumado y que su relación había avanzado a un punto de cercanía que nadie podía imaginar.
“Azahara”, la llamó de nuevo, con un tono que mezclaba afecto y autoridad.
Ella, obedeciendo el mandato no dicho, terminó de limpiar la comisura de los labios de Abdel.
El silencio se apoderó de la sala; todos los presentes contenían la respiración, sin atreverse a decir nada, mucho menos a moverse, expectantes ante la tensión del momento.
Cuando Azahara intentó alejarse, Abdel tomó su mano y depositó un beso en el dorso, un gesto que trascendía lo cotidiano, que hablaba de un cariño y una complicidad profundos, revelando que su unión era más que un simple contrato matrimonial.
“Por ti, padre, y por Azahara”, brindó Hassan, interpretando la escena como una señal de que su padre y Azahara estaban dándose una oportunidad en el amor.
“Por ti y por Azahara”, repitieron los hijos, incluso Jenna, quien había aceptado a Azahara como la nueva compañera de su padre. Scarlett y Jahir también se unieron al brindis, pero la noche aún guardaba más sorpresas.
Ahmed se puso de pie y, con una solemnidad que llenaba la estancia, se colocó frente a sus padres. Se inclinó con respeto y habló con una voz firme:
“Padre, madre, me gustaría pedir la mano de Nayla para convertirla en mi esposa, mi única esposa y madre de mis hijos. Deseo casarme con ella y unir nuestras vidas en una sola”.
El corazón de Nayla latía con fuerza, sus miedos se disiparon como la bruma al sol. No había imaginado que Ahmed cumpliría su promesa tan pronto.
“Nayla”, la llamó Abdel con una mezcla de autoridad y ternura.
“¿Quieres casarte con Ahmed?”
Con una sonrisa que iluminaba su rostro, Nayla miró a su novio y respondió sin dudar:
“Sí, sí quiero”.
“Entonces, no hay mucho que yo pueda decir. Barakallahu fika”, bendijo Abdel, y Ahmed, en un gesto de profundo respeto, besó el dorso de la mano de sus padres.
La noche avanzó y, tras el anuncio de la boda, las parejas se retiraron, dejando a Nayla y Ahmed con sus padres para comenzar a planificar el evento.
Abdel, con una voz que reflejaba tanto una petición como una necesidad, pidió:
“No veo por qué tanta prisa, podemos organizar la boda perfectamente en dos meses. Ocho semanas es todo lo que te pido, Ahmed. Compláceme”.
Ahmed y Nayla, con las manos entrelazadas, intercambiaron una mirada llena de amor y comprensión.
“Padre…”, comentó Ahmed, pero Abdel lo interrumpió, explicando la importancia de la fecha y su deseo de disfrutar de una boda en el palacio, algo que no había podido hacer con sus otros hijos.
Nayla, con una voz suave pero segura, aceptó el plazo:
“Supongo que ocho semanas no harán mucha diferencia, Ahmed. Nuestro amor ha demostrado ser más fuerte que el tiempo y la distancia”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar