Capítulo 158:

Jahir se despojó de sus pantalones y se dedicó a adorar el cuerpo de Scarlett con una reverencia que solo podía nacer del amor más profundo.

Los g$midos y jadeos de Scarlett eran música para los oídos de Jahir, una melodía de éxtasis que celebraba su amor.

Jahir, guiado por el deseo de hacer de su primera noche como esposos algo inolvidable, desplegó toda su habilidad para llevar a Scarlett a la cima del placer.

Y cuando el primer orgasmo la envolvió, Jahir la penetró con fuerza, uniendo sus cuerpos en una expresión perfecta de su unión matrimonial.

La habitación en el último piso del lujoso hotel.

Scarlett se aferró al cuerpo de Jahir, mientras él iniciaba un loco vaivén de caderas que ella no dudó en acompañar.

Sus piernas, largas y esbeltas, se enredaron alrededor de la cintura de su esposo, intensificando la profundidad y el placer de la penetración.

“Te amo”, le susurró Jahir, mientras ambos ascendían por la montaña del placer.

Ella cerró los ojos, dejándose llevar por la corriente eléctrica de placer que recorría su cuerpo, adueñándose de todos sus sentidos.

Jahir encontró el punto exacto que hizo estremecer a Scarlett, llevándola a romperse en un segundo clímax, esta vez acompañada por él.

Su cuerpo tembló violentamente cuando Jahir arremetió con rapidez y precisión, prolongando su placer y elevándola hasta casi tocar el cielo con las manos.

Jahir continuó moviendo sus caderas, sintiendo cómo se tensaba dentro de ella, sumergiéndose un par de veces más en el cálido interior de Scarlett antes de que el calor se extendiera por su cuerpo, haciéndolo temblar y sacudirse mientras alcanzaba su propio clímax dentro de ella, liberando un ronco g$mido de satisfacción.

“Te amo”, repitió Jahir, depositando un beso en la frente de Scarlett, ahora húmeda por la actividad reciente.

Ella sonrió y cerró los ojos, sintiendo que su noche de amor con Jahir había sido la guinda del pastel de un día lleno de nervios, emociones y felicidad.

Mientras tanto, en Dubái, Abdel contemplaba a Azahara mientras mecía a Hassan entre sus brazos, lamentándose por todo lo que ella había perdido.

Deseaba compensarla en el presente y en el futuro con puros días de amor y felicidad.

“¿Se ha dormido?”, preguntó Azahara, a lo que Abdel asintió y continuó cantando la nana que Azahara había empezado, mientras ella observaba, imaginándose a ellos dos con un bebé propio, aunque sabía que ya no era tiempo para eso.

Ahora su tarea era cuidar a sus nietos y a los que estaban por llegar.

La conversación se tornó seria cuando Azahara mencionó a Amira, su hija, que deseaba encontrar pareja. Abdel, sorprendido y un poco aturdido por la petición, se mostró reacio a la idea de un matrimonio concertado.

Quería que Amira se casara por amor y no por un contrato, deseando protegerla de una historia como la suya o la de Azahara.

Azahara intentó calmar a Abdel, pero él insistió en que sería él quien hablaría con Amira.

Con el corazón agitado, Abdel dejó a Azahara con Hassan en brazos y caminó por los pasillos del palacio, reflexionando sobre el futuro de su hija y la cadena de experiencias que no deseaba que continuara.

Al llegar a la puerta de Amira, Abdel se detuvo, los suaves toques en la madera contrastaban con el huracán de emociones en su pecho.

Tras unos golpes más, la puerta se abrió y se encontró frente a frente con su hija, preparándose para una conversación que podría cambiar el curso de sus vidas.

“Padre”, susurró Amira, consciente de que la visita de su padre tenía que ver con la petición que había hecho a su madre.

“¿Podemos hablar?”, preguntó Abdel. Amira asintió, abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarlo entrar.

“Tu madre me ha expresado tus deseos, hija. ¿Estás segura de que quieres un matrimonio por contrato?”, preguntó Abdel.

Amira sintió vergüenza al escuchar la pregunta de su padre; la idea sonaba cruda cuando se decía en voz alta.

“Deseo formar mi propia familia, padre, tener lo que mis hermanos han conseguido. Quiero conocer ese tipo de felicidad, tener mis propios hijos y darles el hogar que…”, se detuvo, consciente de que no era culpa de sus padres el que ella creciera lejos de su familia.

Abdel se acercó a Amira y le dijo que entendía sus deseos, pero que no iba a concertarle un matrimonio. Quería que Amira eligiera por sí misma al hombre con quien compartir su vida.

“Eres libre, Amira”, le dijo.

“No me dejes una responsabilidad tan grande, no quiero equivocarme y que seas tú quien pague las consecuencias de mi error”.

Mientras Abdel caminaba hacia la habitación de Amira, había estado enfadado, pero al ver su rostro, todo enojo desapareció.

Sabía que su hija sería una maravillosa esposa, pero dudaba que encontrara un hombre en su ciudad que le ofreciera un matrimonio monogámico.

Quería para ella lo mismo que él había ofrecido a sus esposas; lo mismo que Hassan, Farid y Ahmed ofrecían a sus esposas y prometida.

“Entonces, si me enamoro y soy correspondida…”, comentó Amira, pero no pudo terminar la frase, consciente de que rara vez salía del palacio sin su madre o hermana.

“Lo prefiero así, hija”, convino Abdel, aunque no estaba del todo convencido.

Amira se acercó y lo abrazó, agradeciéndole. Abdel suspiró suavemente mientras la abrazaba.

Había aprendido que ese era el modo de Amira de demostrar su amor, algo que también hacía con Azahara.

Después de esa conversación, Abdel salió de la habitación y buscó a Azahara y Hassan, pero no los encontró. Azahara, por su parte, había entrado a la habitación de Callie con Hassan en brazos.

“Se ha dormido”, anunció. Callie, sorprendida por haber tenido dificultades para dormir al pequeño, recibió a Hassan en sus brazos y lo llevó a la cuna.

Azahara y Callie conversaron sobre Sienna y los inconvenientes que habían retrasado su regreso. Callie informó que llegarían al día siguiente y que Nayla vendría con ellas.

“¿Ellas?”, preguntó Azahara.

Callie confirmó que Scarlett regresaba y que esta vez era para quedarse, ya que se había casado con Jahir.

Azahara quedó sorprendida al escuchar la noticia, reflexionando sobre cómo la próxima generación de herederos sería una mezcla de dos culturas, y esperaba que eso significara cambios en el sistema y en las leyes.

“Vaya, a Kalila no va a gustarle”, susurró Azahara, consciente de que la hermana de su esposo no había sido precisamente amable con ella en el pasado.

Callie, con su característica franqueza, respondió que no importaba si a Kalila le gustaba o no, lo importante era que a Jahir le gustara, ya que era con él con quien Scarlett compartiría su vida, no con Kalila.

Azahara contuvo la risa ante el comentario de Callie.

A pesar de las diferencias culturales, las extranjeras habían traído felicidad a los hijos de Abdel, y eso para Azahara valía mucho.

Cambiando de tema, Azahara sugirió prepararse para el día siguiente, proponiendo una cena como la bienvenida ideal después de un largo vuelo de casi catorce horas.

Callie, aunque no había lamentado no acompañar a Sienna en su viaje, admitió que le hubiera gustado visitar su ciudad natal, Nueva York, de la que había estado ausente por mucho tiempo.

Después de acordar los detalles de la cena, Azahara dejó la habitación de Callie, quien se encargó de llamar a Jenna para invitarla a la cena de bienvenida.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar