La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 156
Capítulo 156:
En Nueva York, Sienna intentó disuadir a Scarlett de tomar una decisión que, a su parecer, podría arruinar el día más importante de su vida, que estaba a solo un día de distancia.
“No tienes que hacer esto, Scarlett”, insistió Sienna, pero Scarlett estaba decidida a confrontar su pasado para encontrar respuestas y cerrar heridas. Sienna, aunque desaprobaba la acción, se apartó y dejó que Scarlett siguiese su camino.
Scarlett se encontró con Margaret, quien la llamó al verla. La visión de su ex mejor amiga, marcada por heridas y señales de abuso, fue impactante.
“Tienes que ayudarme, Scarlett, por favor”, imploró Margaret.
Scarlett, con una mirada firme, le preguntó por qué debería ayudar a alguien que había olvidado su amistad para convertirse en una traidora.
“No debí hacerlo”, confesó con remordimiento. Scarlett, sin embargo, no estaba dispuesta a pasar por alto la traición.
“Sin embargo, lo hiciste y muy bien. Te aseguraste de que perdiera el móvil ese día en la discoteca, de que bebiera ese batido que me puso a dormir en el taxi, ¿También lo conducías tú?” preguntó con dureza. Margaret negó con la cabeza, desesperada, y soltó una verdad aún más impactante:
“No fui yo quien llevó el taxi ese día, fue tu madre”.
Scarlett, incrédula, exigió saber por qué.
“¿Por qué me hiciste esto?”
Margaret intentó justificarse, admitiendo su necesidad de dinero tras ser cortada por sus padres debido a sus adicciones.
“Necesitaba el dinero, yo…”, intentó explicar, pero Scarlett la interrumpió.
“¿Dinero? ¿Necesitabas dinero?”
La ironía de la situación era palpable, dado que los padres de Margaret eran dueños de una cadena de salones de belleza exitosos.
“Me prometieron que no te harían daño, que solo querían el dinero de tu rescate”, insistió Margaret, buscando la compasión de Scarlett.
Pero Scarlett no estaba dispuesta a perdonar.
“Hubiese sido más fácil que me lo pidieras”, le reprochó.
“Pero debió haber algo malo en ti, como para permitir y participar en mi secuestro”.
Cuando Scarlett se levantó para irse, Margaret lanzó una última acusación:
“¡Me traicionaste primero, Scarlett! Me dejaste botada para irte a disfrutar de las mieles del amor con ese árabe”.
Scarlett se detuvo, confundida y herida.
“¡No tenías que haberte enamorado de él, Scarlett! ¡Yo pude hacerte feliz!”, exclamó Margaret, revelando sus verdaderos sentimientos.
“Esperé ansiosa tu regreso, ¡Esperé desesperada a que te dieras cuenta de lo que sentía por ti! Jamás te diste cuenta de que no te quería como mi mejor amiga. ¡Jamás te diste cuenta de que te amaba!”
Scarlett, en shock, apenas podía procesar la confesión.
“No vas a convencerme, ni mucho menos me harás sentir culpable de tu situación, Margaret. Fuiste tú quien eligió su camino, así que, adiós”, dijo con firmeza antes de salir de la sala de visitas, dejando atrás los gritos desesperados de Margaret.
Sienna esperaba fuera, preocupada al ver a Scarlett pálida.
“¿Estás bien?”, preguntó.
“Sí, vamos”, respondió Scarlett, decidida a dejar atrás el encuentro.
En el camino a casa, Scarlett compartió con Sienna lo sucedido.
“¿Le crees?”, preguntó Sienna.
“No lo sé, pero tampoco tiene caso pensar en ello. Alguien que ama no puede ser tan ruin para hacer lo que ella hizo. El amor no puede ser un justificante para la maldad de un corazón”, reflexionó Scarlett.
Sienna estuvo de acuerdo y aconsejó a Scarlett olvidar la visita.
Scarlett decidió seguir el consejo de Sienna y no pensar más en Margaret ni en su confesión.
Tampoco sintió remordimiento por no visitar a Fiona, convencida de que había podado su árbol genealógico.
Ahora, su única familia eran Sienna, Hassan, Callie, su hijo y pronto Jahir.
Esa tarde y noche, Sienna se aseguró de que Jahir no viera a Scarlett antes de la boda, siguiendo la superstición de que traería mala suerte.
Hassan y Ahmed tuvieron que intervenir para mantener a Jahir lejos, pero quedaba la duda de si estarían atentos para una tercera ocasión.
Ante el espejo, Scarlett sonrió ligeramente a su reflejo.
“Quien sola se ríe, de sus pecados se acuerda”, comentó Sienna con una sonrisa, mientras acomodaba el ruedo del vestido de Scarlett.
…
El día había llegado, y los pocos invitados a la boda esperaban en el jardín de la casa Mackenzie, donde Scarlett había decidido celebrar su unión.
A pesar de la confusión de la noche anterior, Scarlett negó saber de qué hablaba Sienna, aunque en el fondo recordaba bien lo sucedido casi al amanecer.
“¡Listo! Hemos terminado, te ves hermosa”, exclamó Sienna, evitando cualquier discusión a minutos de la ceremonia.
Scarlett, nerviosa, agradeció el apoyo de su hermana.
Sienna le explicó que los nervios eran normales al estar a punto de unir su vida a otra persona, pero que la felicidad superaría cualquier temor.
Scarlett asintió, sintiendo una mezcla de miedo y emoción por la vida que comenzaría junto a Jahir y la llegada de su hijo.
“¿Estás lista, mi pequeña?” preguntó Sienna, siempre la más madura a pesar de la poca diferencia de edad.
“Tan lista como se puede estar”, respondió Scarlett con un suspiro.
Nayla, con una sonrisa traviesa, les recordó la importancia del ramo y su deseo de ser la próxima en casarse.
Las hermanas rieron ante la ocurrencia, y Scarlett prometió hacer lo posible para que Nayla o Ahmed atraparan el ramo o la liga.
La llegada de Hassan a la puerta interrumpió sus planes.
Vestido con su traje árabe, Hassan provocó una reacción inesperada en Sienna, quien tuvo que recordarse a sí misma que estaban en camino a una boda.
Tras un intercambio de miradas y un beso robado, Nayla les recordó que Jahir esperaba en el jardín.
Hassan se disculpó y ofreció su brazo a Scarlett para acompañarla.
Sienna se aseguró de que el vestido de Scarlett estuviera perfecto mientras descendían las escaleras.
“Gracias, Hassan”, murmuró Scarlett, agradecida por su apoyo y presencia en un día tan importante.
Al llegar al jardín, Scarlett vio a Jahir al final del pasillo de pétalos de rosas.
Los recuerdos de su primer encuentro inundaron su mente, y la emoción creció en su interior. Sienna entregó a Scarlett a Jahir con palabras emotivas, y él prometió hacerla feliz por el resto de sus días.
La ceremonia civil comenzó, y aunque lamentaron la ausencia de algunos seres queridos, sabían que tendrían otra oportunidad de celebrar en Abu Dabi.
El abogado les pidió que dijeran sus votos, y ambos se prometieron amor y fidelidad eternos, reconociendo el lugar único que ocupaban en los corazones del otro.
Finalmente, el abogado les dio permiso para sellar su unión con un beso.
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