La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 140
Capítulo 140:
“Perdóname”, murmuró Jahir, abrazándola con fuerza, temiendo perderla.
“Lo siento, Scarlett”, agregó, aunque ella estaba demasiado sumida en el remolino de su orgasmo para comprender el peso de sus palabras.
Felicidad prestada, pensó Jahir mientras yacía despierto al lado de Scarlett, cuestionando la realidad de los acontecimientos.
¿Había sido solo un sueño?
Pero no, el calor de su cuerpo a su lado confirmaba la verdad.
Habían hecho el amor, y con esa verdad, todas sus buenas intenciones se desvanecían.
¿Cómo podría verla solo como una amiga ahora?
¿Cómo podría renunciar a ella después de tal entrega?
No, no podía hacerlo.
No podría seguir su camino previsto, regresar a Abu Dabi y olvidarse de ella.
Apretó los dientes, buscando un arrepentimiento que no encontraba.
Aunque esta felicidad fuera pasajera, quería vivirla, aferrarse a ella mientras pudiera.
Jahir se levantó y se separó del cuerpo de Scarlett, halando su bañador y colocándoselo.
Su cuerpo estaba tenso, vibrando con la tensión de un violín, consciente de las huellas de la inocencia de la joven y la culpa que lo azotaba con la fuerza de un vendaval.
Besó la frente y el dorso de la mano de Scarlett antes de abandonar el camarote para ir a cubierta, donde se dio cuenta de que la noche había caído y el yate estaba detenido.
“Volvamos a la ciudad”, ordenó al capitán, quien asintió y se marchó, dejándolo solo con sus pensamientos y una botella de la que bebió, no buscando embriagarse, sino calmar el tumulto de su corazón y su conciencia, que le gritaban su error.
La voz de Scarlett lo sacó de su tormento interno.
“Te has despertado”, dijo él, su voz apenas un susurro, no una pregunta. Scarlett se disculpó por haberse quedado dormida, pero Jahir negó con la cabeza, diciendo que ambos debían estar cansados.
Ella se acercó a él, le dio un corto beso y se aferró a su cuerpo.
Jahir cerró los ojos y la abrazó, incapaz de rechazarla a pesar de saber que lo correcto sería alejarse y contarle la verdad.
Era un cobarde.
“¿Volvemos a la ciudad?”, preguntó Scarlett, su aliento calentando el pecho de Jahir.
“Sí”, respondió él, cerrando los ojos.
“Gracias por este día tan maravilloso, Jahir”, murmuró ella. Jahir asintió, besó la coronilla de su cabeza y la empujó ligeramente para apartarla de él, su cuerpo reaccionando al calor de ella y a su estado de desnudez.
“Vamos a vestirnos”, dijo, intentando mantener la seguridad de Scarlett, sabiendo que había perdido la batalla y que desearía repetir lo sucedido.
Scarlett obedeció y se dirigió al camarote para vestirse, mientras Jahir clavaba la mirada en la cama y las sábanas revueltas, un recordatorio de su pasión de la tarde.
Se dirigió al baño para vestirse, y poco después, se unió a Scarlett en cubierta para contemplar las luces de la ciudad.
Una vez en tierra, se dirigieron al auto de Jahir. Scarlett, incierta sobre lo que vendría a continuación, recibió la propuesta de Jahir de ir al hotel para descansar.
“¿Te quedarás conmigo?”, preguntó ella después de un breve silencio. Jahir, con las manos aferradas al volante, luchó por mantener la calma.
“¿Quieres que lo haga?”, preguntó, su corazón y su mente en conflicto, pero sus labios ya habían hecho la promesa.
“Quiero quedarme contigo”
Confirmó Scarlett en un suave susurro. Jahir asintió.
Esa noche, Scarlett durmió por primera vez en el ático de Jahir Ahmad, y contra todo pronóstico y deseo del árabe, a esa noche le siguieron dos más, en las que Jahir no pudo negarse a la felicidad prestada que encontraba en su compañía.
Mientras tanto, Fiona, frustrada y sin dinero, salía de la décima joyería del día, después de dos días intentando vender las joyas robadas a Scarlett sin éxito.
Nadie quería comprarlas sin los certificados de compra o de ingreso al país, ya que eran piedras preciosas extranjeras.
“Piensa, Fiona, piensa”, se dijo a sí misma, desesperada por encontrar una solución y cumplir su promesa a Dionisio de llegar a Grecia con el dinero, pero con las manos vacías.
La mujer caminó calle abajo, buscando otra joyería que no fuera tan estricta y decente, pero el precio que le ofrecieron fue para ella un insulto, así que, sin más, se vio obligada a llamar a su amante para explicarle la situación y pedirle viajar a Nueva York con carácter urgente.
Incluso aceptó pagar el boleto de avión con tal de que Dionisio le ayudara a venderlas en el mercado negro.
Con la tranquilidad de que el hombre vendría para solucionar el asunto, Fiona volvió a casa y decidió esperar a que Dionisio llegara.
Mientras tanto, trató de encontrar los certificados de compra o de ingreso al país en la habitación de Scarlett, pero no había nada, por lo menos no donde había buscado.
“¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?”, se preguntó Fiona.
“¿Qué tan escondido dejaste esos malditos papeles?”, gruñó, frustrada por la inutilidad de su búsqueda.
Cansada y viendo cómo el tiempo se le escapaba, decidió salir de la casa para dirigirse al aeropuerto y recoger a Dionisio, quien al menos resolvería uno de sus problemas.
Mientras tanto, Scarlett colgó la llamada que había estado esperando desde hacía días.
Sienna le había pedido que acogiera a Nayla en su casa y que la cuidara por un tiempo.
Nayla había hecho varias escalas entre países para evitar ser rastreada por su padre después de escapar de Dubái.
“¿Todo bien?”, preguntó Jahir desde la cama, finalmente se había entregado ‘por completo’ a Scarlett.
“Sí, era mi hermana”, murmuró ella.
“¿Cuándo tendré el placer de conocerla?”, preguntó él, observando cómo Scarlett se vestía.
Hoy tenía clases en la universidad, pero él no podría llevarla, porque tenía una reunión en el hotel esa mañana.
“Pues, quizá cuando venga de vacaciones”, respondió ella.
“Sin embargo, puedes conocer a mi amiga, también es árabe”, añadió, provocando que el cuerpo de Jahir se tensara.
“¿Árabe?”, preguntó Jahir.
Scarlett asintió y estaba a punto de contarle sobre Nayla cuando el timbre del teléfono interrumpió la conversación.
Jahir se levantó para atender la llamada, y Scarlett aprovechó para despedirse rápidamente con un beso y salir hacia la universidad.
Jahir quería indagar más sobre esa amiga árabe, pero su madre estaba en la línea y tuvo que atenderla.
Tras la llamada, se dio un baño y se vistió para la reunión con posibles socios. Sus negocios en Nueva York estaban floreciendo rápidamente.
Después de tres horas de reunión, lo único que Jahir deseaba era ir por Scarlett a la universidad, pero no le fue posible debido a un llamado urgente que como Emir de Abu Dabi debía atender.
Maldijo por lo bajo en varios idiomas, consciente de que volver a Abu Dabi no era una opción, pero tampoco podía ignorar el llamado de Hassan y Abdel.
“Volaré esta misma noche”, prometió Jahir antes de terminar la llamada.
Abatido, se preguntaba cómo manejar la situación con Scarlett. No quería dejarla sola, pero tampoco podía llevarla consigo, a menos que fuera como su esposa…
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