La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 138
Capítulo 138:
“Me gustaría”, aceptó Scarlett.
Su voz revelaba un deseo profundo de no terminar la noche.
No quería regresar al hotel, no quería despedirse de Jahir en el lobby. El beso que habían compartido horas atrás había cambiado las reglas del juego; ahora, ella quería más. Había resistido a los encantos de Jahir, lo cual no había sido fácil, dada la caballerosidad y la atención que él le brindaba. Ahora, Scarlett estaba segura de querer avanzar en su relación, aunque ignoraba la verdad sobre Jahir y la lucha interna que él enfrentaba para no herirla.
Pero ya era tarde.
Ella estaba enamorada.
Jahir había llevado a Scarlett a la discoteca, cumpliendo su promesa.
La cuidó y protegió, asegurándose de que no bebiera en exceso, manteniéndose él mismo sobrio para no perder el control bajo los efectos del alcohol.
Al salir de la discoteca, cerca de las dos de la mañana, Scarlett expresó su deseo de no terminar la noche. “No quiero volver al hotel, no quiero despedirme de ti en el lobby, ¿Podemos solucionarlo?”, preguntó con una inocencia que tensó el cuerpo de Jahir.
“Scarlett, yo…”, comenzó a decir Jahir, pero fue interrumpido por la súplica de ella, que se acercó y se aferró a su cuerpo como si fuera un salvavidas.
Jahir, incapaz de negarse a su petición, decidió no dirigirse al hotel. En cambio, condujo sin rumbo por las calles de Manhattan hasta llegar a Orchard Beach, donde pasaron un par de horas hasta que la luz de un nuevo día los sorprendió.
“Es tan hermoso”, murmuró Scarlett, observando el amanecer sobre el mar.
“Demasiado hermoso para ser real”, respondió Jahir, pero no se refería al paisaje; su mirada estaba fija en Scarlett.
“Las nubes parecen lenguas de fuego”, comentó ella. Jahir, sin palabras, estaba simplemente fascinado por ella.
“¿Qué?”, preguntó Scarlett al notar la intensidad en la mirada de Jahir. Su cuerpo respondió a esa mirada con un estremecimiento.
“No es nada”, musitó él, pero Scarlett ya estaba cerrando la distancia entre ellos.
“No te creo”, dijo ella, y sus labios estaban a punto de encontrarse cuando Jahir cerró los ojos por instinto.
“Estoy lista, Jahir”, susurró ella, y sus labios se unieron en un beso apasionado y demandante.
Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento, el rostro de Scarlett sonrojado y sus labios hinchados.
“Has conquistado mi corazón, Jahir, ahora es completamente tuyo”, le interrumpió ella. Jahir tragó el nudo en su garganta y dejó un beso en la frente de Scarlett, su forma de responder sin palabras.
Después de un silencio, Scarlett preguntó si volverían al hotel. Jahir negó con la cabeza, tomó su mano y la llevó hasta el auto.
Scarlett se dejó guiar por él, confiando en su dirección siempre que no fuera hacia el hotel.
Su sorpresa aumentó cuando Jahir la llevó al embarcadero de Chelsea y, sin dudarlo, la guió hacia uno de los yates en la zona privada.
“¿Navegaremos?”, preguntó ella, su voz mezclando sorpresa y fascinación.
“¿Quieres venir?”, ofreció Jahir. Scarlett asintió sin vacilar, y él le extendió la mano.
Juntos caminaron hacia el yate, él la ayudó a subir y, en menos tiempo del esperado, estaban navegando lejos de la ciudad.
En la residencia Mackenzie, Fiona irrumpió en la habitación de Sienna, buscando algo de valor que pudiera servir a su propósito.
Scarlett había dicho que su hermana había vivido allí por unos meses, y Fiona estaba desesperada.
Se justificaba a sí misma, diciendo que todo lo hacía por amor.
Dionisio le había devuelto la sonrisa que había perdido durante los años de la enfermedad de Steven, años de celibato forzado.
Ahora, necesitaba ayudarlo y no podía permitir que supiera la verdad: que ya no era dueña de la Ensambladora ni de la casa.
Mintió a Dionisio, diciéndole que volvía a Nueva York por asuntos de la empresa, cuando en realidad, buscaba dinero para volver a Grecia y seguir viviendo su romance.
“No pudiste habértelo llevado todo”, murmuró Fiona mientras revolvía entre las pertenencias de Sienna, pero no encontró nada de valor.
Frustrada y enojada, pasó a la habitación de Scarlett, decidida a robar a sus propias hijas si era necesario. Ya había intentado, sin éxito, conseguir un cheque de emergencia de la ensambladora.
Al encontrar la joyería de Scarlett, sus ojos brillaron con malicia.
Pensó que Scarlett podría reponer esas joyas gracias a su novio, mientras que ella no tendría otra oportunidad como esa.
Dionisio lo necesitaba más, se dijo, y se llevó todas las joyas.
Mientras tanto, ajena a las acciones de su madre, Scarlett disfrutaba de un delicioso desayuno en medio del mar.
No se preguntó cómo Jahir había preparado todo tan rápido, sabiendo que él no le revelaría sus secretos.
“En el camarote hay bañadores, si quieres nadar”, le dijo Jahir. Scarlett, emocionada al descubrir que el yate tenía su propia piscina, asintió.
Amaba nadar, aunque no en mar abierto, por los mitos y películas que le habían quitado las ganas.
Jahir observó a Scarlett dirigirse a los camarotes y soltó un suspiro de frustración.
“¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?”, se preguntó. Si pudiera borrar su vida en Abu Dabi…
Bebió un par de copas, no suficientes para emborracharse, pero sí para desinhibirse un poco.
Cuando Scarlett regresó enfundada en un traje de baño que resaltaba su figura, Jahir se vio abrumado por su belleza y deseos que luchaba por controlar.
Se reprochó por haber iniciado ese paseo, que ahora parecía abrir las puertas tanto del paraíso como del infierno.
“¿Te gusta cómo me veo?”, preguntó Scarlett, notando la intensa mirada de Jahir.
“Me encanta”, susurró él, culpando a los tragos por su sinceridad.
Mientras tanto, Scarlett había pensado en la reacción de Jahir mientras se ponía el bañador.
Consciente de que él no estaba acostumbrado a ver a una mujer tan descubierta a plena luz del día, se preguntó si él sería casado, pero rápidamente descartó la idea.
“Voy a nadar, ¿Quieres venir?”, propuso, queriendo alejar los pensamientos confusos.
“Iré a cambiarme”, dijo Jahir, y se alejó. Scarlett, sin saber que él huía de su propia tentación, se lanzó al agua.
Jahir, mientras tanto, luchaba contra una erección inoportuna causada por la visión de Scarlett en traje de baño.
Se mesó el cabello, paseando de un lado a otro, esperando que su cuerpo volviera a la normalidad, pero el recuerdo del cuerpo perfecto de Scarlett solo intensificaba su deseo.
“Estoy en grandes problemas”, murmuró.
Jahir estaba en problemas desde que puso los ojos en Scarlett, desde que ella capturó su corazón.
Nunca había temido tomar decisiones difíciles, pero ahora, con Scarlett en su vida, todo había cambiado.
Estaba dispuesto a renunciar a ella, a verla solo como una amiga, pero en ese momento, quería ser egoísta y tomarla para sí.
Quería olvidarse de Abu Dabi y comenzar una nueva vida en Nueva York, pero no era tan fácil como pensarlo.
Cayendo sobre la cama, Jahir se sintió derrotado por primera vez en su vida.
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