La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 137
Capítulo 137:
A pesar de los intentos de Fiona por justificar su ausencia y falta de comunicación, Scarlett no podía ignorar el dolor y la desilusión que había sentido durante la larga ausencia de su madre.
La relación entre madre e hija, claramente tensa y complicada, se había visto afectada por la distancia y el tiempo.
Scarlett, aunque todavía sentía consideración por Fiona, había decidido alejarse para darle a su madre el espacio que parecía necesitar.
“Bueno, cariño, quiero saber de ti y quizá que me ayudes un poco. La alacena de la casa se ha quedado vacía, no tengo efectivo para pagarle a las chicas del servicio…”, dijo Fiona con un tono que intentaba ser casual.
Scarlett, conociendo ya las intenciones de su madre, no pudo evitar mostrar su incredulidad.
“¿Hassan no te envió dinero?”, preguntó, esperando alguna excusa.
La respuesta de Fiona fue un sonrojo intenso, una clara señal de que las cosas no iban bien.
“No me alcanza, hay cosas que he tenido que pagar. Las deudas que tu padre nos dejó fueron muchas y pues…”
Intentó explicar Fiona, pero Scarlett no estaba dispuesta a aceptar más mentiras.
“¡Deja de mentirme, mamá!”, exclamó con una mezcla de ira y dolor.
“Hassan liquidó todas las deudas de mi padre, se aseguró incluso de salvar la casa que estaba hipotecada y no por mi padre, sino por ti. ¡Usaste ese dinero para largarte de vacaciones sin decirme ni una sola palabra al respecto! ¿Qué es lo que pretendías, mamá, que me enterase cuando fuera expulsada por no pagar ninguna letra?”, continuó Scarlett, su voz elevándose con cada palabra.
Fiona, enfrentada con la verdad, intentó justificar su comportamiento hablando de su derecho a disfrutar de la vida ahora que sus hijas eran adultas y ella una viuda.
“No puedo creer que te haya defendido, incluso, disculpado tantas veces con Sienna por tus actitudes”, dijo Scarlett, sintiendo cómo se desmoronaba la imagen que había mantenido de su madre.
La discusión se intensificó cuando Fiona recordó a Scarlett su deber filial.
“Mira Scarlett, soy tu madre y eso nada va a cambiarlo, tu obligación para conmigo es ayudarme cuando lo necesite y hoy lo necesito. Te di la vida, te he cuidado, ¿No es lo menos que puedes hacer por mí?”, demandó Fiona.
Pero Scarlett, firme en su posición, le recordó a su madre que ya estaba haciendo más de lo que merecía al permitirle quedarse en su casa.
Fiona, sin embargo, no se dio por vencida y exigió que Scarlett se hiciera cargo de los gastos de la casa.
“Bien, como es tu casa, tienes que ocuparte de pagar porque esté limpia y porque haya que comer en ella”, dijo con una sonrisa que no ocultaba su manipulación. Scarlett, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza, murmuró:
“A veces siento que te odio”, mientras buscaba su bolso para darle algo de dinero a su madre.
Fiona aceptó el dinero con una respuesta que dejaba claro que no cambiaría su comportamiento:
“Es bueno que solo sea a veces, cariño, soy tu madre y nada cambiará eso”.
Scarlett, con una advertencia final, le dijo que no esperara que siempre estuviera allí para ella, pero Fiona ya se estaba marchando.
Después de la partida de su madre, Scarlett se derrumbó en el sillón, las lágrimas fluyendo libremente mientras reflexionaba sobre la frialdad de Fiona.
Se preguntaba si alguna vez su madre había amado realmente a su padre, y si alguna vez había sido diferente a la mujer que acababa de ver.
Perdida en sus pensamientos y recuerdos, Scarlett no se dio cuenta de cómo pasaba el tiempo, olvidándose por completo de su cita con Jahir.
Fue el sonido de golpes en la puerta lo que la sacó de su ensimismamiento.
Al abrir, se encontró con Jahir, quien inmediatamente notó su rostro húmedo y sus ojos rojos e hinchados por el llanto.
Sin decir una palabra, Scarlett se lanzó a sus brazos, buscando consuelo en él, lo que hizo que el corazón de Jahir se llenara de esperanza y afecto.
“Calma, bonita, no llores”, dijo Jahir al escuchar el sollozo que escapó de los labios de Scarlett.
Con suavidad, acariciaba su espalda mientras se las arreglaba para cerrar la puerta y avanzar hacia el sillón.
Se sentó y acomodó a Scarlett sobre sus piernas, ofreciéndole un refugio en su pecho donde ella continuaba escondiendo su rostro mientras lloraba.
Jahir la consoló en silencio, con paciencia y sin hacer preguntas, simplemente estando allí para ella mientras encontraba calma entre sus brazos.
Scarlett, sin saber cuánto tiempo había transcurrido, se sentía en paz gracias a la presencia y el aroma de Jahir, y le confió lo sucedido con su madre.
Él la escuchó atentamente, comprendiendo el dolor de Scarlett.
Jahir, un hombre hecho y derecho con una fortuna invaluable, conocía la soledad y la obligación, habiendo estado sometido a la voluntad de su propio padre en su juventud.
A pesar de tener dos esposas, nunca había amado como amaba a Scarlett. Ese amor le había enseñado a ser paciente y a respetar su espacio y su tiempo.
“Estoy contigo, Scarlett”, le susurró, depositando un beso en su frente.
Ella, con ojos aún velados por las lágrimas, acarició con delicadeza el rostro de Jahir.
“No sé qué sería de mi vida sin ti”, confesó con sinceridad.
La dulzura del momento fue interrumpida por un beso, uno que Jahir no esperaba pero tampoco rechazó.
Scarlett tomó la iniciativa, buscando sus labios con una ternura que pedía permiso y encontraba en Jahir una respuesta igual de afectuosa.
Era un beso de amor, el primero que Jahir realmente valoraba en todos sus años.
Sin embargo, Jahir sabía que debían detenerse.
“Vístete, que te llevaré a cenar”, le propuso después de separarse con suavidad de ese beso tan cargado de sentimientos.
Ayudó a Scarlett a secar sus lágrimas y a arreglar su cabello, mostrando un cuidado que iba más allá de lo físico.
Mientras Scarlett se preparaba para la cena, Jahir reflexionaba en el balcón.
Era consciente de que ocultar la verdad no traería nada bueno y temía perder la confianza de Scarlett.
A pesar de haberse sentido inicialmente fascinado por ella, ahora Jahir no quería perderla y estaba dispuesto a ser solo su amigo con tal de no apartarla de su vida.
El beso, sin embargo, lo había cambiado todo.
Se permitió dejar caer un par de lágrimas mientras reconocía que nunca había amado como amaba a Scarlett, y nunca se había sentido tan vivo como cuando estaba a su lado.
Con un dolor agudo en el pecho, Jahir musitó para sí mismo su intención de cuidar y proteger a Scarlett, incluso si solo podían ser amigos.
“No soy un buen hombre para ti”, añadió con pesar, justo cuando Scarlett regresaba a su lado.
“¿Decías algo?”, preguntó ella, notando su presencia.
“Nada, bonita, ¿Estás lista?”, respondió Jahir, ocultando su corazón roto detrás de una sonrisa.
Después de esa noche especial, paseando por la ciudad y cenando en un restaurante de comida árabe, Scarlett esperaba que Jahir mencionara el beso que habían compartido.
Pero él se comportó como un caballero, dejando a Scarlett preguntándose si esa era su manera de conquistarla, una estrategia que parecía estar funcionando, ya que su corazón se inclinaba hacia la relación que Jahir había insinuado al principio.
“¿Quieres ir a la discoteca?”, le susurró Jahir al oído.
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