La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 135
Capítulo 135:
Entre sollozos, Nayla reveló la causa de su angustia:
“No quiero que te haga daño, madre, no quiero perderte”.
Azahara frunció el ceño, perpleja.
“¿De qué hablas, Nayla?”.
Las palabras salieron en un grito desgarrador de Nayla:
“De mi padre, me lo encontré ayer por la noche. ¡Me ha comprometido en matrimonio!”.
La ira se apoderó de Azahara al escuchar a su hija.
“No quiero irme con él, madre, pero si no lo hago… él prometió que te haría daño y tú no mereces sufrir más”, dijo Nayla, ahogándose en su llanto.
Entonces, Abdel, que aún estaba en la habitación de Azahara y había escuchado todo desde el baño, intervino con determinación.
“Ninguna de las dos volverá a sufrir por culpa de Anas”.
Nayla y Azahara lo miraron sorprendidas al oír su declaración.
“¿Harás eso por mí?”, preguntó Nayla, con el corazón lleno de esperanza.
“Por ti y por Azahara, no permitiré que Anas se salga con la suya. Esta tarde nos reuniremos en la casa de Hassan, donde te quedarás en caso de que Anás quiera venir a buscarte”
Afirmó Abdel con firmeza.
Azahara le confesó a Nayla que había compartido con Abdel su relación con Ahmed, asegurándole que, aunque no podían hacer que él volviera debido a sus compromisos, la cuidarían y protegerían por él.
Nayla se sonrojó, consciente de que Abdel sabía de su amor por Ahmed.
“No te avergüences de tus sentimientos, Nayla, no si son sentimientos verdaderos”, le aconsejó Abdel. Nayla se sentía conmovida y agradecida, aunque abrumada por la situación.
“Gracias”, susurró, pero Abdel le recordó que aún estaban al comienzo de lo que sería una larga lucha. Les pidió que Nayla preparara una pequeña maleta para trasladarse a casa de Hassan.
Mientras tanto, Sienna, Callie, Jenna y Amira terminaban de hacer las compras para la decoración del cuarto del bebé de Jenna.
Habían elegido tonos pastel, ya que aún no sabían el se%o del bebé. Amira se sentía algo perdida sin Nayla, pero Sienna y Callie la mantenían integrada, mientras Jenna se limitaba a sonreírle cada vez que se cruzaban sus miradas.
Cuando Sienna y Callie se excusaron para ir al servicio, dejando a Jenna y Amira solas, Callie expresó su preocupación, pero Sienna le aseguró que era necesario.
Sabía que Jenna tenía que escuchar la historia de Amira para comprenderla y darse cuenta de cuánto amor y privilegios había tenido en comparación con la soledad de Amira.
“Jenna no es mala”, afirmó Sienna.
“Pero a veces me dan ganas de darle unas buenas nalgadas”
Admitió Callie con una sonrisa.
“Jenna me recuerda a Scarlett”, musitó Sienna, pensativa.
Callie, al escuchar el nombre de Scarlett, no pudo evitar preguntar si había tenido noticias de ella.
Sienna confirmó que habían hablado y que las cosas no iban bien; su madre había tenido que irse a un hotel.
Callie, indignada, exclamó que era la madre de Sienna quien debería haberse ido, ya que la casa pertenecía a Scarlett.
Sienna intentó calmar a Callie, explicando que conocía bien a Scarlett y que, a pesar de los errores de Fiona, su madre, Scarlett siempre la vería como tal y no podría evitar ayudarla.
Eso explicaba por qué Scarlett había decidido irse ella misma. Callie, aún molesta, no entendía cómo Sienna podía tomar las cosas con tanta calma.
Sienna suspiró antes de explicar su punto de vista.
A ella, su madre la había forzado a casarse sin importarle si el hombre era adecuado o no, siempre y cuando sus cuentas bancarias estuvieran llenas.
En cambio, a Scarlett le hizo creer que todo lo que hacía era por su bienestar y futuro.
Sienna creía que Jenna, al igual que Scarlett, pesaba en su corazón el hecho de que Zaida la había concedido en matrimonio a Assim, aunque fuera por razones equivocadas.
Callie, tratando de aligerar la conversación, sugirió que Sienna debería invitar a Scarlett a mudarse a Dubái, aunque rápidamente reconoció que para alguien como Scarlett, acostumbrada a su vida y ahora saliendo con un chico, tal vez no sería lo ideal.
Sienna sonrió, pero su preocupación era evidente.
No quería que Scarlett sufriera, consciente de que no todos los hombres son buenos.
Callie le aconsejó dejar que Scarlett tomara sus propias decisiones y aprendiera de sus errores.
Mientras tanto, en otro lugar, Jenna y Amira tenían una conversación íntima. Amira le contaba a Jenna sobre su vida y cómo se sentía ahora que conocía a su familia.
Amira entendía que no debía ser fácil para Jenna aceptarlos, pero quería que supiera que ni ella ni Ahmed tenían la culpa de lo sucedido en el pasado.
Amira le explicó que, a pesar de haber crecido lejos de sus padres y haber pasado por muchas dificultades, no podía odiar a Jenna ni a su madre por lo que habían hecho.
Jenna, al escuchar a Amira, se llenó de vergüenza al darse cuenta de que había estado tan enfocada en su propio dolor que no había considerado el de los demás, incluido su padre, que había descubierto la existencia de otros hijos y lo que eso significaba para su tía.
Jenna, tocándose el v!entre, recordó las palabras de Hassan sobre lo que uno es capaz de hacer por un hijo.
Amira estaba impartiendo una lección de humildad a Jenna con sus palabras.
“Lo siento, Amira, he sido la peor de las hermanas contigo”, dijo Jenna, tocando ligeramente la mano de Amira. Pero Amira le sonrió con comprensión.
“Tenemos tiempo para recuperar los años perdidos, Jenna”, musitó con gentileza.
Jenna asintió, con los ojos llenos de lágrimas y la garganta apretada por la emoción, incapaz de articular palabra.
La llegada de Sienna y Callie interrumpió el tenso silencio, y Jenna se sintió aliviada por su presencia, pues no sabía qué más decirle a Amira.
“¿Está bien, volvemos a casa?”, preguntó Jenna, buscando salir de la situación.
“Por supuesto”, intervino Callie, compartiendo una mirada cómplice con Sienna.
El regreso a casa transcurrió en silencio. Primero dejaron a Jenna en su edificio y luego se dirigieron a la residencia de Sienna.
Amira quería saludar a sus sobrinos y Callie necesitaba pasar por Amir para volver a su hogar.
Al llegar, se encontraron con Nayla, Azahara y Abdel en la sala, lo que fue una sorpresa para todos.
Las mujeres saludaron y disimularon su sorpresa, especialmente Callie, quien no esperaba ver a Farid en casa de su hermano.
Abdel se disculpó por la invasión de la privacidad, pero Sienna, sentándose al lado de Hassan, le aseguró que no había problema.
Abdel, aclarándose la garganta, expuso la situación de Nayla y las amenazas de Anás.
Callie y Sienna se indignaron al escuchar los planes del padre de Nayla.
Sienna expresó su desacuerdo con la situación, señalando que no se podía obligar a una mujer a vivir algo así, aunque fuera aceptable según las leyes y costumbres locales.
Abdel sugirió que la única forma de evitar que Anás cumpliera su voluntad era sacar a Nayla del país y fingir que había huido por su cuenta.
Abdel tenía poder en Dubái, pero no quería causar más problemas con los Emires, ni molestar a su hermana Kalila con sus problemas.
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