La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 129
Capítulo 129:
“Olvidaste tu móvil en el auto”, dijo él, entregándole el teléfono.
Con las mejillas ardiendo, Scarlett apenas pudo murmurar un ‘gracias’ antes de que Jahir se marchara, dejándola rodeada de preguntas y miradas curiosas de sus compañeras, todas queriendo saber más sobre el misterioso y atractivo hombre que acababa de hacer una entrada tan dramática en su vida.
“¡Tienes que decirme! ¿Dónde lo conociste?”, insistió Margaret durante el primer receso.
“Fue por accidente”, comentó a explicar Scarlett, consciente de que muchos oídos estaban tratando de escuchar su conversación.
Relató cómo había tomado el camino equivocado en el hotel y terminado en el ascensor privado de Jahir, y cómo se habían encontrado de nuevo esa mañana.
“¡Eso yo le llamo destino!”, exclamó Margaret, emocionada.
“Baja la voz”, le pidió Scarlett, intentando mantener la calma ante la reacción de su amiga.
“Dios, esto parece un cuento de novela. Ya sabes, donde el protagonista se topa con la chica tantas veces y luego el amor surge y son felices para siempre”, dijo Margaret, soñadora.
“Es un acosador”, replicó Scarlett.
“Es guapo”, contrapuso Margaret.
“Margaret…”, comentó Scarlett, pero su amiga la interrumpió.
“Vamos, Scarlett, no puedes negar que está justo como el doctor nos lo ha recetado”, insistió Margaret, haciendo que Scarlett entornara los ojos.
“Si tú no lo quieres…”, empezó a decir Margaret, pero Scarlett la cortó.
“Basta, Margaret, parece que no has visto un hombre guapo en toda tu vida”, la regañó Scarlett, aunque en el fondo no necesitaba que nadie le recordara lo guapo y se%y que era Jahir. Ella ya era muy consciente de eso.
“Bueno, tú te lo pierdes, nena, luego te quejas de no levantar pasiones”, le refutó Margaret con una sonrisa burlona.
Scarlett le gruñó en respuesta, pero no dijo nada más.
El tiempo de receso se terminó y las clases continuaron.
Cuando la hora del almuerzo llegó, Scarlett había decidido no invitar a Margaret a comer. Con lo boca floja que era su amiga, podía meterla en más de un lío con Jahir y no necesitaba complicaciones en su vida.
“Y ¿Tu auto?”, preguntó Margaret una vez que llegaron al estacionamiento.
Scarlett se había olvidado de que no había llegado en su coche ese día.
“Eh, yo no lo traje, tenía una llanta sin aire y no tenía tiempo para arreglarla”, comentó, improvisando una excusa.
“Mmmm, entonces vamos, te llevaré”, se ofreció Margaret.
Scarlett estuvo tentada a aceptar y escapar de Jahir, pero la imagen del árabe recargado contra el capó de su deportivo, esperando por ella, le atravesó la mente.
Ella se lo había prometido, ¿No?
“Ve a comer, yo tengo algunas cosas que hacer en dirección”, dijo Scarlett, inventando una nueva excusa.
“¿Qué tienes que hacer?”, le cuestionó Margaret con curiosidad.
“Olvidé presentar un documento, te veo luego”, dijo Scarlett y, sin darle tiempo a Margaret de hacer más preguntas, salió huyendo.
Dejó el estacionamiento destinado para estudiantes y se dirigió al privado, que era ocupado por el personal de la Universidad y el propietario.
Cuando Scarlett reflexionó en sus acciones, ya era muy tarde.
La idea de traer a Margaret era para asegurarse de que ese hombre no iba a secuestrarla o algo por el estilo, por lo que se arrepintió de su decisión apresurada.
Además, Jahir no la estaba esperando, así que vio su oportunidad para salir de allí.
Scarlett se giró para irse y chocó con el cuerpo fornido de Jahir.
“¿Intentando huir?”, le preguntó con esa sonrisa traviesa que debería ser un crimen.
“No, claro que no, es solo que no lo vi y pues…”, tartamudeó Scarlett, buscando una explicación creíble.
“Estaba esperando por usted y por su amiga”, mencionó él, fingiendo buscar a la persona que Scarlett había mencionado en la mañana.
Claro que Jahir ya sabía que ella venía sola; la había estado observando desde que salió del salón de clases con esa famosa amiga.
“Ella tiene cosas que hacer, no pudo venir”, respondió Scarlett, esquivando la mirada de Jahir y sintiendo la acusación de su propia conciencia por mentir.
“Una pena no poder conocerla hoy, aun así, ¿Vendrá a comer conmigo?”, preguntó Jahir, ofreciéndole una salida que Scarlett no estaba segura de merecer.
“Se lo prometí esta mañana y estoy aquí”, afirmó ella, confundida por su propia decisión de seguir adelante con el plan.
Jahir sonrió y, con la elegancia de un caballero, le abrió la puerta del auto.
Scarlett tardó unos segundos en decidirse, pero finalmente subió al deportivo, rogando en silencio por no estar cometiendo un error.
Para su sorpresa, Jahir la llevó a su restaurante favorito.
¿Cómo sabía él de ese lugar?
“¿Sorprendida?”, preguntó él, captando la expresión de Scarlett.
“Sí, un poco”
Admitió ella, inquieta por la precisión de sus acciones.
“Aquí fue la primera vez que la vi, venía con esa amiga suya… ninguna mujer me había hechizado en cuestión de segundos, sin embargo, usted lo hizo. Estoy a sus pies”, confesó Jahir, dejando a Scarlett sin palabras.
“¿Está seduciéndome?”, logró preguntar, intentando mantenerse firme frente a la declaración de Jahir.
“No, en realidad quiero enamorarla”
Admitió él con franqueza.
Aquellas palabras resonaron en la mente de Scarlett.
“Es muy pronto para hablar de amor, apenas si nos hemos visto”, replicó, intentando ocultar la emoción que le causaba su confesión.
“Lo sé, Scarlett, lo sé, pero le aseguro que mi interés por usted es sincero”, insistió Jahir.
“Vayamos despacio, nadie tiene prisa para correr”, dijo ella, sorprendiéndose a sí misma con su respuesta que, más que un rechazo, era una invitación a conocerse mejor.
Jahir sonrió y asintió, pareciendo complacido con la perspectiva de construir algo a un ritmo más pausado.
El almuerzo transcurrió en una mezcla de conversación agradable y momentos de tensión emocional. Jahir era como un libro abierto en comparación con la cautela de Scarlett, que se debatía entre la prudencia y la curiosidad.
Al finalizar la comida, Scarlett anunció que debía volver a la universidad.
“Permítame llevarla”, ofreció Jahir, pero ella negó,
Scarlett se alejó de la mesa, diciendo:
“Tomaré un taxi y de nuevo, muchas gracias”.
Jahir se contuvo de ir detrás de ella, a pesar de no querer perderla de vista.
Una vez solo, Jahir se preguntó:
“¿Qué estoy haciendo? ¿Qué es lo que puedo ofrecerle?”.
Sintiendo la frustración crecer dentro de él, Jahir cerró los ojos.
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