La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 128
Capítulo 128:
El estómago de Scarlett gruñó en el momento que su olfato recogió el aroma a comida.
Se había saltado la cena la noche anterior y todo por culpa de Jahir Ahmad. Pensar en él le hizo sentir un nuevo escalofrío.
“Ese tipo debe estar loco y yo, por sentirme atraída por esa mirada oscura”, murmuró, dejando el ramo de rosas sobre la mesa y volviendo a la habitación para darse una rápida ducha.
Tenía clases y no podía darse el lujo de volver a llegar tarde.
Una vez que estuvo lista, regresó a la pequeña sala de su habitación, cogió la nota que venía en el ramo y que no había visto antes, con más curiosidad que miedo la tomó entre sus manos y leyó:
[Lamento haberle dado una mala impresión anoche, le aseguro que mi interés en usted es sincero. Atentamente, su más fiel admirador]
Scarlett tragó el nudo formado en su garganta.
¿Quién era ese tipo?
¿Por qué se había fijado en ella?
¿Eran todos los extranjeros con nombre árabe iguales?
Ella no pudo evitar pensar en su hermana y en Callie, ¿Así era como las cosas habían empezado entre ellos?
Scarlett negó, destapó la comida y se dispuso a comer; no iba a rechazar los sagrados alimentos, la comida no peleaba con ninguno y menos con ella.
Una vez que terminó de desayunar, miró la hora en su reloj; aún tenía tiempo.
Entonces recordó que no había realizado los ejercicios que el profesor les había dejado.
Fue por su bolso y se puso a ello. Media hora más tarde y un poco más tranquila, se dispuso a abandonar la habitación para dirigirse a la universidad.
Scarlett rogó internamente todo el camino hasta el estacionamiento para no encontrarse con el árabe. No quería discutir con él y tampoco quería agradecerle por las rosas y el desayuno. Más bien, no deseaba encontrarse de nuevo con él.
No obstante, la suerte parecía no estar de su lado y allí, parado frente a ella, estaba nada más y nada menos que Jahir Ahmad.
“Buenos días”, saludó con esa sonrisa se%y y torcida, capaz de mojarle las bragas a cualquier mujer sin excepción.
“¿Qué hace aquí?”, preguntó Scarlett sin responder el saludo.
“Vivo aquí”, respondió él, dando un paso hacia adelante, haciendo que Scarlett retrocediera dos.
“Esto en mi país es acoso y es causa de prisión”, le advirtió Scarlett.
Jahir sonrió.
“¿Llamará a la policía o volverá a golpearme?”, preguntó él en tono divertido.
“Eso depende de usted y de lo muy lejos que se mantenga de mí”, le advirtió Scarlett, tratando de bordearlo para llegar a su auto.
“Solo quiero conocerla”, musitó él, apartándose ligeramente.
“Por el momento”, añadió, mientras Scarlett soltaba una maldición.
“¡Ha pinchado mis neumáticos!”, gritó al ver una de sus llantas sin aire.
Jahir negó.
“Es imposible que yo supiera cuál de todos estos autos es el suyo”, dijo, mirando su reloj mientras Scarlett lo miraba sin creerle ni media palabra.
Anoche sus neumáticos habían quedado en buen estado.
“Voy saliendo a la universidad, ¿Desea venir conmigo?”, preguntó.
“Le prometo que no voy a comérmela”, añadió, presionando todos los botones equivocados en el cuerpo de Scarlett, mientras veía cómo Jahir le abría la puerta de su lujoso convertible…
“Vamos, la llevaré”, insistió Jahir con una sonrisa en los labios.
Scarlett estuvo tentada a darle un buen derechazo a Jahir por la situación tan incómoda en la que la había puesto, pero se contuvo.
Miró la hora en su reloj y se dio cuenta de que no tenía tiempo para salir del hotel y llamar un taxi; llegaría tarde a su reunión con el Decano y el propietario de la Universidad. A pesar de sus reservas, ir con Jahir parecía ser la única opción viable.
“Voy a reunirme con el Decano y el propietario de la Universidad, no voy a secuestrarla. Hay cámaras”, mencionó Jahir, intentando tranquilizarla.
Con un gruñido de desaprobación, Scarlett terminó subiendo al convertible, rogando en silencio que Jahir cumpliera su promesa y no le hiciera nada.
Su conciencia la regañaba por la contradicción de sus acciones y sentimientos, cuestionando su cordura por subir al auto con un hombre que apenas conocía y que, al mismo tiempo, despertaba en ella una atracción innegable.
El viaje transcurrió en completo silencio, con Scarlett embriagándose con el aroma de Jahir, que olía tan bien que consideraba que debería ser pecado.
Casi llegando a la universidad, Jahir rompió el silencio.
“Entonces… ¿Le gustaron las rosas?”, preguntó con una mezcla de curiosidad y algo más que Scarlett no lograba descifrar.
“No tenía por qué molestarse, señor”, respondió ella, evitando su mirada.
“No ha sido ninguna molestia. Es la única manera que encontré para disculparme con usted por mi atrevimiento de anoche”, expresó Jahir, lanzando miradas de reojo hacia Scarlett, quien se sonrojó sin entender completamente por qué.
“Lo lamento, quizá fui demasiado efusivo con mi muestra de interés hacia usted y terminé yéndome a los extremos. Anoche deseaba invitarla a que me acompañara a cenar”, confesó Jahir con un tono que parecía genuino.
“No nos conocemos”, refutó Scarlett, aferrándose a la única verdad que parecía segura en ese momento.
“Eso lo sé, pero… ¿Cómo voy a conocerla si no me da la oportunidad?”, replicó Jahir con una voz amable y respetuosa que hizo que Scarlett se cuestionara si realmente estaba lidiando con un acosador o simplemente con un hombre que mostraba interés de una manera poco convencional.
“Llevarme a su ático, sin duda, no fue una buena manera de mostrar su interés”, dijo Scarlett, casi sin darse cuenta de que estaba entrando en un diálogo que podría llevar a algo más.
“Ahora lo sé. Por favor, permítame invitarla a comer, sin ningún tipo de compromiso. Solo quiero conocerla”, insistió Jahir, y algo en su tono hizo que Scarlett considerara la oferta.
“Puedo aceptar, solo si acepta que venga con una amiga”, respondió finalmente.
“Por supuesto, puede traerla”, dijo él con una sonrisa, justo cuando el auto se detenía frente a la universidad.
“Estaré esperando por usted”, susurró Jahir mientras Scarlett salía del auto y cruzaba el campus a toda prisa, con el corazón latiendo desbocado.
Se preguntaba qué había estado pensando al aceptar la invitación a comer y cómo le explicaría a Margaret la presencia de ese hombre en su vida.
Se había metido en un problema innecesario. Bastaba con decirle gracias por traerme y listo, pero ni siquiera eso había hecho.
“¿Te pasa algo?”, preguntó Margaret en cuanto se reunieron.
“Tienes el rostro rojo como un tomate”
“No vas a creer lo que me ha pasado”, murmuró Scarlett, preparándose para contarle a su amiga todo lo sucedido.
Pero antes de que pudiera empezar, Jahir entró al salón, capturando la atención de todos los presentes y provocando una variedad de comentarios entre sus compañeras.
“¿Scarlett?”, preguntó Jahir, y ella se encogió en su asiento.
Sin embargo, no pudo esconderse por mucho tiempo, ya que Margaret se apartó y la dejó expuesta frente a Jahir.
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