Capítulo 124:

Azahara cerró los ojos y por segunda vez en el día sintió que las piernas se le aflojaron, sin embargo, esta vez luchó por mantenerse de pie.

“No deberías estar aquí”, respondió, tratando de alcanzar algo con qué cubrirse la espalda.

“Es nuestra habitación”, refutó él, sin dejar de tocar aquellas cuatro marcas en la espalda de Azahara. No había nada insano en el toque, tampoco nada erótico.

Él solo podía pensar en la persona que se había atrevido a dañar a Azahara de tal manera e inevitablemente, pensó en Zaida.

“¿Fue ella?”, preguntó con voz ahogada.

Azahara negó.

“No, no fue ella”, dijo en un susurro.

“Entonces… ¿Quién fue?”, insistió Abdel.

Azahara respiró profundo y decidió hablar.

“Fue Anás”, dijo, cerrando los ojos.

“Fue su regalo de bodas al descubrir que no era una mujer v!rgen”.

“¿Mandó a golpearte?”, preguntó Abdel, sintiendo rabia y culpa por partes iguales.

Azahara negó.

“Lo hizo personalmente, descargó su furia y marcó mi piel como un recordatorio de lo que era capaz de hacerme en un futuro”, dijo.

Azahara se sorprendió que su voz no sonara dolida, pese a ser la primera vez que contaba su secreto; sin embargo, fue liberador.

“Anás me odió desde entonces y créeme que su sentimiento fue recíproco, pero estaba atada a él por el matrimonio y no tuve más remedio que seguir a su lado, tomé a Nayla bajo mi cuidado y me olvidé de él y de mí”, confesó, girándose para enfrentar a Abdel.

Las piernas del Emir cedieron bajo su peso y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo de rodillas frente a su esposa.

“Por Alá, ¿Qué es lo que te hemos hecho?”, preguntó con lágrimas asomándose a sus ojos.

Azahara se negó a llorar.

“Es parte del pasado, Abdel”, susurró.

Él negó.

“Llevarás esas cicatrices por el resto de tu vida”, dijo.

“Lo sé, pero ya no me importa. Conozco a mis hijos y confío en poder estrecharlos entre mis brazos y escuchar que me llamen ‘mamá’“, respondió, ayudando a Abdel a ponerse de pie.

“Soy el culpable de todo esto que has vivido”, se lamentó Abdel.

“Dejemos las culpas atrás, Abdel, por nuestros hijos, no más culpas, no más señalamientos. Anás ya no es parte de mi vida”, pronunció Azahara, tentada por un momento a secar las lágrimas de Abdel, pero eso sería demasiado íntimo.

“Y jamás volverá a tenerte en su vida, Azahara. Ahora eres mi esposa y tendrá que respetarte como tal”, aseguró Abdel.

Azahara abrió los ojos por la sorpresa, no por sus palabras, sino por el beso que Abdel le dejó sobre la frente.

“Vístete, bajaremos a cenar”, dijo Abdel, cogiendo la bandeja y saliendo de la habitación.

Azahara era su esposa y le daría el lugar que merecía. Lo suyo no era amor, pero podían forjar sentimientos más fuertes y mucho más profundos con el tiempo.

Entre tanto, Ahmed deambuló por varias horas por las calles de la ciudad de Sharjah, la conocía, no tan bien como Dubái, pero no iba a perderse, no más de lo que ya se sentía.

Ahmed, envuelto en su tumulto interior, se preguntaba cómo debía reaccionar, cómo debía proceder. Recordó cómo había dejado a su madre, Basima, y a su hermana Halima, sin decir una sola palabra.

La conexión inmediata que había sentido con Amira, su melliza, lo confundía tanto como el afecto que aún sentía por Basima, a quien siempre había considerado su única madre.

“Eres un hombre, Ahmed, no un niño. Tienes que enfrentar la situación con entereza, buscar a tu madre y pedirle que te cuente su verdad. Basima no puede seguir mintiendo” se convenció a sí mismo, y así decidió buscarla.

Al anochecer, Ahmed volvió al palacio, esquivando la presencia de cualquier miembro de la Familia Rafiq, y se dirigió a la habitación de su madre y hermana.

Frente a la puerta de madera que lo separaba de Basima, tocó con una mezcla de duda y decisión, y esperó.

“¡Ahmed!” exclamó Halima al abrir, sus ojos rojos delataban las lágrimas derramadas.

“Shhht, no grites, no quiero que se den cuenta de que estoy aquí” susurró él.

“Van a reunirse en el comedor para cenar” informó ella, haciéndose a un lado para dejarlo pasar.

“¡Ahmed!”

Basima corrió hacia él al verlo entrar. No pudo, ni quiso, alejarse de su abrazo. A pesar de todo, el amor que sentía por ella no había desvanecido.

“Madre… lo siento, lo siento tanto hijo, no quise mentirte” sollozó Basima.

Sentados en la cama, Ahmed exigió conocer toda la verdad. Basima, con ojos suplicantes, asintió antes de revelar los hechos.

Mientras Basima narraba cómo Ahmed había llegado a sus brazos, él y Halima escuchaban atentos, pendientes de cada palabra.

“Zaida le dijo a mi madre, quiero decir, a Azahara que habías muerto” murmuró Ahmed, sintiendo cómo un nuevo resentimiento hacia una mujer ya fallecida empezaba a tomar forma en su corazón.

Besando la frente de Basima y Halima, Ahmed se levantó y, con el corazón dividido, salió de la habitación.

Se encontró en una encrucijada: un pasillo que lo llevaba lejos de su familia y otro que lo reuniría con ellos.

Mientras tanto, Abdel y Azahara se sentaban a cenar en compañía de Amira, cuya sonrisa llenaba de emoción a sus padres.

Abdel declaró que Azahara ocuparía su lugar como esposa y madre de sus otros dos hijos.

Hassan y Farid expresaron su alegría, mientras Jenna observaba todo con una seriedad que solo se rompía al mirar a Amira.

“Por tu matrimonio y por nuestros hermanos”

Brindó Hassan, justo cuando Ahmed apareció en el umbral de la puerta.

La familia entera parecía aceptar la situación, y Ahmed se preguntaba si podía seguir negándose a escuchar a Azahara Rafiq.

“¡Ahmed!” exclamó Azahara, mientras él buscaba la mirada de Amira.

Invitado a unirse a ellos, Ahmed avanzó y se sentó entre su madre biológica y su melliza, sintiendo un nudo en la garganta.

Azahara, tocando su mano, le agradeció por venir. Incapaz de verbalizar su gratitud, Ahmed asintió ante el cálido gesto.

Abdel se puso de pie y propuso un brindis.

“Por mis cinco hijos, porque de ahora en adelante no nos volvamos a separar, porque puedan amarse entre sí y respetarse como los hermanos que son. No hay preferencia entre ustedes, mi corazón es lo bastante grande para amarlos a todos por igual”

Declaró con emoción.

“Shukran yaszilan Alaha”

Agradecieron al unísono, mientras Sienna y Callie expresaban su gratitud a su propia manera.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar