La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 120
Capítulo 120:
Al encontrar a Amira sentada junto a Abdel, Azahara trató de suprimir los recuerdos que esa casa le evocaba, concentrándose en lo que había encontrado.
“Amira”, susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
“¿Es verdad lo que dice? ¿Soy hija de ustedes?” preguntó Amira, buscando confirmación en sus ojos.
“Sí”
Afirmó Azahara, y Amira se levantó, alejándose un paso, confundida y herida.
“¿Por qué?”
La pregunta era simple, pero cargada de años de abandono y dolor.
Azahara le contó la verdad, la historia de una hermana que le había robado todo, incluso la oportunidad de amar a sus hijos.
Amira escuchó, luchando por reconciliar la realidad con la fantasía de una madre que nunca vino por ella.
“¿No me abandonaron?” preguntó Amira, buscando algo en lo que aferrarse.
“Jamás”
Aseguró Azahara, con la certeza de quien ha enfrentado la muerte y ha sobrevivido.
Abdel intervino, invitando a Amira a unirse a ellos en Dubái, donde sus hermanos la esperaban. Amira, sin embargo, se resistía a dejar a Maissa sola.
En ese momento, el timbre sonó. Amira se dirigió a la puerta y abrió, mientras Abdel esperaba ver a Hassan.
“Padre, tía”
Saludó Hassan al entrar, con Hassan en brazos y Sienna a su lado.
Amira observó al recién llegado.
“¿Es él mi hermano?” preguntó, captando la atención de todos.
Abdel asintió con la cabeza.
“Él es Hassan, tu hermano”, confirmó a Amira.
Hassan miró a su padre, confundido.
“Padre”, dijo, pues no esperaba esta revelación.
Abdel explicó que la situación era más compleja de lo imaginado, ya que Azahara había dado a luz a mellizos treinta años atrás.
Sienna dejó escapar un quejido, preocupada tanto por Hassan como por lo que se avecinaba. ¿Cómo explicarían a Amira que tenía madres distintas?
Abdel respondió la pregunta silenciosa de Hassan y procedió a contarle toda la verdad a Amira, aunque sabía que era abrupto.
Expresó con claridad lo sucedido.
Amira, confundida y resentida, pidió tiempo a solas para pensar. Subió las escaleras y se encerró en la habitación, dejando salir años de emociones contenidas.
Mientras Abdel y Hassan conversaban aparte, Sienna acompañó a Azahara, temblorosa como una hoja.
“¿Te sientes mejor?”, preguntó Sienna después de prepararle un té.
Azahara expresó su sentir como peón en un juego ajeno, donde su vida y felicidad eran manipuladas sin piedad.
Solo tenía 18 años cuando Zaida le arrebató todo.
Sienna consoló a Azahara, abrazándola.
“Ya no pienses en el pasado. Ahora enfócate en el futuro con tus hijos”, aconsejó.
Azahara dudaba si podrían perdonarla.
“No fue tu culpa”, dijo Sienna.
“Nadie es perfecto y no elegiste esto”, agregó, recordando que la ley y sociedad también juzgan.
Azahara asintió, aunque el camino parecía largo.
Abdel y Hassan conversaban sobre regresar a Dubai cuando el celular de Abdel sonó. Revisó un mensaje con los resultados de una prueba de ADN.
“La probabilidad de que Ahmed sea mi hijo es del 99.99%”, repitió Abdel conmocionado, sintiendo que el celular le temblaba entre las manos.
“¡¿Qué has dicho?!” exclamó Azahara con un hilo de voz, aunque sospechaba la verdad.
Hassan miró a su padre y luego a su tía.
“Mi padre mandó a hacer una prueba de ADN, tomó cabellos de Ahmed para comprobar sus sospechas y estos son los resultados, él es hijo de ustedes”, explicó con calma.
La situación ahora era delicada, pues ellos eran padres biológicos pero no estaban casados, lo que podría acarrear sanciones legales severas.
El sollozo de Azahara los sacó de sus cavilaciones.
Ella quería darles privacidad, pero debía expresar lo que pensaba, lo que ellos no habían considerado por la urgencia de encontrar a sus hijos.
“Tienen que casarse”, soltó Hassan, arrepintiéndose luego por su franqueza.
“¿Qué?”, preguntó Azahara entre lágrimas.
Hassan argumentó que el matrimonio era la única forma de darles un nombre y posición a sus hermanos en la sociedad.
Abdel lo miraba como si fuera un extraterrestre.
Con Zaida había sido suficiente para toda una vida.
“No es necesario”, susurró Azahara débilmente.
Pero Hassan insistió en que debían cumplir las leyes.
Abdel y Azahara se miraron, sin imaginarse una vida de esposos.
“Han buscado a sus hijos todo este tiempo, ¿Van a dejarlos en el anonimato?”, cuestionó Hassan.
“También pueden irse al extranjero y empezar una vida distinta, sin cuestionamientos”, sugirió como alternativa.
“Azahara”, dijo Abdel. Ella levantó la mirada.
“Haré cualquier cosa por el bienestar de mis hijos. No quiero que se avergüencen de su origen”, aseguró Azahara con firmeza.
“Azahara, si es lo que tengo que hacer, lo haré”, coincidió Abdel.
Sienna miró a Hassan con preocupación.
“Me asusta cada vez que pronuncias esas palabras”, susurró.
“No te preocupes, volveré con buenas noticias”
Aseguró Hassan, aunque no estaba seguro.
“No te comprometas con nada y tampoco comprometas el futuro de nadie más”, pidió Sienna, confiando en las buenas intenciones de Hassan de cambiar las leyes.
Hassan prometió intentarlo y se despidió de Sienna con un beso, partiendo hacia el palacio de Bahjat con una misión difícil.
Mientras tanto, Sienna esperó con Hassan.
Abdel y Azahara subieron a ver a Amira y Maissa.
“Supongo que ella solo esperaba entregarme a mis padres”, dijo Amira con voz quebrada.
Reveló haber crecido con lo poco que Maissa pudo darle.
Abdel se arrodilló junto a Amira.
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