La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 114
Capítulo 114:
Sabía que estaba manipulando a Azahara con la esperanza de encontrar a su hijo, pero era la única forma de motivarla a luchar por su vida.
En los días siguientes, Azahara comió e hidrató su cuerpo, siguiendo las recomendaciones del médico bajo la supervisión de Abdel.
Una semana después, su conversación fue menos tensa. Abdel le recordó la promesa hecha a Nayla de que Azahara volvería a su habitación una vez recuperada.
“¿Puedo irme?”, preguntó Azahara con la voz quebrada.
“Puedes hacerlo, pero déjame advertirte un par de cosas. Tienes una única oportunidad para demostrarme que no eres la clase de mujer que me estoy imaginando”, advirtió Abdel.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Azahara con un hilo de voz, intentando comprender las palabras de Abdel.
Él le explicó que volvería a tener la libertad de moverse por el palacio como antes, pero sin la posibilidad de salir del recinto sin su compañía.
“No te preocupes de lo que la gente diga o piense. Si tu conciencia está tranquila, no tienes por qué bajar la mirada, Azahara”, le aseguró, intentando infundirle confianza.
Para Azahara, sin embargo, aceptar esta realidad era más complicado, su reputación ya estaba en entredicho.
Determinada, le prometió a Abdel que haría todo lo posible por descubrir la verdad sobre su hijo, manifestando su deseo de que no fuera otra mentira de Zaida. Abdel, sin más que decir, le indicó que se fuera.
Azahara salió de la habitación sin dudar, dejando atrás el lugar donde había estado encerrada varias semanas.
Abdel exhaló un suspiro largo y pesado, consciente de las dificultades que se avecinaban, especialmente la tarea de reunir a sus hijos y revelarles la existencia de un cuarto hermano y, aún más delicado, la identidad de su madre.
De regreso en su habitación, Azahara temía el interrogatorio de Nayla, sin saber cómo justificaría su prolongada estancia en la habitación de Abdel.
Pero Nayla no la confrontó; al contrario, se ocupó de su bienestar, proporcionándole alimentos y líquidos, tal como Abdel había hecho.
Azahara estaba profundamente herida por los eventos recientes.
Las confesiones de Zaida habían reabierto viejas heridas que pensó cicatrizadas.
El trato de Abdel revivió los peores momentos al lado de Anás, quien nunca le perdonó no haber sido v!rgen en su boda y la repudió aún más por no poder tener hijos.
Nayla, notando que su madre dejaba de comer, expresó su preocupación.
Azahara, sacudida de sus recuerdos, intentó disimular su tormento interno.
Nayla, con mejillas sonrojadas, confesó que se sentía atraída por Ahmed, un hombre que había vivido en el extranjero y cuyos estudios habían sido financiados por Zaida.
Las palabras de Nayla agitaron el corazón de Azahara, haciéndola sospechar que Ahmed podría estar relacionado con su pasado de alguna manera inesperada.
Decidió que hablaría con él, esperando que, quizás, la vida le brindara la oportunidad de reencontrarse con su hijo.
Mientras tanto, Hassan y Sienna regresaron al palacio, donde fueron recibidos con una fiesta organizada por Callie y Scarlett.
La reunión familiar estaba llena de alegría, pero Hassan percibió una tensión en su padre que no pudo descifrar.
Después de la cena, Jenna se levantó y extendió su mano hacia Assim, buscando la aprobación con la mirada de Scarlett y Callie para compartir algo importante.
La atmósfera se llenó de expectativa ante el inminente anuncio, mientras Azahara sopesaba sus próximos pasos y Abdel se preparaba para las revelaciones que alterarían la dinámica familiar.
“Antes que nada, doy gracias a Alá, por permitirnos reunirnos de nuevo en familia y espero que nos permita seguir estando tan unidos como hasta ahora”, expresó con emoción.
Abdel se acercó, tomó su mano y la miró con profundo amor, gesto que Azahara observó con una mezcla de admiración y dolor.
Ella no podía dejar de pensar en su propio hijo y si Abdel le ofrecería el mismo afecto si algún día lo encontraban.
Azahara no fue la única cautivada por la escena; sus ojos y los de Ahmed se encontraron, y por un momento compartieron una mirada cargada de añoranza y deseo de pertenencia.
Nayla, preocupada por su madre, le ofreció retirarse, pero Azahara, determinada a mantenerse fuerte, se quedó para escuchar el anuncio que Jenna estaba a punto de hacer.
“Padre, hermanos, tía”, comentó Jenna, y luego se volvió hacia Assim, animándolo a compartir la noticia.
“Jenna y yo, estamos esperando un bebé”.
Reveló Assim, sus palabras llenas de alegría.
La noticia fue recibida con felicitaciones y alegría desbordante. Abdel, a pesar de su felicidad, no podía dejar de pensar en Azahara y la sombra de incertidumbre que la envolvía.
Después de la celebración, el palacio retomó su serenidad.
Todos se retiraron a sus hogares, excepto Ahmed, cuya presencia era requerida en el palacio de Hassan.
Nayla expresó su pena por la situación de Ahmed, pero él la reconfortó, asegurándole que se verían a menudo ya que su madre vivía en el palacio principal.
Ahmed tomó la mano de Nayla con delicadeza, provocando un escalofrío en ella. Nunca antes había sido tocada de esa manera y se sintió especial.
Ahmed, consciente de las diferencias sociales entre ellos, se declaró enamorado y dispuesto a conquistar su corazón.
Nayla, superada por sus emociones y los recuerdos dolorosos del pasado, se encontró repentinamente enfrentando una propuesta inesperada.
“¿Quieres ser mi novia, Nayla?”, preguntó Ahmed. Con el corazón desbocado, Nayla aceptó, y en ese momento compartieron un beso, desafiando las convenciones y protocolos.
La euforia del momento fue interrumpida por la abrumadora sensación que Nayla sintió, obligándola a separarse.
Ahmed, consciente de lo que Nayla despertaba en él y de lo que representaba para su futuro, se comportó con respeto y contención.
Interesado en algo más que una aventura pasajera, buscaba construir una relación profunda y significativa con ella.
“¿Te veré luego?”, susurró Nayla, anhelante. Ahmed prometió que se verían el fin de semana, cuando visitara a su madre y tuviera tiempo libre.
Con esa promesa, Nayla asintió, sabiendo que tendrían que esperar para continuar lo que apenas comenzaba.
“Entonces me marcho, mi madre debe estar esperando por mí”, dijo Ahmed con reticencia a separarse de Nayla.
Adivinando sus sentimientos, tomó su mano y depositó un beso en el dorso, haciendo que ella estuviera al borde del desmayo.
“Y yo esperaré por ti”, respondió él antes de dejarla ir.
Ahmed suspiró, consciente de lo difícil que sería cortejar a Nayla debido a sus diferencias sociales. Ella era hija de una familia adinerada mientras que él era hijo de una criada, aunque Zaida se había encargado de financiar sus estudios.
Sin embargo, Ahmed desconocía los verdaderos motivos de Zaida.
Mientras tanto, Hassan y Sienna disfrutaban de su hijo Hassan.
Esa noche intentaban compensar el tiempo separados de él. Cuando Hassan lloró a medianoche, Hassan lo tomó para calmarlo, dejando a Sienna descansar.
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