Capítulo 113:

Finalmente, las dos mujeres llegaron al Burj Khalifa, donde Scarlett no pudo evitar expresar su asombro ante la magnificencia del edificio.

Jenna, entre risas, le aseguró que estaba acostumbrada a los rascacielos, pero que este era el más grande del mundo.

Al entrar al lujoso apartamento de Jenna, Scarlett quedó impresionada por la opulencia del lugar, a lo que Jenna bromeó diciéndole que cerrara la boca para que no entraran moscas.

En la habitación, mientras decoraban y preparaban todo para la llegada de Assim, Scarlett se sintió satisfecha con el resultado de su esfuerzo.

“Es mi primer regalo para tu bebé”, dijo, expresando su deseo de estar presente cuando naciera. Jenna, agradecida, quiso ofrecerle un regalo a Scarlett, un collar con una piedra amatista.

Scarlett se sintió abrumada, pero Jenna insistió:

“Por favor, tómalo”.

Scarlett se sintió incómoda por negarse y por recibirlo.

Scarlett se sintió incómoda al recibir el regalo, pero Jenna insistió.

“No te estoy pagando el favor que me has hecho, lo tomo como un regalo para mi hijo. Acepta este regalo como señal de mi amistad”, dijo Jenna con firmeza. Scarlett, entendiendo que no había espacio para rechazar el gesto, aceptó el collar con gratitud.

“Gracias”, respondió, mientras Jenna explicaba las propiedades del cuarzo amatista, conocido por proteger de los excesos y ayudar a mantener la tranquilidad y la concentración.

Pronto, Scarlett decidió que era hora de irse, no quería encontrarse con Assim y arruinar la sorpresa.

“El chofer te llevará y nuevamente gracias, Scarlett”, dijo Jenna, a lo que Scarlett respondió con una sonrisa:

“Para eso estamos las amigas”, antes de salir corriendo.

Jenna, ahora sola, se sentó a esperar a su marido.

Desde que supo de su embarazo, había estado pensando en cómo darle la noticia a Assim de una manera especial, y gracias a Scarlett, ahora tenía la sorpresa perfecta.

Assim llegó a casa y notó la ausencia del recibimiento habitual de Jenna.

“Me pregunto quién es el causante de que no me recibas como de costumbre”, dijo con curiosidad. Jenna, sorprendida por su llegada, se levantó rápidamente y se disculpó por su distracción.

“Te tengo una pequeña sorpresa”, le susurró con nerviosismo.

Con una mezcla de emoción y sorpresa, Assim siguió a Jenna hasta la habitación decorada.

“Ábrelo”, animó Jenna, mientras Assim, con manos temblorosas, descubría la túnica y las sandalias que anunciaban la llegada de un nuevo ser.

“Estamos esperando un bebé”, reveló Jenna, su rostro iluminado por la emoción.

Assim, abrumado por la noticia, repitió sus palabras con incredulidad.

“¿Un bebé?”

Jenna asintió, y Assim, lleno de alegría, la abrazó fuertemente.

“Alá nos ha bendecido”, dijo, y ambos compartieron un momento de pura felicidad, sellado con un beso tierno y lleno de amor.

Mientras tanto, en otro lugar, Farid Rafiq también vivía su propio cuento de amor con Callie.

“¿Vas a verme toda la noche?”, preguntó Callie, mientras terminaba de alimentar a Amir.

Farid continuaba embelesado con Callie.

“Jamás me cansaría de verte”, dijo, aún incrédulo de su felicidad.

Callie, con una sugerente sonrisa, respondió

“Soy tan real que puedes tocarme, sentirme y tenerme”.

Farid no sabía si Callie trataba de seducirlo o de no despertar a Amir.

El joven lamentó el daño causado en el pasado.

Pero Callie, acercándose, lo alentó a dejar atrás los errores y enfocarse en la nueva vida y oportunidad que les brindaba su hijo.

“Nuestro amor va fortaleciéndose”, aseguró Callie, besando dulcemente a Farid.

Él, con un tono ronco, preguntó si Callie trataba de seducirlo.

Ella, acariciando sus labios con la lengua, respondió que lo que más deseaba era verlo bailar.

Farid, incapaz de resistirse, se dejó llevar por la pasión.

“Mueve las caderas para mí, conquistame con tu baile”, pidió Callie entre susurros. El joven, sin dudarlo, la arrastró lejos de su hijo para complacerla en cuerpo y alma.

Mientras las nuevas parejas disfrutaban de la felicidad, Abdel enfrentaba un gran dilema.

Tener recluida a Azahara, hermana de su ex esposa y madre de uno de sus hijos, no había sido una buena decisión y ahora debía resolver esto.

Abdel se encontraba en un estado de reflexión profunda mientras observaba a Azahara dormir.

Habían pasado tantos días que había perdido la cuenta.

Se acercó a ella y notó los círculos oscuros bajo sus ojos, testimonio de las noches en vela y las lágrimas derramadas.

“¿Qué es lo que estoy haciendo contigo?”, se preguntó en un susurro lleno de culpa.

“¡Por Alá, no estoy siendo mejor que Zaida! Te estoy convirtiendo en una víctima de mi ira y desesperación”, añadió con vergüenza.

Esa noche, Abdel cuidó de Azahara, asegurándose de que bebiera líquidos cada vez que despertaba. Al amanecer, Azahara abrió los ojos lentamente, sintiéndose exhausta y adolorida, con el único deseo de huir y buscar a su hijo perdido.

Su g$mido de dolor captó la atención de Abdel, quien se levantó del incómodo sillón donde había pasado la noche.

Ella tembló al oírlo, resignada a ser considerada culpable a sus ojos, convencida de que nada de lo que dijera cambiaría su opinión.

“Siento haberte despertado”, murmuró Abdel, y Azahara, sorprendida, le preguntó cómo se encontraba.

“Bien, supongo que bien”, respondió ella, aunque ambos sabían que no era verdad.

Un silencio incómodo se instaló entre ellos, hasta que Abdel rompió el hielo:

“Tenemos que hablar”.

Su tono era serio, pero no tan duro como en los días anteriores.

“No estoy siendo un buen hombre contigo, Azahara. Tampoco estoy siendo justo, pero tienes que entender que toda esta situación no es fácil de asimilar”, expresó Abdel, mientras Azahara lo escuchaba en silencio.

Abdel se alejó, caminando de un lado a otro, y Azahara pensó que dejaría una zanja en el suelo de tanto pasear.

El médico había recomendado reposo, buena alimentación e hidratación, y Abdel quería que Azahara siguiera esos consejos para recuperarse.

“¿Para qué?”, preguntó ella con escepticismo.

“¿No quieres saber si nuestro hijo vive?”, replicó él rápidamente. Azahara sintió un dolor agudo en el corazón ante la posibilidad de que su hijo estuviera vivo.

“Entonces, no te dejes morir, Azahara. Voy a buscar toda la información que pueda, viajaré a la ciudad de Sharjah, moveré cielo, mar y tierra para descubrir el paradero de nuestro hijo”, prometió Abdel. Azahara, emocionada, preguntó si podía acompañarlo.

Quería creer que, a pesar de las circunstancias de su concepción, su hijo sería amado por su padre.

“Sí, si te recuperas. Necesito que recuerdes todos los detalles de tu llegada a Sharjah, eso puede ser un buen inicio”, dijo Abdel.

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