La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 108
Capítulo 108:
Ahmed le sonrió y negó.
“No ha sido gran cosa”, respondió antes de marcharse.
Nayla miró la taza entre sus dedos, se mordió el labio, pues desde que había regresado al Palacio Rafiq, ninguna persona había sido tan amable.
Claro que, Ahmed desconocía su historia, eso tenía que ser, porque de lo contrario, jamás se hubiese comportado como lo hizo.
Ella cerró los ojos y de repente fue como sentir los golpes de nuevo sobre su espalda, aquellas cicatrices que nunca le dejarían olvidarse de los errores que cometió en nombre del amor.
‘Tonta, nunca debiste aspirar a tanto, Nayla. Ni siquiera estando soltero, Hassan te dedicó una mirada de interés, ¿En qué momento le creíste a Zaida?’, aquel pensamiento le carcomió el corazón…
Entre tanto, la fiesta continuó, los invitados disfrutaron hasta la saciedad.
El banquete había sido sin duda el más grande en mucho tiempo, Hassan y Sienna no podían ser más felices que en ese momento, que sus vidas estaban unidas para siempre.
“Te amo”, le susurró Hassan al oído, mientras acariciaba con discreción los tatuajes de gardenias en la mano de su amada.
“Estoy deseando que esto termine y poder secuestrarte”, respondió Sienna, haciendo que Hassan elevara una ceja.
“¿No soy yo quien debería decirlo?”, preguntó.
Sienna se encogió de hombros.
“El orden de los factores no altera el resultado, te secuestro yo, o me secuestras tú, al final estaremos juntos”, refutó.
Hassan dejó escapar una ligera carcajada al escuchar a su esposa.
“Tan astuta como siempre”, susurró.
Sienna asintió, pero no respondió, pronto la gente importante de la ciudad se acercó para despedirse y dejaron la conversación a medias.
Cerca del amanecer en el palacio ya solo quedó la familia más cercana y los empleados quienes se ocuparon de limpiar el salón y dejar todo en orden.
A la mañana siguiente, los esposos se preparaban para su luna de miel, sin embargo, no todo era felicidad.
“No quiero dejar a Hassan”, susurró Sienna al ver a su hijo plácidamente dormido.
“No vas a dejarlo con extraños”, refutó Scarlett.
“Callie y yo estaremos pendientes de él, no es como si te fueras para siempre, son unos pocos días. Yo que tú, los disfrutaría al máximo”, le animó Scarlett.
Sienna miró a su hermana y la haló para estrecharla entre sus brazos en un fuerte abrazo.
“Eres la mejor hermana del mundo”.
“Lo sé, soy tu única hermana”, respondió Scarlett entre una risita ahogada.
Sienna también sonrió, Scarlett se había convertido en su pilar desde que volvió a Nueva York, había sido junto a Callie su ancla, que la mantuvo en tierra firme y cuando Hassan apareció de nuevo en su vida, pensó que la brecha entre ellas volvería a abrirse, sobre todo, cuando hubo la necesidad de volver a Dubái.
Sin embargo, Scarlett la siguió y se adaptó a un país distinto con tradiciones abismalmente diferentes; todo por ella.
“¿No puedes venir con nosotros?”, preguntó Sienna haciendo un puchero que hizo a Scarlett entornar los ojos.
“¿Una luna de miel para cuatro?”, se burló la joven.
“¡Scarlett!”, exclamó Sienna.
“Estaremos bien, Sienna, solo tienes que disfrutar de tus pocos días. Te prometo que cuidaré bien de Hassan”, dijo Scarlett, levantando una mano a la altura del hombro.
Sienna se agachó para dejar un beso sobre la frente de su bebé.
“Solo serán tres días, Sienna, deja el drama”, intervino Callie, quien entraba a la habitación.
“Ya quiero ver el drama que tú armarás cuando te toque dejar a Amir solo”, refutó Sienna con prontitud.
Callie sonrió.
“Date prisa o Hassan tirará la puerta, lleva una hora esperándote en el vestíbulo”, le recordó.
Sienna se sonrojó.
“Si yo fuera él, te castigaría”, bromeó Callie.
“Pero no lo eres, así que, espero que no se te haya ocurrido darle ideas a mi marido”, respondió Sienna.
“Pues…, demasiado tarde, creo que ya lo hice”.
“¡Callie!”, exclamó Sienna.
“Anda, ve”, la urgió Callie.
Sienna dejó otro beso en la frente de su hijo, se despidió de su hermana con un fuerte abrazo e hizo lo mismo con Callie.
“Cualquier cosa, por favor, llámenme”, pidió.
“Todo estará bien, cariño. Ve y disfruta de tu luna de miel”, la animaron Callie y Scarlett al mismo tiempo.
Sienna respiró y asintió.
La joven salió de la habitación y se reunió con Hassan, quien parecía un animal enjaulado caminando de un lado a otro.
“Estoy lista”, dijo, y él se detuvo en seco.
“Empezaba a creer que necesitaría sacarte de la habitación como si fueras un costal de papas”, bromeó Hassan, haciendo alusión a la primera vez que viajaron juntos.
“Podría echarme a correr”, respondió Sienna.
“Vamos, el avión espera”, pronunció Hassan con una sonrisa en los labios.
La pareja salió del palacio con rumbo al aeropuerto, su destino era un secreto, Hassan había dicho que era una sorpresa.
Mientras tanto, Abdel observaba la partida de su hijo y cuando el auto desapareció de su vista, la desvió al sobre blanco que tenía en la mano.
“Jamás te daré el gusto de arruinar la vida de mi hijo, Zaida”, susurró, mientras guardaba de nuevo el sobre en el cajón.
¿Tenía curiosidad por saber su contenido?
No, no era curiosidad, era la intuición de que fuera lo que fuera, lo que Zaida había escrito en ese papel no podía ser nada bueno.
Menos si la intención era entregarla a Hassan el día de su boda. Ese día que debía ser y fue el día más feliz e importante de su vida.
Cinco suaves toques a la puerta lo sacaron de sus cavilaciones.
“Adelante”, ordenó.
Azahara entró, hizo una ligera reverencia y lo miró.
“Su hermana Kalila ha llegado”, informó.
Abdel se levantó de su asiento, caminó hasta la puerta pasando de Azahara sin hablarle.
No sabía por qué tenía ese comportamiento con ella, o quizá era que le recordaba a Zaida.
Azahara cerró los ojos y no se giró, escuchó la puerta abrirse y cerrarse a su espalda y solo entonces dejó escapar el aire.
¿Cuánto tiempo más iba a soportar aquella situación?
¿Cuánto tiempo tenía que vivir con el desprecio de Abdel sin merecerlo?
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