Capítulo 107:

“Son tatuajes hechos a base de un tinte natural de color rojizo, es una técnica de coloración de la piel llamada Mehndi. Se hace con la hoja seca y el pecíolo triturado de la planta Lawsonia Alba Lam y son utilizadas en los rituales de bodas”, explicó Azahara, a quién Sienna invitó como su amiga y no como la empleada de Abdel.

“Suena interesante”, respondió Scarlett, mientras miraba cómo las mujeres iniciaban el ritual en las manos y pies de su hermana, dando formas a las preciosas gardenias que fueron formando ramilletes como una enredadera.

Sienna se mordió el labio al verlas y supo de inmediato que había sido Hassan quién las había pedido. Aquella flor que representaba su amor eterno.

“El término tatuaje es figurativo, ya que no se hacen con agujas, más bien es una pasta de henna, que son pigmentos que descansan únicamente sobre la superficie de la piel”, añadió Azahara.

Scarlett asintió y se dedicó a observar lo que hacían con su hermana, ella no sabría decir exactamente cuánto tiempo tomó dibujar tantos detalles, todo lo que sabía era que se veían perfectos sobre la piel cremosa y blanca de Sienna, los colores parecían tener vida propia.

“¡Hemos terminado!”, exclamó una de las mujeres a cargo.

Sienna asintió, se sentía extraña con aquellos tatuajes, pero también muy especial y única.

“Te ves hermosa, divina”, exclamó Callie.

“Gracias, cariño, estoy segura de que pronto serás la próxima”, dijo Sienna, y Callie no pudo evitar sonrojarse.

Eso que no les había platicado sobre el baile se%y que Farid le había dedicado, era un secreto entre ellos, aunque moría por contarles, no lo haría. Es más, estaba deseando que se repitiera y que tuviese siempre el mismo final.

“¿Por qué te sonrojas?”, exclamó Sienna al ver el rostro de Callie.

Ella negó.

“Quien sola se ríe de sus maldades se acuerda”, señaló Scarlett.

Callie quiso replicar, sin embargo, no tuvo tiempo a nada, cuando la música se escuchó y ellas, todas ellas, se cubrieron la cabeza y los hombros para que Sienna y Hassan se encontraran.

“Tan bella y perfecta como siempre”, susurró Hassan al verla.

Sienna sintió su corazón hincharse de felicidad.

“Tan galán y caballeroso como siempre”, respondió Sienna, mientras Hassan tomaba sus manos y miraba cada detalle puesto en ellas.

“Estoy deseando terminar con todo esto y saltarme al último ritual”, dijo Hassan.

Sienna elevó una ceja, miró a las mujeres que estaban presentes, ellas no miraban, pero escuchaban.

“Hassan…”, comenzó a decir.

Él se acercó lo suficiente para que solo ella escuchara lo que iba a decirle.

“Muero por la consumación de nuestro matrimonio”, susurró Hassan, haciendo que Sienna se sonrojara hasta la raíz del cabello.

La estadía de Hassan en la habitación fue breve, demasiado breve, para el gusto de Sienna, pero tenían que seguir las reglas y etiquetas, así que, se despidieron y con la promesa de volverse a encontrar.

La celebración de la boda llevó varios días, donde tanto Sienna como Hassan disfrutaron hasta el momento de encontrarse ante Abdel, la máxima autoridad para la celebración oficial de su boda.

Sienna portó su vestido como toda una reina, mientras Hassan la esperaba al final del pasillo, él llevaba una Kandura, una bata de color blanco y un Bisht de color negro sobre los hombros, dándole la importancia y la jerarquía que ostentaba dentro de la sociedad Emirati.

Abdel, complacido, les dio su bendición y les deseó prosperidad y felicidad en su matrimonio.

“Espero pronto ponerme de rodillas ante mi padre, teniendo la oportunidad de llamarte esposa en todos los sentidos, Callie”, susurró Farid al oído de su esposa.

Una acción un tanto atrevida, dada la muchedumbre que presenciaba la boda.

El cuerpo de Callie tembló ante las palabras de Farid.

“Voy a convencerte un día y no podrás escapar jamás de mí”, continuó Farid.

“Farid, por favor”, pidió Callie, sonrojándose por el atrevimiento de su marido, quien la tocaba con discreción, pero con ardor.

La pareja se alejó cuando la voz de Abdel se escuchó y presentó a Sienna como la legítima esposa y única esposa de Hassan.

Desde un rincón de la habitación, Nayla observó todo en completo silencio, como si fuera un fantasma en el palacio.

Lloró por lo que sufrió, por no haberse dado cuenta de que Hassan había nacido para amar a una sola mujer, que no era ella…

Limpiándose las lágrimas, Nayla salió del salón y se perdió por los pasillos del palacio, tratando de aliviar su corazón.

Amar y no ser amado sin duda era el peor de los karmas…

“¿Estás bien?”, preguntó una voz a sus espaldas.

Nayla limpió sus lágrimas al escuchar la voz del hombre.

“Sí, no te preocupes”, respondió con prontitud, aunque era una completa mentira, pues su corazón lloraba lágrimas de sangre.

“No lo parece, ¿Por qué no vienes a la cocina? Le pediré a mi hermana que te prepare un té”, se ofreció el hombre.

Nayla había creído que quien le hablaba era uno de los invitados a la fiesta de boda, pero al girarse se encontró con el rostro de Ahmed, el hermano de Halima y nuevo asistente de Hassan.

“No quiero molestar a Halima, debe estar volviéndose loca con el banquete”, respondió Nayla con rapidez.

“No será ninguna molestia, también puedo hacerlo yo si no te molesta”, dijo Ahmed.

Nayla asintió, no se sentía bien y quizá un té le ayudaría, pues no sería una solución.

“Eres muy amable, Ahmed”, susurró en tono bajo.

El hombre le sonrió y Nayla se quedó petrificada al verlo, de repente fue como si Ahmed le recordara a alguien, pero negó.

Debía ser su estado de ánimo que le jugaba una mala pasada.

“Ven, ven por aquí”, la guio Ahmed sin llegar a tocarla, caminando por detrás de ella, como si la custodiara.

Nayla se preguntó si Ahmed tenía conocimiento de su historia y del castigo al que fue sometida en el pasado, entre las murallas del palacio. Quizá no, de lo contrario, dudaba mucho que le hablara con tanto respeto.

“¿Siempre has vivido en el palacio?”, preguntó de repente ante las dudas que le surgieron.

“Sí y no”, respondió Ahmed en tono divertido.

“¿Qué?”, preguntó Nayla, confundida.

“Casi toda mi infancia la viví aquí, en la cocina. Mi madre era la encargada de la cocina del palacio, pero cuando fui creciendo, la señora Zaida se aseguró de que me enviaran al extranjero para culminar mis estudios. Viví lejos por los últimos años, hasta que el Señor Abdel cayó en coma tras el accidente aéreo”, explicó Ahmed.

Nayla asintió, escuchando atentamente.

“Me ocupé de algunos asuntos de la Familia Rafiq en el exterior, por órdenes del Señor Farid y, ahora estoy a disposición del heredero”, dijo Ahmed, abriendo la puerta de la cocina para preparar el té que le había ofrecido.

Nayla aceptó el té que Ahmed le ofreció y salieron de la cocina.

“Debo volver al salón”, informó Ahmed.

“Gracias por el té”, susurró Nayla.

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