La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 106
Capítulo 106:
“Te lo concederé”, dijo Abdel.
“Gracias, señor”.
“Te espero a las seis en punto en la salida del palacio, sé puntual, no voy a esperarte”, indicó Abdel.
Azahara asintió, hizo una reverencia que Abdel no miró y salió de la habitación.
La mujer sintió que sus piernas le fallaban, se recargó contra la pared y dejó que sus lágrimas se derramaran libremente.
Ella sabía que este día iba a llegar, era consciente de los crímenes de su hermana, pero nunca se estaba preparada para recibir la noticia.
Era algo que le desgarraba el alma y le hacía recordar los buenos momentos de su niñez y juventud.
“¡Señora Azahara! ¿Se encuentra bien?”, preguntó Ahmed al encontrarla.
“Sí, estoy bien”, mintió Azahara, limpiándose el rostro con rapidez.
“No lo parece, señora, permítame ayudarle”, dijo Ahmed.
Azahara asintió y dejó que Ahmed le ayudara a llegar a su habitación.
“Gracias, Ahmed”, susurró.
El hombre asintió y se marchó, mientras Azahara lloraba unos minutos más hasta sentir que el nudo en su garganta había desaparecido.
Se armó de valor, se puso de pie para vestirse y esperar a Abdel en la puerta del palacio.
Horas más tarde, en completo silencio y con la presencia de Abdel, Azahara y Ahmed, Zaida fue sepultada lejos del panteón de la Familia Rafiq, cerrando un capítulo oscuro en sus vidas. Sin que ninguno pudiera imaginar lo que estaba por venir…
Los días fueron pasando y ajenos a la muerte de Zaida, Hassan y Sienna siguieron con los preparativos de su boda.
“Casarse por estos lares es un verdadero ritual”, dijo Scarlett al ver el precioso vestido de novia que había llegado esa mañana.
Era el vestido perfecto, con el que cualquier novia podía soñar, hecho de una fina tela.
El vestido era largo y blanco, con muchos brillos, llamativo para realzar la presencia de la novia entre los invitados.
Sin embargo, Sienna habría preferido algo menos ostentoso, pero tampoco se opuso cuando Hassan le dijo que era así como debía ser y que se dejara llevar y disfrutara de la experiencia.
“Es lo menos que te mereces luego de esa boda exprés en Nueva York”, señaló Scarlett, recordando lo desastroso que había sido acudir al ayuntamiento, ver a su hermana casarse en contra de su voluntad y luego soportar los gritos de su madre, cuando Hassan la dejó plantada con la recepción que había hecho para celebrar la boda civil.
Sienna arrugó la nariz ante las palabras de su hermana.
“Ni me lo recuerdes, creo que mis votos fueron un poco exagerados”.
“Dignos votos de una esposa rebelde”, dijo Callie, dejando escapar una carcajada.
“Pues tú no te quedas atrás, querida”, replicó Sienna.
“Yo no tuve ni tiempo de hacer ningún voto, Amir estaba naciendo”, le recordó Callie, provocando las risas que pronto despertaron a los niños.
“¡No! ¡No! ¡No!”, gritó Scarlett.
“¿Qué pasa?”, preguntaron las amigas a la joven.
“Por hoy, cada una de ustedes se hará cargo de sus bebés, tengo el joyero lleno de piedras preciosas, pero sin ganas de tener hijos propios”, dijo Scarlett.
Sienna se echó a reír.
“Eres una exagerada, Scarlett”, la acusó.
“Bueno, sí, es cierto que solo me dejan a los niños cuando tienen algo que hacer con sus maridos, con que no sean más niños…”, comenzó Scarlett.
“¡Scarlett!”, gritaron las dos espantadas.
“Solo digo la verdad”, soltó la joven, justo cuando unos suaves golpes se escucharon en la puerta.
Scarlett fue quien atendió.
“Señorita”, dijo Ahmed, haciendo una pequeña reverencia ante la presencia de Scarlett.
“¿Puedo ayudarle en algo?”, preguntó la joven, pues no lo conocía y para esas alturas ella ya estaba familiarizada con todos los empleados del palacio.
“El Señor Abdel y el Señor Hassan esperan a la señora Sienna en la biblioteca”, expresó Ahmed.
Scarlett asintió.
“Le transmitiré su mensaje”, respondió.
Ahmed se marchó, y Scarlett le informó a Sienna sobre el recado.
Sienna recordó que Hassan le había mencionado las tres fases del ritual de bodas, por lo que hoy debían completar el primero, la Nikah, que no era más que la celebración de un contrato que debían firmar entre los novios.
“Te veré esta noche”, dijo Hassan, una vez que habían firmado.
“¿Por qué hasta la noche?”, preguntó Sienna, haciendo un puchero.
“Porque no se me permitirá verte hasta que se cumpla el segundo ritual”, mencionó Hassan en tono bajo, mientras caminaban por los pasillos del palacio.
“¿De qué se trata?”, preguntó Sienna.
“Me has mandado a la guerra y te has olvidado de darme la espada”.
Hassan sonrió y prosiguió a explicarle.
“Es la noche de la Henna, la novia tiene una fiesta privada con bailes y comidas, acompañada únicamente de amigas mujeres. La novia también recibe la pintura de manos y pies llamada ‘Alheña’”.
“¿Y en qué momento podré verte?”, preguntó Sienna, era lo que más le preocupaba.
Hassan negó.
“Se me dará permiso de visitarte, para ello tendrás que elegir una música específica”.
“¿Vas a bailarme?”, preguntó Sienna.
“¡Sienna!”, exclamó Hassan.
Ella sonrió ante el sonrojo de su marido.
“¡Deja que termine de explicarte, por Alá!”, exclamó Sienna, haciendo una mueca con los dedos para simular cerrar un zíper y escuchar lo que Hassan tenía que decirle.
“En el momento que la música suene, tus invitadas deberán cubrirse sus cabezas y hombros, luego me marcharé a tener mi propia celebración”, explicó Hassan.
Todo parecía bonito, hasta que mencionó lo de su propia celebración.
“¿Mujeres?”, preguntó Sienna, en tono celoso.
“Ninguna”, aseguró Hassan.
“¿Estás seguro?”, cuestionó Sienna, achicando los ojos.
“Completamente seguro, además, no necesito ver a ninguna otra mujer, teniéndote a ti. Eres el mejor paisaje que mis ojos pueden ver”, le aseguró Hassan.
Sienna miró a todos lados y, tras asegurarse de que estaban solos, le dio un corto beso en los labios a Hassan y salió corriendo para alejarse de él.
Hassan se tocó los labios con la yema de sus dedos, no cabía duda, Sienna era más que una esposa rebelde, lo era todo para él.
Las siguientes horas fueron tan lentas, que Sienna pensó que iba a enloquecer, mientras las mujeres iban y venían a su habitación, llevando y trayendo cosas.
“Entonces, ¿Qué es la noche de la Henna?”, preguntó Scarlett.
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