Capítulo 103:

“Baila para mí, Farid”, pidió ella totalmente seducida por su marido.

Farid cerró la distancia entre ellos, estaban tan cerca, que sus labios se rozaban entre sí, pero no se tocaban como Callie lo deseaba.

“Baila conmigo”, pidió él antes de cerrar sus labios y devorarla en un fiero, ardiente y salvaje beso. Farid pegó su cuerpo al cuerpo de Callie, haciéndole sentir su excitación. La joven tembló al sentir el calor atravesar su ropa.

Las manos de Farid tomaron la cintura de Callie y su boca saqueó la boca femenina, sintiendo que no tenía suficiente.

Habían sido tantos meses separados, tantos, que sentía que iba a explotar de un momento a otro. Farid la llevó a la cama, Callie tembló cuando las manos de Farid acariciaron su cuerpo sobre la ropa antes de que la despojara de la misma.

Ella g!mió cuando la boca de Farid finalmente dejó sus labios, dejó escapar un suspiro y un g$mido de placer, mientras la lengua del hombre le recorría su cuello.

Farid deslizó la yema de sus dedos por las largas y cremosas piernas de Callie, sus dedos buscaron con maestría el elástico de sus bragas y una vez que las encontró las deslizó al mismo ritmo en el que deslizaba su boca para tocar los pechos redondos de la mujer.

La habitación se llenó de roncos y seductores g$midos y pronto se unieron en una danza erótica que quemó hasta el último rincón de sus cuerpos, marcando cada centímetro de su piel.

Callie elevó las caderas cuando la boca de Farid tocó su v!entre plano y sus dedos acariciaron su intimidad con dedicación y sin reserva.

La joven podía sentir cómo su intimidad se humedecía ante el contacto y el placer nacía desde su bajo v!entre, amenazando con arrastrarla a su primer orgasmo.

“Farid” susurró ella con la voz cargada de pasión, deseo y excitación, sus ojos eran como dos luces brillantes en el firmamento.

“Callie…”

Pronunció con voz ronca mientras se recostaba sobre ella, Su cuerpo la cubrió por completo él reclamó su boca y antes de que Callie pudiera protestar, se internó en ella en una sola estocada, ahogando con su boca de placer que salió de la suya.

Callie lo miró a los ojos y dejó que Fuardin la condujese por el camino del placer, sus cuerpos se movieron al compás, sus g$midos llenaron la habitación y el sudor perló sus cuerpos.

Callie cerró los ojos y rompió el contacto con Farid, echó la cabeza atrás cuando él tocó su punto dulce y una descarga de placer le recorrió el cuerpo a una velocidad impresionante, tanto, que le hizo mover las caderas con frenesí en busca de su tan ansiada liberación.

Farid seguió el ritmo marcado por Callie, tensó el cuerpo cuando el placer nació en su interior y presionó con fuerza dentro del cuerpo de la joven, golpeó un par de veces antes de alcanzar su liberación. Mientras olas y olas de placer les atravesaban el cuerpo y les robaron el aliento, dejándolos satisfechos y enamorados…

Al día siguiente y lejos del palacio, las rejas de la prisión se abrieron para dejar pasar a Jenna, era la primera visita que le haría a su madre y también la última vez que se vería.

La hora final había llegado…

Sin arrepentimiento Jenna sintió un profundo dolor al ver a su madre en esa circunstancia, sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón se estrujó dentro de su pecho.

¿Cómo había pasado todo esto?

¿En qué momento su madre se convirtió en una despiadada mujer?

“Madre”

Llamó con la voz ahogada.

Zaida levantó la mirada para encontrarse con un par de ojos idénticos a los suyos, pero tan distintos a la vez, pues los ojos eran las ventanas del alma y Jenna era como un libro abierto.

“¿Qué haces aquí?”, preguntó con voz grave, los gritos habían dejado secuelas en ella y la voz estaba apagándose al mismo tiempo que lo hacía su vida.

“Vine a verte y a despedirme de ti” susurró en tono bajo, como si fuera un secreto.

“No debiste venir, Jenna” murmuró.

“¿Por qué? ¿Por qué hiciste todo esto, mamá? ¿Por qué te has condenado a esta muerte espantosa y nos has condenado a vivir el resto de nuestras vidas sin ti?” preguntó.

“Jamás lo entenderías, Jenna, jamás” dijo.

Ella se inclinó para apartar un mechón suelto del hiyab, provocando que Zaida diera un respingo por el acto de Jenna.

“Vete, vete”, pidió con una voz que intentaba ser firme y autoritaria.

“Madre…”, comenzó Jenna, pero fue interrumpida.

“Vete, Jenna, no quiero verte. No quiero ver a ninguno de ustedes”, dijo Zaida, su tono ahora frío y demandante.

“¿Cuál fue el error que cometimos para que nos hagas esto?”, insistió Jenna, buscando alguna señal de arrepentimiento en su madre.

“Todos ustedes me traicionaron”, acusó Zaida, su voz elevándose en un crescendo de dolor y rabia.

“Hassan casándose con una extranjera, Farid echándome a los lobos, mientras me hacía creer que estaba de mi lado, que me apoyaba incondicionalmente y tú… Tú, Jenna, al fijarte en un hombre como Assim. ¡Todos ustedes me traicionaron!”

Jenna retrocedió, herida por la intensidad del odio y el rencor que emanaban de su madre.

“Mataste al abuelo”, acusó con un hilo de voz, casi esperando que fuera un error, que hubiera alguna esperanza de redención.

“No me dejó otra opción, Jenna, era él o mi familia”, se defendió Zaida con enojo.

“Él no tenía por qué indagar en el pasado, pero lo hizo. No tuve elección, lo hice por Hassan, por Farid y por ti”.

“¡Asesinaste a mi abuelo!”, gritó Jenna, su alma rota por la confirmación de sus peores temores.

“¡Sí, lo hice y lo volvería a hacer una y mil veces!”, exclamó Zaida, intentando levantarse a pesar de sus heridas.

“Fue un error haber venido, madre”, dijo Jenna, su voz cargada de pesar.

“Estoy de acuerdo contigo, de haber sabido que eras tú, no me habría molestado en verte. Quiero ver a tu padre”, demandó Zaida, pero Jenna se mantuvo firme.

“No lo verás”, replicó con firmeza.

“Dile a tu padre que venga, que tengo algo que decirle”, insistió Zaida, pero Jenna ya había decidido. Reveló que Hassan y Sienna se casarían bajo sus leyes y costumbres y presentarían a Hassan como el próximo heredero.

“¿Hassan?”, preguntó Zaida con un hilo de voz.

“Tu nieto, el nieto que tú no conocerás y el nieto que nunca sabrá de ti, madre”, dijo Jenna, apartándose de ella. Zaida gritó con la poca fuerza que le quedaba, mientras Jenna salía de la celda sin mirar atrás.

Zaida siguió gritando, pidiendo ver a Abdel, queriendo asegurarse de que jamás se olvidara de ella.

“Jamás me arrepentiré de lo que hice y de lo que aún haré”, murmuró.

“¡Guardia!”, gritó con voz ronca.

“Deje de gritar, ¿No se cansa?”, preguntó el guardia.

“Necesito hablar con mi esposo”, insistió Zaida, pero el guardia le informó que no sería posible.

“¡Miserable!”, gruñó ella con rabia.

“Su tiempo ha terminado, señora”, anunció el guardia, y Zaida se estremeció.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar