Capítulo 101:

Después de todo lo ocurrido con Zaida, sentía que toleraban su presencia por mero compromiso, pero la solicitud de Hassan le decía otra cosa.

“¿Estás seguro?”, preguntó.

“Lo dije antes y te lo repito ahora, tía. No voy a juzgarte por los crímenes que Zaida cometió, confío en ti y te estoy confiando el momento más importante de mi vida”, declaró Hassan.

Azahara asintió, incapaz de responder con palabras debido a la emoción que sentía ante la petición de su sobrino.

“Le dirá a Sienna para que pueda reunirse contigo”, indicó Hassan ante el silencio de su tía.

“Gracias por confiar en mí”, dijo Azahara en tono bajo.

Hassan asintió y se despidió, dejando solos a Azahara y Abdel.

La mujer inclinó el rostro, pues Abdel siempre le provocaba cierta incomodidad. Ahora que vivían bajo el mismo techo en calidad de Señor y criada, la situación era más tensa. Era claro que él la soportaba únicamente por sus sobrinos.

“Haz tu mejor esfuerzo, Azahara, mi hijo está confiando en ti, no lo defraudes”, pidió Abdel.

“Sí, señor”, respondió Azahara en el tono sumiso de siempre.

Abdel apretó los dientes.

“Mírame, Azahara”, ordenó.

Ella levantó el rostro.

“Señor”.

“Retírate”, ordenó Abdel, al no saber qué decirle.

No quería que el rencor que sentía por Zaida recayera en Azahara, pero era imposible no pensar en su ex esposa, cuando eran muy parecidas.

Azahara no esperó dos veces y salió de la habitación, para concentrarse en sus labores.

Llevaba un par de días a disposición de Abdel y sentía el esfuerzo que él hacía para soportar su presencia.

Si tuviera algún lugar al cual marcharse, sería distinto. Lamentablemente, para ella, no tenía derecho a nada.

“¿Mamá?”, llamó Nayla al verla entrar a la habitación.

Se sentía muy nerviosa para ir a la cocina.

“Estoy bien, cariño”, dijo Azahara, sentándose a la orilla de la cama.

“No lo parece, ¿Qué te pasa?”, preguntó la joven.

Azahara no sabía cómo decirle a Nayla sobre la boda de Hassan.

Su hija había estado enamorada de Hassan y había cometido tantos errores para hacerse notar.

“Nayla”, dijo Azahara, haciendo una pausa.

“Estás asustándome, madre”, respondió Nayla, preocupada.

“Estás asustándome, madre”, respondió Nayla, preocupada.

Azahara tomó las manos de la joven entre las suyas y, mirándola a los ojos, habló.

“¿Sigues enamorada de Hassan?”.

El cuerpo de Nayla se tensó como la cuerda de un violín al escuchar la pregunta de su madre, y ella guardó silencio.

“Nayla, por favor, necesito que seas sincera conmigo”, pidió, casi imploró Azahara.

La joven se alejó de Azahara.

“Ahora mismo, no sé si lo que sentí por Hassan fue amor o una obsesión”, confesó Nayla.

“Lo único que sé es, que Hassan es un hombre prohibido para mí. Él no tomará a ninguna otra mujer por esposa, ama a Sienna y su amor es para siempre”.

Azahara sintió su corazón estrujarse dentro de su pecho al escuchar a su hija.

“Él va a casarse, Nayla, lo hará bajo nuestras leyes y costumbres. No quiero exponerte, podemos irnos y…”, comenzó a decir Azahara.

“No, madre, no podemos irnos”, la interrumpió Nayla.

“Nayla”.

“No soy un peligro para la relación de Hassan y Sienna, madre. He entendido que el amor es un sentimiento que no se puede obligar. Uno no decide de quién enamorarse, simplemente sucede. Hassan perdió el corazón en Nueva York y su amor es tan fuerte que su cuerpo y corazón no olvidaron a la mujer que amaba, aunque su mente no recordara”.

“¿Estás segura?”, preguntó Azahara.

“Voy a ayudarte en todo lo que pueda, será la mejor boda de todos los tiempos”, dijo Nayla con voz animada.

Azahara asintió, en el fondo se sentía feliz de que su hija estuviera madurando y aceptando que las cosas, si no son por las buenas, por las malas no sirven.

Entre tanto, Farid entró a la habitación de Callie, quien cuidaba del sueño de su hijo.

“¿Está dormido?”, preguntó Farid.

Callie lo miró y le hizo una seña de silencio.

“Ha estado un poco inquieto esta mañana, pero se ha quedado dormido”, comentó.

Farid miró a Callie, ella mantenía una barrera entre los dos y, por mucho que le doliera la actitud de su esposa, sabía que se lo merecía. Le había hecho daño en su afán de protegerla. No había sabido cuidarla y cuidar su corazón.

“Me pregunto si…, ¿Cenamos juntos?”, preguntó Farid.

“¿Me estás invitando?”, respondió Callie.

Farid asintió.

“Siempre sueles secuestrarme”, dijo Callie, y Farid casi se sonrojó.

“¿Quieres que vuelva a hacerlo?”, preguntó, y esta vez fue Callie la que se sonrojó.

“No quiero dejar a Amir solo”, susurró, queriendo y no aceptando la invitación de Farid.

“No saldremos de casa, tampoco quiero dejarlo solo”, dijo Farid, acercándose a la cuna de su hijo.

“Farid”.

“Callie”, susurró Farid, acariciando el dorso de la mano de su esposa.

La joven estuvo tentada a apartarse del cálido toque, pero se sintió tan bien y tan correcto que, de un momento a otro, cerró los ojos.

Farid dejó escapar un suspiro, llevó la mano de Callie hasta sus labios y dejó un tierno beso en ella.

Callie abrió los ojos y se perdió en la mirada oscura de Farid, sus rostros de repente estuvieron muy cerca, tan cerca que sus alientos se mezclaron.

“¿Qué haces Farid?”, preguntó Callie en un bajo susurro.

“Lo que llevo deseando hacer desde el momento que volví a verte”, dijo Farid, besando los labios de Callie.

Ella abrió y cerró los ojos, estuvo tentada a empujarlo y enviarlo lejos de ella, sin embargo, fue traicionada por su corazón y se vio correspondiendo el beso.

“Dime que sí, Callie, dame una oportunidad para sanar tu corazón”, pidió Farid cuando el beso fue interrumpido por la falta de aire, aun así, no se alejó de ella.

Callie tenía la respiración agitada y el corazón martillándole dentro del pecho, quería negarse. Hacerse la difícil, pero difícil era negarse a darle una oportunidad a Farid, era su esposo y padre de su hijo.

“Llamaré a Scarlett, si ella puede venir para cuidarlo, iré contigo”, dijo Callie, pues Scarlett era a la única persona junto a Sienna a quien le dejaría a su hijo.

Solo confiaba en ellas.

“Tengo un rubí precioso…”, Farid no terminó de hablar, pues fue interrumpido por un golpe de Callie entre las costillas.

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