La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 100
Capítulo 100:
Assim levantó la mirada, fue breve, pero lo suficiente para saber que estaba haciendo las cosas bien, los ojos de Jenna estaban nublados por el deseo y la pasión, por lo que sin dudar descendió de nuevo sobre su húmeda intimidad y lamió su centro de placer, arrancando g$midos de la garganta de la joven. Assim se deleitó con aquel exquisito manjar, chupó, lamió y succionó aquel dulce e hinchado cl!toris mientras sus dedos penetraban aquellos íntimos pliegues, preparándola para su invasión.
El cuerpo de Assim tembló, el tirón en su entrepierna fue doloroso y placentero a la vez, él estaba listo para unirse a Jenna y reclamarla como suya para siempre.
No obstante, Assim no quería apresurar las cosas, él quería que ambos disfrutaran del momento, por lo que bajó la boca y comenzó un ritmo enloquecedor sobre su cl!toris y sus dedos se movieron dentro de ella, preparando el camino y haciendo que un segundo orgasmo atravesara el cuerpo de Jenna.
“¡Assim, por favor!”, gritó ella desesperada sin saber exactamente por qué suplicaba, mientras su cuerpo explotaba de nuevo, arrastrándola a un espiral de placer.
Assim aprovechó ese momento de éxtasis para abrirse paso en el cuerpo virginal de Jenna y en una sola embestida se fundió con ella.
El grito que Jenna dejó escapar fue tanto de dolor como de placer, haciendo que Assim se quedara inmóvil dentro de ella, esperando y soportando la presión que ejercían las paredes íntimas de Jenna alrededor de su dureza.
Assim no supo cuánto tiempo permaneció quieto, lo único que podía escucharse en la habitación eran sus respiraciones agitadas, hasta que Jenna impulsó sus caderas arrancando un sonoro g$mido en ambos.
“¡Jenna!”
Gritó Assim al sentir cómo era presionado por la intimidad de su esposa, que era terrible y deliciosamente apretada, tanto, que moverse suponía un gran esfuerzo.
“¡Soy tuya Assim!”, gritó Jenna perdida en el placer.
Assim gruñó como un animal salvaje y no se hizo esperar, arremetió contra la intimidad de Jenna y la penetró una y otra vez.
Jenna se olvidó del dolor inicial y se aferró al cuerpo de Assim, abrió los labios cuando él demandó un beso y se abrió para él como un girasol lo hace para recibir los rayos del sol, bañándose de él.
“Siento que voy a enloquecer” g!mió Jenna cuando Assim tocó su punto dulce.
“Entonces, seremos dos locos sin remedio”
Aseguró él, moviéndose en su interior.
Jenna enroscó las piernas en la cintura de Assim e iniciaron una nueva y enloquecedora cabalgata en busca del éxtasis.
La habitación se llenó de g$midos y del sonido de dos cuerpos golpeándose entre sí. Jenna sintió el placer naciendo en su bajo v!entre y correr por su cuerpo como una corriente eléctrica, mientras que Assim golpeaba su cl!toris haciendo que su cuerpo explotara en un nuevo orgasmo, haciendo que olas y olas de placer la golpearan salvajemente.
Jenna movió las caderas y salió al encuentro de las embestidas de Assim, hasta sentir cómo él se tensaba y se hundía un par de veces más en su interior antes de sentir un nuevo calor extenderse dentro de su cuerpo. Assim se estaba corriendo en su interior, la estaba llenando de él y un nuevo orgasmo la envolvió.
“¡Te amo!” gritaron al unísono, mientras sus cuerpos caían sobre la cama, cansados y satisfechos.
…
No muy lejos de Burj Khalifa, exactamente en la biblioteca del palacio, Hassan cubrió el cuerpo de Sienna con su propio cuerpo tendidos en el sofá.
“No volveré a ver este sofá de la misma manera”, bromeó con una sonrisa en los labios y la respiración agitada.
“Te aseguro que no volverás a ver nada igual luego de unos meses”, respondió Sienna con picardía.
Hassan soltó un g$mido.
Sienna empujó sus caderas con descaro contra las caderas de Hassan, provocándolo deliberadamente.
“No me has respondido”, dijo Hassan con el fin de concentrarse en otra cosa o de lo contrario ninguno de los dos saldría de la biblioteca esa noche.
“¿Qué cosa?”, preguntó Sienna.
“Te pedí que te casaras conmigo”, susurró Hassan besando su hombro desnudo.
“¡Hicimos el amor, Hassan! ¿No es una buena respuesta para ti?”, respondió Sienna.
Él gruñó.
“Quizá debamos hacerlo de nuevo para estar seguro de tu respuesta”, murmuró. El cuerpo de Sienna tembló con violencia ante sus palabras.
“Creí que mi cuerpo te daría la respuesta, pero si quieres escuchar la respuesta de mis labios”, dijo Sienna.
Él asintió.
“Acepto casarme contigo una, mil veces y las veces que sean necesarias, Hassan. En mi vida no habrá lugar para nadie más que no seas tú, mi único amor…”
Sienna declaró con convicción.
Hassan no podía olvidarse de las palabras de Sienna.
Hoy por hoy, podría jurar que era el hombre más feliz del mundo.
Tenía a la mujer que amaba a su lado, tenía un hijo precioso que cada día crecía y era su razón de ser.
¿Qué más podía desear un hombre?
“¿Se puede saber por qué sonríes como un tonto?”, preguntó Abdel.
Hassan lo miró, se puso de pie y colocó sus manos detrás de su espalda.
“Le he pedido matrimonio a Sienna”, dijo.
El Emir enarcó una ceja.
“¿No están casados ya?”.
Hassan asintió.
“Lo estamos bajo las leyes estadounidenses, pero quiero hacerlo bajo nuestras leyes, tradiciones y costumbres. No tengo dudas de que mi amor por ella durará lo que dure mi vida y quizá sea para la eternidad”, confesó.
Abdel sonrió.
“Nada me complacería más, que darte mi bendición, Hassan”, concedió.
“Gracias, padre”, respondió Hassan.
“No tienes nada que agradecer, hijo. Nada me hace más feliz que ver a mis tres hijos felices”, declaró Abdel, en el momento en que Azahara entraba con una bandeja a la oficina.
“Señor”, dijo Azahara, dejando la bandeja sobre el escritorio.
“Déjalo sobre la mesa”, le ordenó Abdel, quien cambió su tono de voz.
Azahara obedeció y se dispuso a retirarse, pero Hassan la detuvo.
“¡Espera, tía!”, exclamó, sorprendiendo a su padre.
“Dime”, respondió Azahara.
“Me gustaría que me ayudaras a organizar mi boda con Sienna”, pidió Hassan.
Azahara abrió los ojos con sorpresa.
“¿Quieres que yo…?”.
“Sí, por favor”, insistió Hassan.
Azahara sintió un nudo en su garganta al escuchar la petición de su sobrino.
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