La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 10
Capítulo 10:
Sienna caminó detrás de la mujer, la idea de un baño, era demasiado tentador para perder el tiempo con Hassan y su familia que, era evidente que no la querían.
“¿Se puede saber en qué estabas pensando para casarte con esa mujer?”, cuestionó Zaida parándose frente a su hijo.
“Son negocios, mamá, no lo entenderías”, respondió.
La mujer bufó.
“Basta, Zaida, mi hijo sabe muy bien lo que hace”, intervino Abdel, pero su esposa no atendió a la orden
de su marido.
“¡Es una extranjera! ¡No debe ser ni v!rgen! ¿No has visto cómo viene vestida?”, cuestionó la mujer con veneno.
“Parece que la has sacado de un prostíbulo, y esa boca…”
Hassan se tensó al escucharla.
“Me he casado con ella y me he llevado su pureza, traigo las sábanas manchadas en caso de que dudes de mi buen juicio”, dijo alterándose ante las palabras de su madre.
“Tonterías, esa mujer es de un mundo distinto al nuestro, debe tener sus mañas, seguramente te ha engañado”, dijo Zaida, poco dispuesta dejar el tema.
Hassan miró a su padre, hizo una ligera reverencia y se marchó por el camino contrario al que Adila había llevado a Sienna, necesitaba poner una sana distancia entre ellos, necesitaba pensar. También debía atenderse el dolor que aquejaba su pie, el tacón de Sienna le había dejado más que un hematoma, le había roto la piel.
Entre tanto, Sienna se sintió en la gloria cuando su cuerpo entró en contacto con el agua, fue tan placentero, que no pudo evitar que un g$mido saliera de sus labios, ella cerró los ojos y disfrutó tanto como pudo de aquel pequeño oasis de placer.
Sienna suspiró un par de veces más, antes que unos golpes se escucharan sobre la madera de su puerta.
“¡Por órdenes del Emir, le he dejado ropa sobre la cama!”, exclamó Adila.
Sienna no respondió, no sabía si la mujer podía seguir con fluidez sus palabras, por lo que se dedicó a sacarse lo sucio, el estrés y cualquier otra cosa más de su cuerpo. Para cuando salió del lujoso cuarto de baño, se fijó en la ropa que Adila le había dejado sobre la cama, era un traje tradicional negro, ¿De verdad Hassan pretendía que sé vistiera como una mujer árabe?
“¿Qué otra opción tienes, Sienna?”, se preguntó, ella no había traído nada más que su vestido de bodas, unos tacones de diez centímetros y el alma rebelde.
El calor volvió a golpear el cuerpo de Sienna, ella frunció el ceño, pues recién se había dado un baño y Hassan le había asegurado que la habitación tenia aire acondicionado, ¿O solo era un cuento de Hassan para hacerla sufrir?
Ella no sabía exactamente qué pensar, miró de nuevo la túnica doblada cuidadosamente y suspiró.
Era usar eso o andar desnuda por los pasillos del palacio Sienna se acomodó la abaya, no tenía idea si lo había hecho de manera correcta o no. Ella dejó de pensar cuando su estómago gruñó, tenía hambre y el calor no ayudaba, se sentía realmente fatal.
Sienna arremangó las mangas de la abaya hasta sus codos y limpió el sudor de su frente. Intentó llegar al cuarto de baño para coger un poco de agua, algo debía hacer para calmar su sed, sin embargo, no llegó a dar ni dos pasos cuando su cuerpo sucumbió ante el calor, el hambre y el estrés y cayó desmayada sobre el caliente piso de la habitación.
…
Hassan echó la cabeza atrás, se había olvidado de solicitar a Adila una habitación para Sienna, aunque tampoco es que estarían mucho tiempo en Dubái, él tenía reuniones y negocios que hacer en el golfo pérsico, por lo que su estadía en la ciudad era breve, pero ¿Qué tan breve sería? Esperaba que no tanto, de lo contrario, tendría que soportar a su madre despotricar en contra de Sienna.
´Esa mujer es de un mundo distinto al nuestro, debe tener sus mañas, seguramente te ha engañado´.
Hassan trató de no pensar en las palabras de Zaida que habían sido dichas con enojo, además, no había manera de que Sienna lo engañara, ¿Verdad? Entonces recordó que había sido ella quién se había despertado primero y huyó de su lado, dejando únicamente las sábanas manchadas con la evidencia de su inocencia.
¿Sería posible que…?
Hassan apartó los pensamientos de su cabeza, no quería pensar de más. No sería capaz de soportar no haber sido el primero en la vida de Sienna, no ser quién tuviera su cuerpo por primera vez.
¿Era egoísta y machista? Quizá sí, pero no podía evitar pensarlo y molestarse por ello.
“Señor…”
La voz de Assim lo distrajo y nunca había estado más agradecido de que su consejero le hablara.
“¿Qué sucede?”
“Me preguntaba.., ¿Le ha ofrecido comida a la señora?”, Hassan se levantó como un rayo, se había olvidado por completo que Sienna no había probado bocado en el avión, las veces que la había ido a ver durante el vuelo, ella siempre estuvo dormida y la comida fue cambiada intacta un par de veces, incluso la última que fue servida no fue tocada por ella.
“Dile a Adila que se ocupe de eso”, ordenó.
Assim asintió y caminó a la puerta donde se encontró con Jenna, ellos se miraron por un breve momento antes de que Assim inclinara el rostro en señal de respeto.
“Señora”, dijo antes de salir.
Hassan se giró para ver a su visitante, rogando porque no fuera su madre.
“¡Has vuelto!”, dijo la mujer entre efusiva y moderada.
“Jenna”, respondió Hassan a modo de saludo.
Jenna era su tercera hermana y la más pequeña por el momento.
“Madre está furiosa por la esposa que has traído, ¿De verdad no había otra manera de cerrar negocios en ese país?”, preguntó con curiosidad.
Jenna tenía la esperanza de que el resto del mundo no fuera tan cerrado como su país y cultura, soñaba con casarse con el hombre adecuado para ella, pero por amor y no por un mero contrato. Ese era su principal miedo.
“No lo entenderías, Jenna. Será mejor que te marches y calmes a nuestra madre, porque Sienna está aquí y no se irá a ningún otro lado”, dijo antes de caminar para salir de la habitación que había dejado de ser tranquila.
Jenna miró la espalda de su hermano mayor mientras se alejaba, tenía que avisar a Nayla de la llegada de su hermano, su amiga seguramente se llevaría una terrible decepción cuando se enterara del matrimonio de Hassan con la extranjera, pero era mejor ponerla sobre aviso, de esa manera quizá sufriría menos.
Entre tanto, Hassan caminó por los pasillos del palacio, estuvo tentando a dejarlo y distraerse fuera, pero tenía que asegurarse de que Sienna comiera algo y ponerle un fin a su rebeldía, por lo que se dirigió a sus aposentos.
Hassan se paró en la puerta, respiró un par de veces, sintió el dolor de su pie como recordatorio de lo que Sienna podía hacerle y solo entonces abrió la puerta. El calor lo recibió, lo que le hizo fruncir el ceño, su habitación solía mantenerse fresca, aunque él no estuviera por meses en el lugar.
´¿Por qué hace demasiado calor?´
Las palabras se Sienna se abrieron paso por su mente, Hassan cerró la puerta y corrió hasta su recámara, el corazón casi se le detuvo cuando miró el cuerpo de Sienna tirado en el piso.
“¡Sienna!”, gritó al tiempo que se arrodillaba frente a ella.
Hassan tocó su frente, ella ardía y no era para menos, el calor que se encerraba en la habitación era casi lo mismo que estar encerrado en un horno de leña.
“Sienna”, llamó mientras la tomaba en brazos y la recostaba sobre la cama y buscaba controlar la temperatura de la habitación.
Hassan estaba furioso porque sabía muy bien que no era ni una casualidad, ni un desperfecto, alguien había colocado la calefacción al máximo, provocando el desmayo de Sienna.
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