La enfermera del CEO
Capítulo 98

Capítulo 98:

Tenemos toda la tarde aquí, Alec no se ha movido del hospital en ningún momento, sin embargo, ahora no tengo cabeza para pensar en él o en lo que sucedió entre los dos en ese karaoke, mucho menos tengo ganas de procesar lo culpable que me siento por casi haber cometido un grave error.

El hecho de que no lo haya besado no anula que yo lo haya deseado, que quería besarlo, aun a sabiendas de que está casado; en especial después de lo que descubrí de su esposa y la cláusula de infidelidad.

No puedo ser cómplice ni partícipe de eso, sin importar lo que sienta de verdad, no puedo hacerle eso a Alec.

Y por supuesto, tampoco puedo olvidar que soy una mujer comprometida, ¿Cómo puedo siquiera pensar en otro hombre, cuando Liam está arriesgando su vida en el ejército?

Me siento como una escoria, soy la peor madre, novia e incluso enfermera; porque estoy siendo muy poco profesional al involucrarme tan personalmente con Alec Fairchild, cuando él es solo un paciente más.

Camino de un lado a otro, estresada, frustrada.

Ya no sé qué más hacer con todo esto que siento dentro de mí.

Negarlo es inútil, es obvio que siento algo por él aunque no quiera reconocerlo en voz alta, pero entre más intento poner distancia, menos lo consigo; de hecho, creo que produzco el efecto contrario.

El doctor que atiende a mi hijo sale de la sala de cirugía. Sin dudarlo me levanto y corro hacia él para averiguar el estado de mi hijo.

“Señora Jones, su hijo está muy bien. La cirugía fue un éxito, no se preocupe. Dentro de unos minutos podrá pasar a verlo en el área de recuperación”.

“Muchas gracias doctor, de verdad.»

Suspiro de alivio, saber que se encuentra fuera de peligro me hace sentir un poco mejor.

“¿Lo ves? Te dije que estaría bien”, me dice Alec.

Mi padre me abraza con fuerza y recién entonces deja escapar un par de lágrimas de sus ojos.

“Perdóname Mady, debí hacerte caso”.

“Ya está bien papá, no te preocupes. En un momento iremos a verlo”.

Miro la hora en el reloj, ya son pasadas las seis de la tarde, dentro de poco, Patrick irá a la casa de Alec y no lo encontrará.

“¿No deberías avisarle a Patrick que aún no llegarás?”, pregunto.

Mi padre avisa que irá por un par de cafés y se aleja por el pasillo hasta perderse en la esquina.

“Lo había olvidado, es cierto”

Saca su celular y tipea un mensaje para él.

“No es necesario que te quedes más tiempo, podrías decirle a Harry que te lleve. Yo mañana estaré a primera hora en tu casa”.

“¿Crees que te haré venir a cuidarme? Sé que tu hijo es prioridad, pero si de verdad quieres que me vaya…”

“No, no es eso”

Interrumpo.

“Imagino que mi actitud y mi cara no le están dando la mejor impresión”, lo digo porque seguramente tu esposa estará preocupada por ti.

“¿Desde cuándo te importa si Jennifer se preocupa?”

Cuestiona.

“Desde siempre, no quiero causarte problemas”.

“Madison…”

Empieza a decir.

El tono de sus palabras me alerta de inmediato, porque ya sé por dónde irá.

“Sobre lo de esta tarde, yo…”

“No, por favor no hablemos de eso ahora”.

“Sé que no es el momento, pero…”

“No, no lo es. Ni ahora, ni después. ¿Por qué mejor no hacemos de cuenta que eso no pasó?”

Parpadea varias veces con sorpresa ante mis palabras.

“¿Eso es lo que quieres?”

¿Cómo puedo responder esa pregunta si ni siquiera yo misma sé lo que quiero?

Hace dos horas hablé con Liam, me había llamado por mi cumpleaños, y quedó muy preocupado cuando le dije lo que había sucedido con Caleb.

Y aun así, después de escuchar su voz, todavía no logro disipar las mariposas en mi estómago al recordar el momento en que Alec estaba a escasos milímetros de mis labios.

“Sí”, digo en un susurro.

“Bien, entonces me iré, pero antes, dejaré listo lo del traslado de Caleb”.

“No tienes que hacer eso, aquí estará bien”.

“Acepta mi ayuda Madison, no seas orgullosa, piensa en tu hijo primero”.

“No se trata de orgullo, es solo que siento que te debo demasiado. Esto ha ido mucho más allá de una relación laboral”.

“Si esa es tu preocupación, olvídalo, no me debes nada, ni lo hago para condicionarte. Tu hijo me agrada, y creo que se merece lo mejor”.

Mi padre vuelve con tres cafés y le da uno a cada uno.

Alec lo acepta, pero no prueba ni un sorbo del vaso.

Me hace acompañarlo al área de administración para hacer el traslado.

Nos demoramos algunos minutos; y ya para las siete de la noche, todo estaba listo para moverlo a una clínica mucho más especializada y de primera categoría.

Dejo que mi padre acompañe a Alec a su auto, mientras yo entro a ver a mi hijo. Está despierto, pero somnoliento.

“Hola mi pequeño héroe”.

“Hola mami”

Saluda con su dulce voz.

Siento que quiero echarme a llorar, no obstante, me contengo, porque no quiero que piense que pasa algo malo.

“¿Cómo te sientes?”

“Bien, ya no me duele el estómago”.

Me acerco a la cama y le doy un suave beso en la frente, acaricio su cabello y lo peino hacia un lado.

“Perdóname Caleb, debí hacerte caso cuando me dijiste que estabas mal”.

“Está bien mami, no te sientas mal”, consuela poniendo su mano sobre la mía.

“Mami, ¿Podré comer mucho helado?”

Me echo a reír y sin poder controlarlo, unas lágrimas salen de mis ojos.

“Sí, podrás comer todo el helado que quieras”.

“¡Sí!” intenta gritar.

“No te sobre esfuerces, debes descansar para que se cure tu herida, estarás al menos tres semanas sin ir a clases”.

“¡Wow! Otra buena noticia, y además tendré una cicatriz, ¿Verdad?”

“Sí, te verás super cool, como un chico malo”, bromeo.

Me alegra ver que él se lo toma con mucha más calma que yo. A veces me gustaría ver el mundo así de simple como lo ve mi hijo.

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