La enfermera del CEO -
Capítulo 89
Capítulo 89:
“Eso no es ningún problema, puedo arreglar todo para que llegues ahí de forma segura y cómoda. Puedes traer a tu mujercita si tanto quieres. Por supuesto, tus dos enfermeros también están invitados.»
“Pierdes tu tiempo, no voy a ir.»
“¡Alec Fairchild! No te atrevas a desafiarme. No voy a ser partícipe de tu locura, ni voy a presenciar como te matas en una de esas cosas.»
“Eres increíble, ¿No te has puesto a pensar que este viejo tiene muchas más ganas de vivir que tú? Es impensable para mí que no seas capaz de vivir tu vida al máximo sin importar las adversidades.»
Se acomoda la camisa y da media vuelta.
“Adiós abuelo.»
“Voy a volver, no pienso aceptar tu negativa.»
Lo sigo hasta la puerta, las ganas que me dan de azotarla cuando sale son grandes; por fortuna, la silla me lo impide.
No puedo creer que haya venido diciendo toda esa sarta de locuras y desvaríos, ¿Debería preocuparme por su salud mental?
“No, son solo ideas de la crisis de adulto mayor», digo para mí mismo.
Cuando vuelvo a la sala, Madison ya está ahí.
“¿Has escuchado todo eso?», pregunto, aunque sé cuál será su respuesta.
“Sí, lo siento.»
“Descuida, sé que él usa un tono de voz muy alto, y yo también grité. Olvídalo, ¿te parece si cenamos algo? Quizá jugamos algún juego», sugiero.
“Sí, claro, tengo hambre, no mentiré», afirma con una sonrisa.
Nos vamos hasta la cocina.
La servidumbre ya se ha ido como de costumbre, así que nos toca a ella y a mí preparar la comida.
“Espera», le digo cuando está revisando las cosas disponibles en la nevera.
“¿Qué?»
“Creo recordar que una vez una insolente enfermera me dijo que esas no eran sus funciones», bromeo.
Ella se levanta y me mira con una cara de supuesta indignación. Cierra la puerta de la nevera y en lugar de quejarse, sonríe y se cruza de brazos.
“Pues, es cierto. Yo no debería hacer esas labores.»
“¿Pizza?»
“Una vez un hombre insufrible que cuidé me dijo que nunca, nunca, había comido cosas grasosas como la pizza», responde usando el mismo tono que yo.
“¿Ah sí? ¿Quién será ese? No sabe de lo que se pierde.»
Los dos nos echamos a reír, mientras yo saco el celular y marco al delivery de la pizza. Esperamos quince minutos hasta que llega el repartidor, y entonces llevamos las dos cajas hasta la habitación, donde ella escoge un juego al azar del cajón y lo pone en la consola.
“¿Cuál has puesto?» pregunto.
“No sé, solo tomé el primero que vi», dice encogiéndose de hombros.
Ella me deja en buena posición frente a la gran televisión, luego se sienta a mi lado en uno de esos cojines mullidos que se hunden cuando les pones peso.
Entre lo que esperamos a que cargue, cada uno toma su porción de pizza y le da un mordisco.
“¿Puedo decirte algo?», pregunta de pronto.
“Sí, dime.»
“No deberías tratar a tu abuelo así. Creo que deberías cumplir su deseo si eso es lo que quiere.»
“¿De qué hablas? ¿Quieres que lo apoye en su locura de saltar en parapente?»
“No creo que sea una locura, es un deporte respetable.»
“Sí, pero él no lo practica. Es absurdo, está muy viejo para comportarse como un niño.»
“Precisamente porque está muy viejo no deberías oponerte. Ojalá yo también tuviese la oportunidad de hacer todo lo que quiero antes de morir», comenta.
En eso, el juego se inicia.
Al final terminó por escoger Call of Duty.
Sonrío a la pantalla, estoy seguro de que no lo escogió al azar.
“No lo había pensado así», respondo luego de un minuto callado.
“Es su cumpleaños, por lo que escuché. Así que, ¿Qué más da si le cumples el deseo? A mí me hubiera gustado poder cumplirle los caprichos de cumpleaños a mi madre, o conocer a mis abuelos. Tú tienes uno y lo tratas como si te hiciera imposible la vida.»
“Él te parece adorable porque le caíste bien, pero no sabes cómo es con Jennifer», la escucho murmurar algo ininteligible.
“¿Qué has dicho?»
“¿Ah? Nada. Solo que, si quieres mi consejo no pedido, pienso que deberías estar ahí para él.»
Sus palabras me ponen a reflexionar aunque no quiera hacerlo.
Sé que tiene razón en cierto modo, pero al mismo tiempo, no quiero darle el brazo a torcer a ese viejo cascarrabias.
“Sabes que este juego es de armas y matanza, ¿Verdad?»
«Claro que lo sé, no vivo bajo una cueva, y tengo un niño, ¿Lo olvidas?»
«¿Dejas a Caleb jugar esto?»
«No, pero sus amiguitos del colegio le llenaron la cabeza con la idea y no me dejó en paz por un mes. Tuve que sobornarlo con otros juegos más adecuados, sin embargo, me compré ese y lo jugué con Liam.»
Que mencione a su prometido justo ahora hace que se me dañe el buen humor. Trato de ignorarlo y le doy un mordisco a mi pizza.
«Entonces no tendré ningún tipo de piedad contigo.»
«¡Ja!, ¿Crees que me ganarás? Ya lo veremos.»
POV Madison
Son como las diez de la noche, todas las luces están apagadas y Alec y su esposa están durmiendo plácidamente en sus respectivas camas.
Yo por otro lado, estoy calzándome el último zapato, lista para escabullirme en medio de la oscuridad como si fuera una ladrona.
Me pongo de pie de la cama y me acerco a verlo dormir.
Me costó trabajo esperar a que cayera profundo, porque al parecer, no podía conciliar el sueño. Veo su pecho subir y bajar de forma relajada, en definitiva, está bien dormido, aun así, paso mi mano rápidamente por el frente de su cara para comprobarlo.
Un mechón de su largo cabello le cae en la frente, así que lo aparto con cuidado.
“Lamento tener que ocultarte esto Alec, pero tengo que averiguarlo primero», susurro.
Salgo por la puerta que da al jardín y pego una carrera hasta el otro lado de la casa para salir por el portón del garaje.
Esta es la única oportunidad que tengo para encontrar a esa mujer, si es que sigue ahí, y descubrir de una vez por todas qué es lo que se trae Jennifer entre manos.
Tomo un taxi en la calle y le doy la dirección.
Afuera, la ciudad está bastante viva todavía.
Hay bares y locales abiertos, y el tráfico no está tan mermado como si fuesen las tres de la madrugada.
El viaje se me hace eterno, mientras avanzo en el auto, mi corazón comienza a acelerarse y mis manos a sudar, sin embargo, estoy helada como una paleta.
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