La enfermera del CEO -
Capítulo 84
Capítulo 84:
«No, no digas que no pasó nada. Sí pasó, te robaron el dinero, ¿Verdad?»
Insiste, buscando la verdad detrás de mi aparente calma.
«Sí»
Admito con pesar, sintiendo la carga de la responsabilidad por el dinero invertido en la granja.
«Sabes que usé gran parte de lo que me diste para invertir en la granja. Ahora ¿Cómo vamos a pagar?», se preocupa, mostrando su preocupación por el futuro financiero de la familia.
«No te preocupes por eso, Alec me dio un adelanto del siguiente mes», revelo, tratando de tranquilizarlo con la solución temporal que encontré.
Mi padre se sorprende cuando le cuento eso.
Su cara vuelve a cambiar, sé que cuando se pone así, está pensando cosas locas.
“Ese hombre hace muchas cosas por ti, ¿No lo crees? Te compra vestidos, te deja quedarte en su casa y ahora te adelanta el sueldo», señala, mostrando su admiración por la generosidad de Alec.
“No pienses mal papá», le pido, defendiendo la integridad de Alec y mi relación con él.
“Oh no, yo no estoy pensando mal, al contrario. Creo que él tiene muy buen concepto de ti. No todos los pacientes harían eso por sus cuidadores», reflexiona mi padre, destacando la generosidad y confianza de Alec hacia mí.
‘¿Crees que no lo sé? Es por eso que he estado tan confundida’, pienso.
Pero en lugar de eso, le digo:
“Es un hombre de muy buen corazón, es todo»
Concluyo, tratando de desviar la conversación.
“Curioso, creo recordar que habías dicho que era insoportable», menciona mi padre, recordando mi opinión anterior sobre Alec.
Suspiro sin saber qué contestar a eso.
Sí lo era.
A veces todavía sale a la superficie esa actitud egocéntrica que tiene.
Sin embargo, ahora que lo conozco mucho más profundamente, sé que no es una mala persona, y que, dentro de él, hay un hombre con un gran corazón.
En ese momento Caleb sale de su habitación haciendo una mueca de dolor.
“¿Qué pasa mi amor?», le hago una seña para que se acerque a mí.
Él se agarra el estómago como si se le fuese a caer.
«Mami, me duele mucho más», se queja, mostrando signos de malestar creciente.
Esto ya no me parece normal.
Le hago una revisión rápida, levanto su camisa y palpo su abdomen, pero no siento nada particularmente alarmante.
“Tal vez debería llevarte al médico», sugiero, preocupada por su bienestar.
“No creo que sea nada grave Mads, solo es un dolor de estómago, ya se le pasará», opina mi padre, intentando restarle importancia al malestar de Caleb.
“Esa pastilla debió haberle hecho efecto, papá», comento, cuestionando la eficacia del tratamiento.
“Yo creo que está exagerando, más temprano estaba bien. A lo mejor es porque no quiere ir el lunes al colegio», sugiere mi padre, buscando explicaciones simples para el malestar de Caleb.
Hago que Caleb me mire, su carita de malestar me conmueve el corazón.
“Hijo, ¿Se trata de eso? ¿Es una mentira?», le pregunto directamente, buscando la verdad detrás de su malestar.
“No mami, sí me duele, aunque… también es verdad lo que dice el abuelo», confiesa Caleb, revelando una verdad incómoda.
“¿Por qué no quieres ir al colegio? ¿Qué pasó?», indago, preocupada por la razón detrás de la negativa de Caleb a asistir a clases.
Él niega con la cabeza y vuelve a abrazarme.
Lo primero que pienso es que está sufriendo bullying, pero mi padre me tranquiliza.
«No es acoso escolar si eso piensas, es porque tiene un examen importante de matemáticas».
“¡Papá! ¿Por qué no me dices esas cosas?», reprocho, sintiendo que no estoy lo suficientemente presente en la vida de mi hijo.
“Lo olvidé, lo siento», se disculpa mi padre, reconociendo su descuido en la comunicación.
“Caleb, ¿De verdad te duele el estómago, o solo es un pretexto para no ir a clases?» pregunto con una voz firme pero calmada, no deseando asustarlo y comprometer su confianza en mí.
“Sí me duele mamá», responde Caleb, su tono apagado confirma su malestar genuino.
“Te ayudaré a estudiar el examen, no tienes nada de qué temer», insisto, tratando de tranquilizarlo y aliviar sus preocupaciones.
Caleb comienza a sollozar y busca refugio en mis brazos. Los pensamientos de que soy una terrible madre azotan mi mente sin parar.
Tal vez si estuviera más presente aquí, él no se comportaría de esa manera.
Lo dejo descansar un poco más mientras le preparo una sopa de pollo para que se sienta mejor. Mi padre se quedó más tranquilo después de que le conté lo que sucedió, y por suerte, no volvió a mencionar el tema de Alec y su curiosa generosidad hacia mí.
Para la tarde, ya veo a mi pequeño hijo con un mejor semblante.
“Mads, voy a echarme una siesta»
Avisa mi padre.
Lo despido con un asentimiento de cabeza, entretanto, Caleb y yo nos quedamos en la mesa para estudiar.
Resulta que su examen es sobre problemas de multiplicación.
Me tomo mi tiempo para explicarle cómo se hace y poco a poco comienzo a ver un avance en él. Luego de un rato, mi celular suena.
“Continúa así Caleb, ya vuelvo a revisarlo», le digo antes de levantarme para contestar la llamada. El identificador me dice que es Alec.
“¿Hola?», respondo con una mezcla de emociones.
“Hola, Madison»
Su voz hace que mi corazón brinque dentro de mi pecho.
“¿Qué sucede señor Fairchild?»
Contesto con indiferencia, tratando de mantener la compostura.
“Hubo un problema con Patrick, necesito que vengas de urgencia», dice Alec, su tono urgente me pone en alerta.
“¿Con Patrick? ¿Qué pasó?»
Inquiero, preocupada por la situación.
“Nada de vida o muerte, solo se ha enfermado y no podrá cuidarme en las noches», explica Alec, tratando de tranquilizarme.
«Miro la hora en el reloj de pared que tiene mi padre. Ya está por caer la media tarde», me doy cuenta del tiempo que queda en el día.
“Creí que su esposa lo cuidaría», comento, sorprendida por la situación.
“Esto se prolongará más de una semana, además, Jennifer no tiene los conocimientos profesionales que posees tú o Patrick»
Aclara Alec, explicando la necesidad de mi presencia.
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