La enfermera del CEO -
Capítulo 83
Capítulo 83:
Observa el plato como si no supiera por dónde empezar.
«Hijo, ¿Pasa algo? ¿No te gusta lo que preparé?», pregunto preocupada, notando la falta de entusiasmo de Caleb por la comida.
«Tú siempre comes Caleb, ¿Qué pasa?»
Indaga mi padre, notando también la actitud inusual de su nieto.
«No quiero», responde Caleb con tono apagado, indicando que algo no está bien.
«Solo es leche y tostadas con huevo y tocino, ¿Por qué no quieres comer?», insisto, tratando de comprender qué le sucede.
«Me duele el estómago mami»
Confiesa Caleb, sujetándose el estómago con gesto de incomodidad.
Me pongo de pie enseguida y corro a su lado.
Caleb se sujeta el estómago y lo soba con insistencia.
Su carita de desánimo me confirma que no está mintiendo.
Pongo una mano en su frente por pura inercia, parece estar bien, solo le duele el estómago.
«Está bien, no comas eso. Tal vez una pastilla para el dolor te ayude, ¿Quieres?»
Le ofrezco, preocupada por su malestar.
Él asiente y me abraza.
Mi padre se levanta a buscar la pastilla y la trae con un vaso de agua. Caleb se bebe solo eso y luego no quiere separarse de mis brazos.
«¿Ha comido algo en mal estado?»
Interrogo a mi padre, tratando de encontrar una explicación para el malestar de Caleb.
«No, nada, ayer solo comimos un cerdo asado», responde mi padre, intentando descartar cualquier problema con la comida.
«Habrá sido el cerdo», conjeturo, buscando una explicación lógica para el malestar de Caleb.
«Mmm no lo creo, yo estaría igual de mal que él»
Opina mi padre, descartando la posibilidad de que la comida sea la causa del malestar de Caleb.
Quizá, o quizá no.
De cualquier forma, ahora estoy preocupada por Caleb.
Luego de desayunar, se baja de mis brazos y se echa a dormir en su cuarto.
Mi padre me acompaña a lavar el servicio en silencio.
«Papá, ¿estás seguro de que ese cerdo no tenía nada malo?»
Vuelvo a preguntar, persistiendo en la búsqueda de respuestas sobre el malestar de Caleb.
«Claro que estoy seguro, lo cociné yo mismo, y se lo compré a Gabriel, que vende siempre la mejor calidad»
Asegura mi padre, tratando de tranquilizarme.
«No lo sé, nunca lo había visto así. Ha estado durmiendo un buen rato», comento, preocupada por la persistencia del malestar de Caleb.
Noto que mi padre se queda mirándome de manera fija.
«¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?», pregunto, sintiendo su mirada intensa sobre mí.
«De hecho, sí», responde, acercándose a mí y tomando mi mentón para examinarme más de cerca.
Olvidé que de día se ve mucho más la cicatriz del golpe en mi pómulo.
Lo había cubierto con maquillaje, y ya casi no se notaba, pero mi padre siempre había sido un muy buen observador.
«¿Qué te pasó ahí?», pregunta, preocupado por mi cicatriz.
«Nada, fue un pequeño accidente, ya sabes lo torpe que soy», respondo, tratando de restar importancia al tema.
«Sí, y también sé lo mala que eres para mentir. Dime la verdad Madison Elena Jones, ¿Qué te pasó ahí?» insiste mi padre, utilizando mi nombre completo, lo que indica que está seriamente preocupado.
Solo cuando mi padre me llama por mi nombre completo sé que estoy en problemas. Vuelvo a sentirme como la adolescente de quince años que han atrapado haciendo algo malo.
«Papá, no entres en pánico», intento calmarlo, sabiendo que su preocupación solo aumentará si le digo la verdad de lo que ocurrió.
Él enarca una ceja y se cruza de brazos. Esto me trae malos recuerdos de aquella vez que me hice ese tatuaje.
«¿Qué sucedió? ¿Ese hombre te hizo algo?», pregunta, preocupado por mi seguridad.
«¿Qué? ¿Alec? No, no se trata de eso», aseguro rápidamente, tratando de descartar cualquier idea equivocada que mi padre pueda tener sobre Alec.
En realidad, pasó hace una semana y un par de días.
No quise decírtelo porque no deseaba preocuparte.
«Es imposible que logres que yo no me preocupe, soy tu padre. Así tengas cincuenta años, siempre me preocuparé por ti. Ahora dime, ¿Qué sucedió?»
Insiste mi padre, preocupado por mi bienestar.
«Unos tipos entraron a mi departamento en Austin y me robaron todo», confieso finalmente, sabiendo que no puedo ocultar la verdad por más tiempo.
«¡¿Qué?!”, exclama bastante alto, mostrando su sorpresa y preocupación ante la noticia.
«¡Shh! Despertarás a Caleb», lo reprendo, recordándole la presencia de mi hijo y tratando de mantener la calma.
«Madison, ¿Cómo es posible que eso pasara hace una semana y que no me lo dijeras?», pregunta, visiblemente molesto por mi falta de comunicación.
«Lo siento papá, no pasó a mayores de todas formas, la policía atendió mi denuncia y ya se están haciendo cargo del caso», explico, tratando de calmarlo y restarle importancia al incidente.
«¿Y tú sigues viviendo en ese lugar tan inseguro?», pregunta, preocupado por mi seguridad y la de Caleb.
Da un paso hacia mí y me acaricia el rostro.
Su semblante preocupado era justo lo que quería evitar.
«No, tranquilo. Me estoy quedando en la casa de Alec», confieso, revelando el motivo de mi estancia en casa de mi jefe.
«Espera un momento, ¿Cómo? ¿A qué te refieres?», pregunta, sorprendido por mi revelación.
Nos sentamos en la sala, él me hace un amago para que me quede a su lado en el sillón.
«Él estaba ahí ese día, me había llevado a mi casa y supo de primera mano todo. Entonces me pidió que me quedara en su casa hasta que consiguiera otro lugar donde quedarme», explico, tratando de justificar mi decisión de quedarme en la casa de Alec.
«Madison, Madison»
Repite mi padre, frotándose las sienes.
«¿Por qué eres tan imprudente? ¿Debo recordarte que tienes un hijo pequeño? ¿Qué sería de él si te pasa algo? Sabes bien que yo ya estoy viejo, no voy a estar mucho tiempo más», reprocha, expresando su preocupación y frustración ante mi decisión arriesgada.
“No digas eso papá», le digo con determinación, tomando sus manos entre las mías. Mi corazón quiere arrugarse solo de pensar que podría perderlo.
«Es la verdad Mady, lo sabes, tú mejor que nadie», responde con pesar, reflejando su preocupación por mi bienestar.
«No me pasó nada papá, no hay por qué hacerse ideas de algo que no sucedió», intento tranquilizarlo, aunque sé que su preocupación es inevitable.
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