La enfermera del CEO
Capítulo 82

Capítulo 82:

Me quito los tacones con cuidado y camino de puntitas desde afuera de la casa.

Me siento como una adolescente de quince años, cuando llegaba a escondidas después de la hora que me había permitido mi padre.

Meto la llave con cuidado y hago un esfuerzo sobrehumano por hacer el ruido mínimo posible.

Una vez que estoy adentro, empujo de nuevo la puerta con cuidado.

Suspiro de alivio al creer que ya me he librado de lo peor, sin embargo, cuando me doy la vuelta, pego un respingo y un grito al mismo tiempo.

“¡Papá! ¡¿Qué haces ahí parado como un fantasma?!”

Beau enciende la luz de la lámpara para que yo pueda ver mejor.

“¿Qué estás haciendo tú aquí más bien?”, contra pregunta.

“Vengo de la fiesta de gala a la que invitaron a Alec”, cuento en un susurro.

“¿Y por qué entras como si fueras una ladrona?”

“No quería despertarlos, lo siento”, me disculpo.

Se descruza de brazos y hace ese gesto suyo con la boca que le mueve el bigote de forma chistosa.

“¿Y ese vestido? Te ves muy bien”, me dice con una sonrisa.

“Me lo dio él”.

“¿Te lo dio? ¿Así sin más? Mmm…”, murmura.

Yo suspiro y giro los ojos, no puede ser que él también venga a pensar cosas que no son.

Lo rodeo y me voy primero al cuarto de Caleb.

Está durmiendo plácidamente.

Entro a su habitación para darle un beso en la frente y vuelvo a salir de puntitas.

Mi padre todavía está recostado contra la pared esperando que le dé una explicación.

“Papá, olvídalo, es tarde, me iré a dormir”.

“¿Mañana no irás a cuidarlo?”

“No, su esposa me dio el día libre”

Hago énfasis en la palabra ‘esposa’, para ver si así se deja de imaginar pajaritos en el aire.

Entro a mi habitación y me desvisto rápido.

Comienzo a bostezar y el cansancio se apodera de mí.

No había notado lo agotada que estoy hasta ahora.

Luego de ponerme el pijama me meto en la cama y me envuelvo en un montón de sábanas, a pesar de que no hace tanto frío.

Intento dormir, pero no puedo dejar de pensar en todo lo que pasó esta noche. Me quedo mirando el vestido azul que dejé sobrepuesto en la silla.

“Solo está siendo amable conmigo, no puedo confundirlo con otra cosa”, susurro para mis adentros.

Doy vueltas en la cama una y otra vez hasta que al final termino sentándome.

Peino mi cabello hacia atrás con las manos en un vano intento por aclarar mis pensamientos. ¿Por qué simplemente no puedo dejar de pensar en él?

Decido levantarme a tomar un poco de agua, dirijo mi vista de forma distraída hacia la cómoda y entonces veo las fotografías. Veo la de Caleb, sonriente mientras sostiene a su pequeño hijo del mismo nombre.

Al lado, Liam, orgulloso con su uniforme de militar.

¿Cómo puedo ser capaz de hacerle eso?

Siento que de alguna forma lo estoy engañando con el pensamiento.

“Lo siento Liam, no te merezco».

Voy hasta la cocina y me sirvo un vaso de agua del grifo.

Bebo todo el contenido y cuando estoy por volver, me vuelvo a asustar; esta vez por ver a mi hijo de pie en el marco de la entrada estrujando sus ojitos.

“Caleb, ¿Qué haces despierto?»

“¿Mami?», pregunta dando un gran bostezo.

“Sí, soy yo, estoy aquí».

Camina dando tumbos hacia mí hasta que llega y me da un fuerte abrazo.

Acto seguido, busca que lo cargue, se encarama a mí como un koala, así que lo llevo hasta la cama y vuelvo a acostarlo.

Se queda dormido de inmediato.

Por mi parte, yo vuelvo a mi habitación y esta vez me quedo rendida en pocos minutos.

A la mañana siguiente, me levanto con el primer rayo de sol que entra por mi ventana y el canto lejano de un gallo.

Me estremezco al pensar que podría haber cerca un animal de esos.

Nadie se ha despertado todavía, así que voy hasta el establo y ordeño a una de las vacas que está recién parida y dando bastante leche.

Al terminar, vuelvo a la casa con la olla y la dejo hirviendo en la cocina.

Mi padre se despierta y a los pocos minutos, Caleb también se asoma desde su habitación.

“Creí que estaba soñando», dice caminando como un pingüino.

Mi padre y yo nos echamos a reír.

“Pues no, no era un sueño, estoy aquí, voy a pasar el fin de semana contigo».

“¡Sí!», responde emocionado.

“Mady, ¿Vendrás para tu cumpleaños? Solo faltan tres semanas».

“Todavía falta mucho para pensar en el veintitrés, papá. Descuida, veré si puedo pedir ese día libre, aunque no creo. Ya me han dado demasiados en muy poco tiempo».

En realidad, no dejo de pensar qué podrían estar haciendo Alec y su esposa a solas en la casa.

Sacudo mi cabeza para sacar esa imagen mental de ahí.

“Seguro que sí te deja venir, o por lo menos un rato, incluso podrías venir con él».

“No, eso no va a pasar».

“¿Por qué no? Ya ha venido otras veces».

“Porque ahora sí ha vuelto a trabajar en la empresa, ya no tiene tiempo libre, así que, por obvias razones, no va a venir a celebrar el cumpleaños de una simple empleada», respondo un poco molesta.

“Tú no eres una simple empleada, eres su enfermera, casi que su persona de confianza».

“Basta papá, por favor, no insistas más sobre ese tema».

En eso, escucho el desastre de la leche subiendo como la espuma en la cocina.

Salgo disparada para apagarla antes de que termine por ensuciar toda la cocina.

Suspiro algo frustrada, Alec me tiene muy distraída, y los comentarios de mi padre no me ayudan para nada.

Preparo el resto del desayuno mientras él entretiene a Caleb, que de un momento a otro pareció perder el interés por el juego de pelota que estaban haciendo.

“Vamos a desayunar», llamo.

Los dos vienen caminando a paso lento.

A mi padre se lo comprendo por su edad, pero me extraña de mi hijo, mi instinto de madre me dice que algo le pasa.

Se sientan a la mesa en sus respectivos asientos mientras yo dejo los platos calientes sobre la mesa. Luego de sentarme, veo que Caleb tiene la mirada bastante apagada.

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